La imprudencia del rey prudente
El gran maestro Am¨¦rico Castro en su famoso estudio Espa?a en su Historia ten¨ªa un peque?o ap¨¦ndice sobre el tema "Por qu¨¦ los espa?oles no quisieron a Felipe II". Aunque hoy en d¨ªa este peque?o a?adido est¨¢ olvidado, todav¨ªa vale la pena leerlo, ya que explica en buena medida c¨®mo muchos espa?oles han visto la historia de su pasado. Castro termin¨® su estudio en 1946 en Estados Unidos, donde vivi¨® como exiliado despu¨¦s del colapso de la democracia en su pa¨ªs. Desde el primer cap¨ªtulo, que se titula "Espa?a, o la historia de una inseguridad", hasta el ya mencionado ap¨¦ndice, en el cual describe la Espa?a del siglo XVI como un pa¨ªs "inm¨®vil y herm¨¦tico" gobernado por una figura siniestra "cuya prudencia hiri¨® los nervios de los espa?oles", el magistral estudio es un comentario escasamente disfrazado de la experiencia negativa de los intelectuales espa?oles ante los reg¨ªmenes iliberales.Ya que nos acercamos al final de un a?o que ha estado fuertemente dominado por la conmemoraci¨®n de dos fechas muy significativas, 1598 y 1898, que dejaron una profunda huella en las mentes de los espa?oles de aquellos a?os, quiz¨¢s podr¨ªamos hacer una peque?a pausa para pensar en el impacto de 1598. No nos equivoquemos. Si hubo una convulsi¨®n intelectual en 1898, tambi¨¦n la hubo en 1598. Al escribir en 1598, Baltasar ?lamos de Barrientos pintaba un cuadro de una Castilla en ruinas. Ib¨¢?ez de Santa Cruz, poco despu¨¦s de la muerte del rey, hablaba de "quan ciego y errado fue todo el gobierno pasado". "El nombre espa?ol", escrib¨ªa Mateo Alem¨¢n, "ahora casi no tiene ninguna consecuencia". "El rey", escrib¨ªa el famoso jesuita Juan de Mariana un a?o despu¨¦s de la muerte del rey, "debe estar sujeto a leyes". Ellos no eran los ¨²nicos. En una excelente conferencia que el historiador Fernando Bouza pronunci¨® en un simposium sobre Felipe II en el centro Juan Carlos I de la Universidad de Nueva York hace algunos d¨ªas, destacaba la fuerte oposici¨®n de muchos cortesanos de Felipe II al estilo de gobernar del rey. Podemos, creo yo, con buena raz¨®n hablar de una "generaci¨®n de 1598" en la Castilla del recientemente desaparecido rey. Surgieron voces, de dentro del propio gobierno, en favor de la paz y la tolerancia.
?Pero qu¨¦ significaba todo esto? ?Significaba que Espa?a hab¨ªa estado sufriendo bajo una tiran¨ªa? Los intelectuales espa?oles de todas las ¨¦pocas, especialmente los exiliados, han tenido buenas razones para no sentirse optimistas por lo que hace al destino de su patria. Es significativo que una de las obras hist¨®ricas de mayor influencia de C¨¢novas tratara, con claro pesimismo, de la "decadencia" de Espa?a. Parece como si haya habido una tendencia continua a desconfiar de la historia de Espa?a. Hab¨ªan, obviamente, aspectos ¨²nicos de la historia peninsular que hacen a Espa?a diferente, pero es curioso que los espa?oles han sido ¨²nicos en el desasosiego que tienen cuando se expresan sobre la herencia hist¨®rica de su pa¨ªs.
?Pero fue la Espa?a de Felipe II ¨²nica en sus continuas guerras, en el aumento de sus impuestos, en su hostilidad hacia los herejes, en su represi¨®n a la oposici¨®n? El hecho es que, para aquellos que van m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de Espa?a, es f¨¢cil encontrar otras semejanzas en Europa. Vale la pena recordar aquel otro Antonio P¨¦rez de la Europa del siglo XVI, el pr¨ªncipe Andrei Kurbsky, ministro del zar de Mosc¨², que escap¨® de Rusia en 1560 y en el exilio public¨® sus memorias atacando al zar. El zar Iv¨¢n tambi¨¦n tuvo continuas guerras, aument¨® los impuestos, y reprimi¨® la oposici¨®n, ¨¦l tambi¨¦n (un paralelo con la historia de Don Carlos) mat¨® a su propio hijo y heredero. Cada aspecto del sistema de gobierno de Felipe II, incluyendo la forma de oposici¨®n de algunos espa?oles a ¨¦ste, se puede encontrar en otros estados de la Europa de este periodo. El gobierno del rey, con todas sus deficiencias, ten¨ªa su equivalente en otras partes de la Europa del antiguo r¨¦gimen.
Durante el reinado del rey, el mismo n¨²mero de personas murieron mat¨¢ndose entre ellos en Francia que durante toda la represi¨®n espa?ola en Europa. Sin embargo, los historiadores franceses no se obsesionan con la tragedia. Tomemos otro ejemplo. Consideremos el caso de un jefe de estado del siglo XVI que: permite la destrucci¨®n de la poblaci¨®n de una naci¨®n vecina, y la apropiaci¨®n de sus tierras, permite la destrucci¨®n de los hogares, castillos e iglesias de otra naci¨®n fronteriza por medio de sus ej¨¦rcitos, sin declarar la guerra; y en aquellos pa¨ªses donde es posible, detiene y ejecuta a cualquiera que se opone a estas pol¨ªticas; tiene un ministro que organiza un servicio de espionaje para espiar la poblaci¨®n de su propio pa¨ªs; suministra soldados y barcos para alentar a sus generales para que quemen y destruyan las ciudades de otra potencia con la cual no est¨¢ en estado de guerra; ejecuta a cientos de sacerdotes y laicos con acusaciones notoriamente falsas de traici¨®n; controla la prensa r¨ªgidamente, y ejecuta a cualquiera que publica ilegalmente; ejecuta a miembros de su propia familia que representan una amenaza al trono, y se niega a investigar a sus amigos cuando son sospechosos de asesinato; env¨ªa a miembros de las Cortes a prisi¨®n si le critican, y los deja morir all¨ª. Podemos imaginar la reacci¨®n de los historiadores si este gobernante fuera Felipe II. El gobernante en cuesti¨®n, sin embargo, no fue otro que Isabel I de Inglaterra, y (por lo que yo s¨¦) nada de lo dicho ha empa?ado la reputaci¨®n de uno de los posiblemente mayores jefes de la historia de Inglaterra.
?Entonces por qu¨¦ se produce un problema en el caso de Espa?a? Se podr¨ªa suponer que fue una imprudencia de Felipe el Prudente el volver en 1559 para convertirse en gobernante de Espa?a cuando pudo quedarse en los Pa¨ªses Bajos o en cualquier otro de sus muchos dominios. De este modo hubiera evitado la distorsi¨®n que de su imagen hacen sucesivas generaciones de no-especialistas. En este mismo peri¨®dico, un catedr¨¢tico de universidad (Crisis de Imperio, EL PA?S, 17-1-98) ha afirmado que Felipe "prohibi¨® que los j¨®venes espa?oles estudiasen en Europa", y otro (El error del Rey Prudente, EL PA?S, 28-11-98) ve esta prohibici¨®n como un "cierre del c¨ªrculo" de un "riguroso y total control de pensamiento" que hab¨ªa empezado con la prohibici¨®n de importaciones de libros extranjeros, decretado por una pragm¨¢tica de 1558.
?Servir¨¢ para algo insistir una vez m¨¢s en que no hubo tal prohibici¨®n de estudiar y tampoco tal prohibici¨®n de importar? La prohibici¨®n de 1559 de estudiar en las universidades extranjeras (similar a otros decretos emitidos en otros pa¨ªses) s¨®lo se dirig¨ªa a los castellanos ("de estos reynos", dice la pragm¨¢tica) y no al resto de los espa?oles, quienes continuaron estudiando libremente en el extranjero. En la pr¨¢ctica, rara vez los castellanos estudiaron en universidades extranjeras, de manera que la prohibici¨®n fue totalmente te¨®rica. Solamente en 1568 la prohibici¨®n se extendi¨® a los sujetos de la Corona de Arag¨®n. Y mucho despu¨¦s de esta fecha, los pocos castellanos y aragoneses que lo deseaban continuaron estudiando fuera, mientras el estado se hac¨ªa el ignorante. Los controles lejos de restringir la educaci¨®n quiz¨¢s m¨¢s bien la fomentaron: Castilla despu¨¦s de 1559 ten¨ªa proporcionalmente m¨¢s estudiantes en sus universidades que Inglaterra o los Pa¨ªses Bajos. Y la cuesti¨®n del control de los libros, desde luego, no es m¨¢s que un mito. La restricci¨®n de 1558 de importar s¨®lo afectaba a Castilla ("estos reynos") y raramente fue observada. ?C¨®mo pudo haber funcionado si continu¨® la libre importaci¨®n de libros por parte de Arag¨®n, Catalu?a y Navarra?
"Cada d¨ªa", los inquisidores informaban en 1572, "entran libros para Espa?a". Las librer¨ªas de Barcelona estaban repletas de libros importados. Todo autor extranjero importante, aparte de los heresiarcas, se hallaba a la venta. El intercambio de libros con Europa bajo Felipe II estaba en su mejor momento m¨¢s que cualquier tiempo anterior o posterior. Los que dudan de esta afirmaci¨®n pueden consultar la gr¨¢fica de la p¨¢gina 381 de mi Cambio cultural en la sociedad del Siglo de Oro (1998).
Uno espera que, al finalizar un a?o que ha sido distinguido no s¨®lo con bellas e ilustrativas exposiciones sino tambi¨¦n con excelentes trabajos de much¨ªsimos especialistas del arte, de la ciencia y de la historia, los resultados de sus investigaciones sean reconocidos y que se reflexione sobre ellos. Aun as¨ª es posible para algunos eruditos afirmar, en contra de toda evidencia, que "el apag¨®n se produjo, y la pol¨ªtica contractual de Felipe II fue la causa" (art¨ªculo citado del 28-11-98). Parece que fue realmente una imprudencia de Felipe II haber vuelto al Mediterr¨¢neo. ?Hubiera sido mejor para todos que se hubiera quedado en el norte, casado con Isabel de Inglaterra (tal como de hecho deseaba), aguantando las nieblas de Londres, bebiendo cerveza tibia y presidiendo ese otro imperio -el brit¨¢nico- en el cual el sol tampoco se pon¨ªa?
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