Batalla entre f¨ªsicos y metaf¨ªsicos
Dos cient¨ªficos atacan en un libro a c¨¦lebres pensadores franceses por su ignorancia al escribir sobre la F¨ªsica
Hace dos a?os, Alan Sokal, un f¨ªsico de la Universidad de Nueva York, escribi¨® un art¨ªculo sat¨ªrico lleno de contrasentidos y disparates cient¨ªficos, en el que afirmaba que la "realidad f¨ªsica" es, en el fondo, "una construcci¨®n social y ling¨¹¨ªstica", que incluso las famosas constantes num¨¦ricas, como pi, dependen de la cultura y que la cultura determina la ciencia (presumiblemente, la m¨¢s objetiva de las empresas humanas). Sokal ofreci¨® el art¨ªculo a una revista acad¨¦mica muy en boga, Social Text, como si de un art¨ªculo serio se tratase. El director no entendi¨® la broma, ni detect¨® los errores, ni mucho menos pens¨® que las afirmaciones de Sokal fueran absurdas. Es m¨¢s, lo publicaron con orgullo en un n¨²mero dedicado ¨ªntegramente a poner en duda las afirmaciones cient¨ªficas sobre la verdad objetiva. La tormenta desatada por la broma de Sokal se convirti¨® en un esc¨¢ndalo; actualmente, la p¨¢gina web www.physics.nyu.edu/faculty/sokal contiene m¨¢s de cien rese?as, art¨ªculos filos¨®ficos y debates sobre el tema. Pero, ?cu¨¢l ha sido la consecuencia?
Sokal pretend¨ªa acabar con el relativismo radical que lat¨ªa en el campo de los estudios cient¨ªficos, pero los responsables de la publicaci¨®n se defendieron, y no les faltaron aliados. Incluso cuando se revel¨® que todo hab¨ªa sido una broma, nadie se desdijo. Quiz¨¢s lo que todo este jaleo indicaba realmente es que no existe un territorio com¨²n en el que se puedan aportar pruebas, ganar discusiones y desmoronar convicciones. La ciencia est¨¢ ligada a la cultura, y, por tanto, tambi¨¦n lo est¨¢ el debate sobre ella.
Pero ahora la batalla se ha reiniciado. Esta vez, Sokal, junto con Jean Bricmont, un f¨ªsico te¨®rico belga, ha escrito un pol¨¦mico texto, que se public¨® en franc¨¦s el a?o pasado y acaba de editarse en Nueva York, titulado Fashionable nonsense: postmodern intellectuals abuse of science (Picador), algo as¨ª como Disparates de moda: el abuso de la ciencia por parte de los intelectuales posmodernos. Tambi¨¦n se ha traducido, entre otros idiomas, al chino, sueco, alem¨¢n, griego, h¨²ngaro, portugu¨¦s y catal¨¢n.
Los autores no centran su ataque en los relativistas norteamericanos, sino en los floridos intelectuales franceses, verdaderas celebridades en las universidades norteamericanas, desde Julia Kristeva y el psicoanalista Jacques Lacan hasta el soci¨®logo Bruno Latour o el fil¨®sofo Gilles Deleuze.
La acusaci¨®n es que estos intelectuales estelares hacen gala de una amplia y profunda ignorancia sobre la ciencia, ¨²nicamente equiparable a su frescura a la hora de utilizar cr¨ªpticamente su vocabulario a modo de cortina de humo, a menudo degradando, de paso, la ciencia. As¨ª, el "¨®rgano er¨¦ctil" se compara con la ra¨ªz cuadrada de menos uno (Lacan); el lenguaje po¨¦tico se describe mediante alusiones incompetentes a teor¨ªas establecidas (Kristeva); incluso la ecuaci¨®n de Einstein se considera una "ecuaci¨®n sexuada" que otorga "privilegios" a la velocidad de la luz, presumiblemente masculina por ser la m¨¢s r¨¢pida (Luce Irigaray).
El ataque pormenorizado a los intelectuales franceses contribuy¨® a que el libro se convirtiera en un best seller en Francia. S¨®lo en Le Monde aparecieron al menos veinte art¨ªculos. Muchos de los analistas franceses dejaron de centrarse en asuntos de importancia para ocuparse de temas culturales. Sokal y Bricmont fueron acusados de ser pedantes expertos en gram¨¢tica, extranjeros empe?ados en destrozar elegantes cartas de amor (francesas). Un adversario ofendido sugiri¨® que formaban parte de un ataque de odio t¨ªpicamente norteamericano que recordaba al informe de Kenneth Starr. Otro lleg¨® a decir que los dos autores eran como militaristas norteamericanos en busca de una nueva amenaza a la que enfrentarse.
En otras palabras, proclamaban los franceses, se trata de una guerra cultural, de una guerra pol¨ªtica, no de una guerra intelectual.
Esto parece dar respuesta al primer asunto Sokal: muchos argumentos parec¨ªan dar la impresi¨®n de que las ciencias y las humanidades no son s¨®lo dos culturas, como C. P. Snow las describi¨® una vez, sino que s¨®lo hay culturas: la francesa y la norteamericana, la izquierda y la derecha, la po¨¦tica y la cient¨ªfica. Hasta Sokal ha tomado partido al afirmar que en su ataque al relativismo posmoderno su inquietud "es expl¨ªcitamente pol¨ªtica": rescatar a la izquierda de los creadores del gusto posmoderno. Mientras tanto, a ¨¦l y a sus partidarios se les ha acusado de evocar el "espectro del conservadurismo de izquierdas".
Indudablemente, existen buenas razones para plantearse preguntas acerca de la ciencia. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, importantes estudiosos han sido capaces de demostrar hasta qu¨¦ punto la ciencia depende de la cultura. Todo, desde los estilos de los experimentos hasta la elecci¨®n de los temas de investigaci¨®n, se ve influenciado por la pol¨ªtica, las finanzas y otras fuerzas ligadas al tiempo. Por supuesto, esto no significa que los resultados de los descubrimientos cient¨ªficos sean exclusivamente culturales (pi no es una variable). Sin embargo, esas afirmaciones las suelen hacer los posmodernistas m¨¢s ortodoxos, que sugieren que la ciencia no tiene especial derecho a sentirse en posesi¨®n de la verdad.
Esta posici¨®n ha tenido m¨¢s importancia de la que a simple vista puede parecer. Ansiosos por subirse al tren, incluso algunos matem¨¢ticos han estado buscando, sin fruto, alg¨²n hecho matem¨¢tico ligado a la cultura. Si todo es cultura, nada es inmune a la duda, incluidas, como Sokal y Bricmont afirman, las pruebas de los tribunales o las valoraciones arqueol¨®gicas.
La ciencia pierde as¨ª su condici¨®n. Muchos de los escritores franceses criticados en Fashionable nonsense, aunque no sean relativistas, aluden a ella no para indicar algo racional y ordenado, sino algo desconcertante y surrealista: los or¨ªgenes del propio yo (Lacan), la naturaleza de la poes¨ªa (Kristeva), las singularidades de la guerra moderna (Jean Baudrillard). La ciencia se convierte en un emblema de oscuridad y opresi¨®n.
Gran parte de todo esto se alaba en nombre del cambio progresivo, pero Sokal y Bricmont discrepan. Les preocupa que el ataque antirracionalista contra la ciencia se asocie tan estrechamente con la izquierda. Insin¨²an que la frustraci¨®n por el fracaso del comunismo y el ¨¦xito del capitalismo puede ser una raz¨®n. As¨ª, tambi¨¦n dicen que el posmodernismo se ha visto influido por los movimientos pol¨ªticos basados en la identidad cultural, ¨¦tnica y sexual, y por la hostilidad que la ciencia ha despertado debido a sus aplicaciones militares.
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