S¨®lo un arma vale

"S¨®lo un arma vale". Lo dice Parsifal en la ¨²ltima escena de esta peculiar y genial obra wagneriana refiri¨¦ndose a la lanza sagrada, ¨²nica arma que puede cerrar la herida de Amfortas, el rey del Graal. Pero circunscribi¨¦ndonos a la interpretaci¨®n de esta ¨®pera cabe decir tambi¨¦n que s¨®lo un arma vale. Y esta arma es la partitura. No se pueden olvidar, claro, las innumerables interpretaciones filos¨®ficas y est¨¦ticas que ha propiciado la obra y que muchas veces, tanto o m¨¢s que la propia m¨²sica, han inducido a versiones musicales de muy distinto signo, desde una cierta pomposidad germ¨¢nica a unas delicuescencias pseudo-impresionistas, pero, a la hora de la verdad, lo que cuenta es zambullirse en la partitura y saber sacarle todo el jugo.Eso es lo que ha hecho Antoni Ros Marb¨¤ en su primer Pasifal, devorando con gula musical el suculento plato. Tiempo tendr¨¢ para digerirlo (no se es Knappertsbusch de la noche al d¨ªa), pero los resultados de afrontar el reto han sido espl¨¦ndidos, propiciando una versi¨®n a todas luces ortodoxa, equilibrada y de alto contenido dram¨¢tico, con humilde fidelidad a lo escrito por Wagner, marcando el oportuno crescendo en las escenas del templo, propiciando tensi¨®n en la gran escena de Kundry y Parsifal y sabiendo crear una oportuna plataforma para que el excelente cuadro de int¨¦rpretes desarrollase su labor con pertinencia.

Ros Marb¨¤ consigui¨® tambi¨¦n un excelente rendimiento de la orquesta, no capaz todav¨ªa de ciertos preciosismos sonoros, pero que toc¨® con entrega, pulcritud y car¨¢cter. Del rendimiento extraordinario del coro, por otra parte, cabr¨ªa hablar casi de sorpresa. Perfecto de volumen, de cohesi¨®n y de acento, un bravo para todos sus componentes, para Ros y para su accidental preparador, Peter Burian, de la ?pera de Amberes.Y si Ros Marb¨¤ fue el principal celebrante de este rito wagneriano, los principales cocelebrantes alcanzaron un gran nivel, comenzando por tres veteranos y grandes especialistas en la materia: la soprano Eva Marton, espectacular y aguerrida Kundry, muy brillante en el registro agudo y siempre en car¨¢cter; el bar¨ªtono Bernd Weikl, de gran l¨ªnea y muy intenso en los acentos de su Amfortas; y el bajo Hans Sotin, un Gurnemanz de extraordinaria nobleza y cuidada musicalidad.

Al lado de tan espl¨¦ndidos int¨¦rpretes era dif¨ªcil situarse, pero lo hizo el tenor Robert Dean Smith. M¨¢s joven que sus ilustres colegas, aunque sin su poderosa personalidad, mostr¨® una voz de bello timbre y bien conducida con una facilidad en el registro superior no habitual en los tenores wagnerianos. Magn¨ªfico tambi¨¦n, y muy en car¨¢cter, el Klingsor de Nikolai Putilin y del todo eficaz el Titurel de Robert Holzer. En el resto del reparto, todos cumplieron con eficacia, destacando Mireia Pint¨®, que interpret¨®, y muy bien, tres papeles distintos, aunque quepa apuntar que en el sexteto de muchachas flores brillasen m¨¢s las individualidades que un conjuntado equilibrio.