Un soplo de aire
Rezaba la LEC, all¨¢ por 1885, que cualquier ciudadano que pasara por una obra vieja o cerca de un ¨¢rbol que amenazara ca¨ªda, pod¨ªa entablar acciones para que se adoptaran las medidas que evitar¨¢n su ca¨ªda y posible da?o. 100 a?os m¨¢s tarde est¨¢ vigente la misma norma, sin m¨¢s cambio que el de "obra vieja" por "obra ruinosa". Pues bien, 100 a?os despu¨¦s, ni ciudadanos ni Ayuntamiento de Sevilla, depositarios de esta acci¨®n y del cuidado de v¨ªas p¨²blicas, han ejercitado acci¨®n alguna, exigido apuntalamiento de muros o practicado poda que pudiera haber impedido que la ciudad se sembrara de ramas y ¨¢rboles podridos. Eso s¨ª, se cerraron unos muros y cuatro mendigos se quedaron sin refugio. El resultado. Una r¨¢faga de viento, un soplo de aire, breve y fuerte, ha dejado, adem¨¢s de ramas, cinco v¨ªctimas que, ampar¨¢ndose del agua, en una marquesina, sin miedo a huracanes que no sufri¨® la ciudad, recibieron un alud de ladrillos tan viejos como los interdictos olvidados. Espect¨¢culo dantesco el que, adem¨¢s, soportaron tendidos en la calle, muertos y envueltos en pl¨¢stico, golpeados por la lluvia y sufriendo a gobernantes que, sin parar de dar al palique, trataban de defender, constructora aparte, su pol¨ªtica. Se comprende que los familiares de las v¨ªctimas celebraran los funerales en la intimidad y con su dolor; sin asistencia de quienes descargan su responsabilidad en el adversario pol¨ªtico y esconden, bajo el efecto vela, un soplo de aire que bast¨® para derribar el muro y causar una tragedia, sin que nada impidiera a Sevilla despedir el a?o, salvo la precauci¨®n de evitar atragantarse con las uvas y con esta forma de justificar lo injustificable. Dentro de varias d¨¦cadas la Ley seguir¨¢ en las estanter¨ªas y el Ayuntamiento retirando coches con la gr¨²a. La poda de ¨¢rboles y el apuntalamiento de muros, incluso cuando son propios, es otra cosa; un hurac¨¢n, tambi¨¦n. Confiemos que nunca llegue, porque, si nos alcanza sus consecuencias son previsibles. Lo peor ser¨¢ despu¨¦s, escuchar a quienes emplean su tiempo en gobernar con la palabra, mientras los ciudadanos aguardan una sinceridad responsable y, los muertos, al juez de guardia.EUGENIO SU?REZ PALOMARES
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