Lince, huellas de esperanza
Una sombra. Algo que se intuye como un gran gato mont¨¦s y que fugazmente aparece en un peque?o claro de la espesura. La borrosa y t¨®pica imagen que describen los afortunados que se han cruzado con ¨¦l. Una bestia compacta, fuerte, parda, con manchas oscuras y una cola sorprendentemente corta. Es la fiera por excelencia, el gran felino europeo, la encarnaci¨®n de todos nuestros miedos a la noche y a la soledad de los bosques. Es el lince, tot¨¦mico y abocado a la extinci¨®n. Una especie que en el mundo rural carece de nombre propio -lince es vocablo culto propagado a partir de Rodr¨ªguez de la Fuente y de la constituci¨®n del parque de Do?ana- y que es llamado lobo cerval, lupo cerbal, llop cerver, gato cerval, gato lobo, lubic¨¢n, tigre gallego o pantera, apelativos formados a partir de nombres de otras especies o, como en los dos ¨²ltimos casos, meras aproximaciones disparatadas. Un hecho que denota que el animal no es conocido o que, al menos, su presencia no es en absoluto conspicua. A mediados del siglo pasado las dos especies de lince de nuestro continente, Lynx pardina, el lince ib¨¦rico, y Lynx lynx, el lince boreal, a¨²n ocupaban amplias zonas de Europa. Poco a poco, la acci¨®n del hombre -destrucci¨®n de bosques de llanura, desarrollo de las armas de fuego- fue empujando al lince, y a toda la gran fauna, hacia los lugares menos accesibles y m¨¢s rec¨®nditos. Las ¨²nicas posibilidades de supervivencia las encontraron en las monta?as o en las grandes propiedades no roturadas. Ya en nuestro siglo y centr¨¢ndonos en la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica, la fragmentaci¨®n del territorio ocupado por el lince avanza dram¨¢ticamente. Los primeros datos fiables, de los a?os cincuenta, apuntan al cuadrante suroccidental como zona ¨®ptima, apareciendo manchas aqu¨ª y all¨¢, muy espaciadas, pero pr¨¢cticamente en todas partes: aunque en el nordeste s¨®lo se se?alan los Pirineos y el extremo sur del Sistema Ib¨¦rico. A principios de los ochenta la reducci¨®n de las ¨¢reas de posible presencia es espectacular: por lo que respecta al cuadrante nororiental s¨®lo aparece un signo de interrogaci¨®n en el Pirineo catal¨¢n y otro en el Pirineo aragon¨¦s; de hecho en la mitad oriental de la pen¨ªnsula queda pr¨¢ctica y oficialmente extinguido. En estos momentos, preguntarse si en Catalu?a quedan linces es, en primer lugar, preguntarse si quedan linces en el conjunto de la Cordillera Pirenaica y, en segundo lugar, es preguntarse a qu¨¦ especies pertenecer¨ªan o incluso, ya en un plano de absoluto optimismo, si ser¨ªa posible la existencia de las dos, como parece que ocurri¨® en tiempos pasados. El lince ib¨¦rico es una especie end¨¦mica de la Pen¨ªnsula que tuvo en el Pleistoceno una amplia distribuci¨®n, alcanzando incluso el centro de Europa. La otra especia, el lince boreal, de origen asi¨¢tico, debi¨® llegar al continente despu¨¦s, solap¨¢ndose sus ¨¢reas en algunos lugares -Balcanes, C¨¢ucaso, Pirineos- hasta que, ya al comienzo de nuestra era, parece que el Lynx pardina se circunscrib¨ªa al contorno mediterr¨¢neo. El lince ib¨¦rico no es tan poderoso como el boreal; frente a los 20 kilos de este ¨²ltimo s¨®lo algunos machos llegan a los 12 o 13. Tiene un aspecto mucho m¨¢s oscuro -por las abundantes manchas- y sus dimensiones -98 cent¨ªmetros de cabeza y cuerpo los machos- parecen acordes con el paisaje de Do?ana o el de los montes de Toledo. El lince boreal nos traslada a un mundo de bosques primarios, a los fr¨ªos y a las nieblas de otras latitudes. Linceo fue el h¨¦roe griego que dio nombre al lince. Este argonauta pose¨ªa una vista tan portentosa que atravesaba con ella los muros y descubr¨ªa los tesoros de las profundidades del mar. Pero esa cualidad no debiera ser la que caracterizara al felino; igual que en los buitres, en los que la interpretaci¨®n popular les hace detectar las carro?as por el olfato, siendo la vista, realmente, el sentido utilizado, es, en el lince, el o¨ªdo el sentido que les lleva, fundamentalmente, a localizar a su presa habitual en la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica: el conejo. Y es ese h¨¢bito el que tr¨¢gicamente le est¨¢ llevando aceleradamente a la extinci¨®n en sus mejores reductos poblacionales, el monte bajo de las grandes fincas cineg¨¦ticas, al caer en los cepos a los que acude guiado por los chillidos de alg¨²n desgraciado conejo ya preso en otra trampa contigua. Sin embargo, en Catalu?a esta circunstancia ya no puede darse. Dejando aparte que el trampeo nunca se ha producido con la intensidad de Andaluc¨ªa o La Mancha, la situaci¨®n actual del lince ser¨ªa la de confinamiento exclusivo en las monta?as pirenaicas, lugar nunca proclive a la abundancia de conejos, y menos despu¨¦s de la mixomatosis y otras enfermedades. La destrucci¨®n del h¨¢bitat, la excesiva presencia humana, la proliferaci¨®n de carreteras y otras infraestructuras fueron las causas de su arrinconamiento, pero ahora, de la mano del turismo, su fr¨¢gil y pobre refugio tambi¨¦n est¨¢ amenazado. Datos de algunos investigadores y naturalistas de campo permiten albergar ciertas esperanzas: excrementos, huellas y restos ¨®seos dan a entender que una exigua poblaci¨®n se mantiene en el Sistema Pirenaico. Dise?ar un proyecto de protecci¨®n y recuperaci¨®n del lince en Catalu?a pasa por avanzar en su conocimiento, destinando los medios adecuados y, sobre todo, pasa por considerar al Pirineo en su globalidad, olvid¨¢ndonos aunque s¨®lo sea por una vez de las fronteras administrativas auton¨®micas y estatales. Como se ha dicho ya repetidas veces, el lince tiene sus secretos, pero esperemos que no tengan que ser revelados por la autopsia del ¨²ltimo de ellos.
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