Caminos de paz
Lo m¨¢s importante y positivo que ha ocurrido en Espa?a el a?o 1998 ha sido la tregua indefinida declarada por ETA el pasado septiembre. Ya sabemos que no tiene m¨¦rito dejar de matar, pero es objetivamente muy bueno. La sociedad vasca y a¨²n creo que la espa?ola en general lo ha percibido as¨ª, aunque no estoy seguro de que todos los responsables pol¨ªticos y sus analistas de c¨¢mara se hayan alegrado igualmente.Ahora bien, una situaci¨®n de lucha armada que ha durado 30 a?os tiene, aun desaparecida, importantes secuelas. La primera, un rastro de dolor que no se borra con ret¨®ricos e imposibles perdones, ni puede compensarse con reparaciones, por ¨²tiles y justas que ¨¦stas sean, ni discriminarse en justo e injusto. El dolor s¨®lo es superable sublim¨¢ndolo y mostrando a cuantos lo han sufrido, por una u otra raz¨®n, que no ha sido in¨²til. Que sobre ¨¦l cabe construir una sociedad vasca m¨¢s plural y libre, un Pa¨ªs Vasco mejor vertebrado y m¨¢s due?o de s¨ª, incluso una Espa?a m¨¢s aut¨¦ntica. La prudencia y la generosidad, la pedagog¨ªa y aun la sensibilidad est¨¦tica, son los aparejos que los responsables pol¨ªticos y sociales necesitan para recorrer este camino de paz. El segundo resultado de tres d¨¦cadas de terror es que no puede pasarse de un salto, desde esa situaci¨®n, a la pac¨ªfica normalidad. Ning¨²n grado de violencia es tolerable. M¨¢s a¨²n, utilizarla estrat¨¦gicamente supone una m¨¢xima irresponsabilidad. Pero hay muchos grados de violencia intermedia que si se reducen progresivamente son explicables y en ning¨²n caso deben obstaculizar las medidas de paz y reconciliaci¨®n. No ser¨¢ la cicater¨ªa penitenciaria la que pacifique las calles de Euskadi.
La tercera y m¨¢s importante consecuencia del cese de la violencia es que deja salir a la luz el problema pol¨ªtico de fondo, causa real de aqu¨¦lla, pero que la propia violencia permiti¨® escamotear: la insatisfacci¨®n del pueblo vasco con su actual encaje constitucional. Una insatisfacci¨®n que se remonta a los or¨ªgenes del constitucionalismo y que ha confirmado el resultado de las ¨²ltimas elecciones. Por eso el proceso de paz ha de culminar en una negociaci¨®n pol¨ªtica institucional.
Pero tales caminos se hacen intransitables si las partes en conflicto optan por oposiciones extremas. Si ETA asume las exigencias del victorioso o el Gobierno se autoconvence de haber derrotado al terror. Si el nacionalismo asume un discurso ut¨®pico, incluso arropado por la escatolog¨ªa europea, y el llamado "espa?olismo" utiliza las t¨¦cnicas del Estado de derecho como trabas y la propia Constituci¨®n como instrumento de exclusi¨®n en vez de herramienta de integraci¨®n. Si cada uno toma la posici¨®n del otro en el m¨¢s negativo de los sentidos, el di¨¢logo se hace imposible y avanzamos, de nuevo, hacia la radicalidad y aun la violencia cualquiera que sea el tipo de ¨¦sta. El coste final ser¨ªa inconmensurable para Euskal Herr¨ªa y Espa?a entera.
Por eso, en semejante panorama, son especialmente valiosas las palabras del Rey, llamando a la generosidad y a la negociaci¨®n. Quien fue piloto del cambio y estrato protector de la democracia, asume as¨ª, desde la m¨¢s alta representaci¨®n del Estado de todos, con pleno respeto a las instituciones democr¨¢ticas que han de asumir sus responsabilidades, un valor de referencia en pro de una soluci¨®n negociada que puede ser com¨²n, que nadie, en consecuencia, puede capitalizar en exclusiva ni debe impugnar desde posiciones particulares y que es capaz de responder al sentir general de los espa?oles: consolidar la paz.
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