Querid¨ªsimo Simenon, mi querido Fellini...
El creador de Maigret y el director de La dolce vita mantuvieron durante veinte a?os una jugosa correspondencia
Uno era minimalista; el otro, barroco; el belga escrib¨ªa a mano, en una letra min¨²scula, casi indescifrable, mientras que el italiano lo hac¨ªa a m¨¢quina porque "con el l¨¢piz y la pluma" s¨®lo sab¨ªa hacer " esos peque?os dibujos pornogr¨¢ficos"; uno era carissimo, mientras que el otro recib¨ªa el tratamiento de mon cher. Entre Simenon y Fellini, entre el novelista belga franc¨®fono y el cineasta de R¨ªmini, existi¨® una larga historia de amistad que comienza en 1960, cuando el escritor era presidente del jurado del Festival de Cannes que premia La dolce vita. Luego, esa amistad se convierte en un flujo de correspondencia ininterrumpida entre 1969 y 1989, que ahora aparece convertida en un librito de 95 p¨¢ginas. Son 20 a?os de carteo entre dos artistas que tienen muy poco en com¨²n, excepto la admiraci¨®n mutua. Adem¨¢s comparten ciertos rasgos de car¨¢cter, como una gran capacidad de trabajo apenas tamizada por la tendencia a la depresi¨®n, el odio por la sociedad contempor¨¢nea, la nostalgia de la infancia y un entusiasmo compartido ante la mujer.
Georges Simenon dec¨ªa de s¨ª mismo que hac¨ªa "piezas de mosaico", unas novelas-baldosas que, puestas una junto a otra, acababan por ofrecer algo as¨ª como una imagen de conjunto. "Usted, en cambio, ha pintado frescos", le escrib¨ªa a su "querido, gigantesco amigo Fellini". ?ste elogiaba al inventor del comisario Maigret porque hab¨ªa sabido "interesarse por los problemas" de esos que Simenon denominaba hombrecillos, mientras Fellini reconoc¨ªa " la exasperante sensaci¨®n" de no haberse preocupado nunca por otro que no fuese ¨¦l mismo. Simenon, no en vano 17 a?os mayor que Fellini, le quitaba importancia al narcisismo felliniano: "?Puede estar tranquilo, porque los otros son siempre yo!".
El secreto de esa larga admiraci¨®n mutua no s¨®lo debe descansar en la val¨ªa de sus respectivas obras, sino tambi¨¦n en el hecho de que el uno era espectador, y el otro, lector, pero nunca entremezclaron sus papeles. Ni Simenon quiso ser adaptado por Fellini ni ¨¦ste se lo propuso, pero tampoco nunca el novelista intent¨® inventar personajes exuberantes, pr¨®ximos a las distintas variaciones de I vitelloni.
La vanidad donjuanesca hubiese podido enfrentarles, pero la edad les protegi¨® de la rivalidad. Cuando Simenon dec¨ªa haber pose¨ªdo 10.000 mujeres si contaba desde los 13 a?os y medio, y entre las cuales inclu¨ªa a 8.000 prostitutas, eso era para concluir que su carrera de Casanova hab¨ªa sido un fracaso: "No es porque buscamos el contacto humano, que lo encontramos. Lo que de verdad se encuentra es el vac¨ªo". No otra cosa hallaba al final Donald Sutherland de Fellini encarnando al caballero Giacomo Casanova, ese "playboy de provincias que lleva la contabilidad estad¨ªstica de sus amores".
En esos 20 a?os de amistad epistolar hubo pocos encuentros. En un caso, porque Fellini emprende el viaje, pero el azar le conduce a un hotel que le recuerda el hospital del Dr. Mabuse; en otro, porque el rodaje se avanza; en otro, porque se retrasa o simplemente porque se complica. Para Simenon, viajar ya no era un placer, y ¨¦l esperaba en su Lausana de adopci¨®n, escribiendo un diario porque ya no ten¨ªa fuerzas para seguir creando personajes. En 1977 se encuentran de nuevo frente a frente y Simenon, despu¨¦s de calificar al Papa de chantajista, se muestra esc¨¦ptico respecto a la posibilidad de mejorar no el mundo, sino el hombre. Fellini coincide con ¨¦l, pero cree que hay espejismos que ayudan a vivir: "Usted y yo s¨®lo hemos contado fracasos. Todas las novelas de Simenon son la historia de un fracaso. Y las pel¨ªculas de Fellini, ?acaso son otra cosa? Pero lo que yo quiero decirle es que cuando se cierra uno de sus libros, incluso si acaba mal, y, en general, acaban mal, se ha hallado en ¨¦l una energ¨ªa nueva. Creo que el arte es eso, esa posibilidad de transformar el fracaso en victoria; la tristeza, en felicidad. El arte es el milagro..."
Mi querid¨ªsimo Simenon:
Voy a contarle otra cosa para indicarle qu¨¦ enriquecedor ha sido, para m¨ª, el encuentro con su imaginaci¨®n y su creatividad. Un peque?o sue?o que tuve hace dos a?os, antes de empezar Casanova. Atravesaba una ¨¦poca negra. Inercia, des¨¢nimo, marasmo, odio hacia esta pel¨ªcula, la sensaci¨®n de que me hab¨ªa metido en un buen jaleo, noches enteras discutiendo, so?ando despierto sobre la manera de escabullirme de mis compromisos sin causar demasiados estragos. ?Qu¨¦ tengo yo que ver con Casanova?, me dec¨ªa. ?Qu¨¦ s¨¦ yo del siglo XVIII? Nunca he podido soportar los grabados amanerados ni las pelucas blancas. Adem¨¢s, ?c¨®mo voy a arregl¨¢rmelas para rodar una pel¨ªcula en un idioma que no es el m¨ªo? Consultas con los abogados, kil¨®metros de papeles escritos, y luego rotos, con el fin de intentar ablandar al productor, rabietas tremendas contra los que pretend¨ªan tranquilizarme. Me sent¨ªa prisionero, encadenado, condenado a hacer una pel¨ªcula profundamente ajena a mi temperamento, mi imaginaci¨®n, un personaje que no me pertenec¨ªa, que no me era simp¨¢tico...Total, una noche sue?o que me despierto a causa del repiqueteo constante de una m¨¢quina de escribir. Me doy cuenta de que me he quedado dormido en un enorme jard¨ªn humedecido por el roc¨ªo, con grandes plantas cargadas de hojas de color verde intenso. Al fondo, en el centro del c¨¦sped, hay una construcci¨®n en forma de torre. El ruido de la m¨¢quina procede de all¨ª. Me acerco y ya no se oye ning¨²n ruido. Me alzo sobre las puntas de los pies, me asomo por una ventana circular y descubro una habitaci¨®n, encalada como una celda, en la que est¨¢ un hombre, un monje, que hace algo que no puedo ver porque me da la espalda. Est¨¢ sentado, y a sus pies, en el suelo, hay una decena de ni?os y ni?as muy simp¨¢ticos, que r¨ªen, bromean, le tocan las sandalias, el cord¨®n de su sayal. Al final, el hombre se da la vuelta: es Simenon. De su ment¨®n cuelga una barbita blanca, pero me doy cuenta enseguida de que es un postizo, una barba de disfraz. Asombrado, incluso un poco decepcionado, no hallo ninguna explicaci¨®n hasta que oigo, a mi lado, una voz que me dice: "Es falsa". Por supuesto que es falsa. No es un anciano. Al contrario, es muy joven. Mucho m¨¢s joven que antes. "?Y qu¨¦ hace?", pregunto. "Pinta su nueva novela. ?Lo ves? Ya ha pintado m¨¢s de la mitad. Es una novela magn¨ªfica sobre Neptuno". La voz se desvanece y esta vez me despierto de verdad. No quiero enzarzarme en explicaciones m¨¢s o menos procedentes (olvido decirle que, en esa ¨¦poca, entre mis motivos de depresi¨®n se encontraba la desagradable conciencia de haber franqueado la barrera de los 55 a?os y empezar a deslizarme inexorablemente hacia los sesenta), pero lo que es indudable es que, a la ma?ana siguiente, sent¨ª que mi tensi¨®n disminu¨ªa, la pel¨ªcula me parec¨ªa menos detestable y me puse a trabajar. Hice la pel¨ªcula. ?La dificultad del ingl¨¦s? Si, en mi sue?o, Simenon pod¨ªa incluso "pintar" sus novelas, ?por qu¨¦ no pod¨ªa yo rodar una pel¨ªcula en una lengua que no es la m¨ªa? ?Y el hecho de que el personaje me fuera ajeno? ?Esa lejan¨ªa que sent¨ªa respecto a Casanova? S¨ª, es verdad, era un personaje que me resultaba extra?o, que sent¨ªa muy alejado, pero, al mismo tiempo, era un personaje que viv¨ªa profundamente dentro de m¨ª, exactamente como Neptuno, dios de los abismos marinos. En resumen, mi querid¨ªsimo amigo: Simenon, se?or de la vida y la creatividad, pertenece a la mitolog¨ªa on¨ªrica e interviene como un sant¨®n para hacer milagros. Perdone esta verborrea deslavazada y gracias de todo coraz¨®n. Buena suerte. Su Federico Fellini. Via Margutta, 110, Roma.Federico Fellini
Mi querido Fellini:
He sentido gran emoci¨®n al recibir su carta. Por un momento confi¨¦ en verle en Suiza, pero comprendo muy bien sus reacciones y su huida. Todo lo que me dice me conmueve profundamente, porque, a pesar de mis setenta y tres a?os y medio, todav¨ªa me considero y me siento un chiquillo. Usted es probablemente, en el mundo, la persona con la que siento unos v¨ªnculos m¨¢s estrechos en el terreno de la creaci¨®n. En un prefacio intent¨¦ decirlo, aunque torpemente. Me gustar¨ªa que comprenda usted hasta qu¨¦ punto me siento pr¨®ximo, no s¨®lo como artista, si es que puedo emplear esa palabra que no me agrada, sino como hombre y como creador. Tanto usted como yo seguimos siendo, y conf¨ªo en que seguiremos siendo hasta el final, ni?os grandes que obedecen a impulsos internos y, con frecuencia, inexplicables, m¨¢s que a reglas que no poseen significado para m¨ª ni para usted. Todav¨ªa menos para usted que para m¨ª, debido a lo que conservo de mi infancia, cuando era un ni?o amable y obediente, como con una especie de timidez. Usted, en cambio es un lanzado. Yo intento serlo desde hace algunos a?os, es decir, desde que dej¨¦ de escribir novelas, pero es posible que ahora, como un carnero enfurecido, est¨¦ exagerando, sin encontrar el justo medio. El sue?o que me cuenta se parece a alguno de los m¨ªos, pero casi me inquieta haber desempe?ado un papel tan importante en ¨¦l y haber participado, aunque sea m¨ªnimamente, en su creaci¨®n del Casanova. Yo tambi¨¦n conozco momentos en los que no hay m¨¢s que vac¨ªo, y en cien ocasiones he sentido la tentaci¨®n de no escribir m¨¢s. En mi opini¨®n, es algo relacionado, tanto para usted como para m¨ª, con el hecho de experimentar periodos de depresi¨®n en los que nos sentimos, por as¨ª decir, in¨²tiles y vac¨ªos. Por fortuna, usted, sobre todo usted, se recupera siempre y, cuanto m¨¢s hundido se siente en un momento, m¨¢s arriba vuelve a subir. Creo, sin querer hacer de cr¨ªtico ni analista, que se trata de algo totalmente natural, y estoy dispuesto a jurar que le ocurr¨ªa con frecuencia a alguien como Miguel ?ngel o Leonardo da Vinci. Le admiro desde sus primeras pel¨ªculas, pero lo que m¨¢s admiro es que se haya deshecho de todas las obligaciones, todos los tab¨²es, todas las normas. En el mundo del cine actual, usted es ¨²nico, y en el fondo de su alma lo sabe. Y precisamente el hecho de no tener igual es la raz¨®n de que, en ocasiones, se sienta solo y sin confianza en s¨ª mismo. Mi querido Fellini, siga regal¨¢ndonos obras maestras, contra viento y marea, con su profunda intuici¨®n, mientras otros nos fabrican pel¨ªculas a medida. Espero que alg¨²n d¨ªa volvamos a encontrarnos, de coraz¨®n a coraz¨®n, porque le considero personalmente como un hermano. Y por eso le env¨ªo un abrazo fraternal. Y tambi¨¦n a Giulietta. Fielmente suyo, tanto en el afecto como en relaci¨®n con su obra.Georges Simenon
Querido Fellini, hermano:
Probablemente deber¨ªa escribir "hijo m¨ªo", dada nuestra diferencia de edad. Pero, como puede comprender, empleo la palabra "hermano" en otro sentido. Hay dos hombres a los que doy ese nombre, y el otro es, por el contrario, mayor que yo; me refiero a Jean Renoir, al que conoc¨ª antes de 1930, cuando todav¨ªa luch¨¢bamos, mano a mano, por lo que entonces se llamaba el cine de vanguardia, una lucha que, en varias ocasiones, supuso que nos llevaran a la comisar¨ªa. Si me permito establecer un paralelismo entre ¨¦l y usted es, en primer lugar, porque, por muy lejos que nos encontremos desde el punto de vista geogr¨¢fico, nunca he tenido la impresi¨®n de que nuestras relaciones puedan sufrir por ello, igual que me ocurre con Renoir, que vive desde hace a?os en California.Entre ustedes dos y yo existe un v¨ªnculo sobre el que, tal vez, exagero, pero en el que creo sinceramente. En dos formas art¨ªsticas diferentes, perseguimos el mismo objetivo: un conocimiento m¨¢s ¨ªntimo del hombre, por no decir de la humanidad. Y lo hacemos de una misma forma, que podr¨ªamos denominar anti-intelectual. Creo que ya le he dicho que usted es, como yo, un instintivo, y lo que ha ido registrando de forma involuntaria desde la infancia, lo que sigue registrando de forma involuntaria en la actualidad, lo presenta con una fuerza que hace que sus obras sean universales. A menor escala, lo mismo me ocurre a m¨ª. Y lo mismo le ha ocurrido, toda su vida, a Jean Renoir. Somos una especie de esponjas que absorbemos la vida sin saberlo, y que luego la devolvemos transformada, sin ser conscientes del trabajo de alquimista que se ha producido en nuestro interior. En nosotros, es una cuesti¨®n relacionada con la magia. Usted es el m¨¢s grande de nosotros tres. Pero s¨¦, por experiencia, cu¨¢ntas angustias implica esta forma de crear, cu¨¢ntos des¨¢nimos y, al final, cu¨¢ntas satisfacciones y cu¨¢nto alivio. Gracias por su estupenda carta del 30 de octubre. Le siento muy cercano, a pesar de la distancia, pero me regocijo de que una ocasi¨®n cualquiera pueda reunirnos. Entonces podr¨¦ expresarle mejor mi admiraci¨®n, mi afecto y mi agradecimiento de amigo a Giulietta, que le ayuda a llevar la carga de una creaci¨®n perpetua.Su fiel Georges Simenon
Mi querido Simenon:
Y yo, ?qu¨¦ he hecho durante todo este tiempo? He hecho una pel¨ªcula corta; se llama Prova d"orchestra, y en ¨¦l he querido contar la atm¨®sfera, la confusi¨®n, los intentos, los esfuerzos de un grupo de m¨²sicos para lograr reproducir ese momento de armon¨ªa prodigiosa que es la expresi¨®n musical. Desde luego, junto a los m¨²sicos hay un director de orquesta que comprende, en la dif¨ªcil dial¨¦ctica de esa relaci¨®n, que el objetivo com¨²n, que deber¨ªa ser hacer m¨²sica, queda reprimido, apartado, desconocido, ignorado. En esta obrita, como es natural, tambi¨¦n suceden otras cosas; pero lo que no cre¨ªa haber incluido, y nunca tuve intenci¨®n de incluir, son los significados, las ideas, la "simbolog¨ªa" que han desencadenado las encendidas pol¨¦micas alimentadas por pol¨ªticos, ministros, periodistas, soci¨®logos, sindicalistas, incluso los empresarios... un barullo para el que no estaba preparado y que me desorienta y me intimida. Acab¨¦ por huir y he vuelto a refugiarme aqu¨ª, en Cinecitt¨¤, donde he regresado a la preparaci¨®n de La ciudad de las mujeres, una pel¨ªcula que estaba ya en marcha desde el a?o pasado y que hab¨ªa interrumpido exactamente durante el periodo navide?o.Intento volver al trabajo, sin demasiadas energ¨ªas. ?Qu¨¦ film tan extra?o! O, mejor dicho, ?qu¨¦ extra?o lo que me ocurre con este film! Es la primera vez que me siento tan inerte, tan vac¨ªo, como un desconocido en relaci¨®n con un proyecto que debo llevar a cabo. Y, a su vez, la pel¨ªcula se me muestra indiferente e inaccesible, encerrada en su naturaleza opaca y compacta. Nos menospreciamos mutuamente. Evitamos encontrarnos. Mientras tanto, en los estudios, se van construyendo los decorados d¨ªa a d¨ªa, mis colaboradores se afanan con su fervor habitual mientras que yo tengo, sin cesar, la sensaci¨®n de ocuparme de algo con un despego y una tranquilidad irresponsables, como si lo hiciera por cuenta de otro, alguien que va a arreglar todo cuando venga, que quiz¨¢ decida, de forma expeditiva, que no se hace la pel¨ªcula; al menos, eso es lo que deseo y aguardo.En cualquier caso, el ¨²nico sentimiento que tengo la impresi¨®n de experimentar respecto a toda esta historia es la curiosidad de saber c¨®mo y qui¨¦n va a terminar esta pel¨ªcula. Desde luego, no yo. Con esto acabo, no quiero aburrirle m¨¢s con mis jeremiadas de costumbre. Para las fiestas de Navidad, Giulietta y yo hemos pensado pasar unos d¨ªas en casa de los Keel, en Zurich. Aprovechando la ocasi¨®n, si le apetece, iremos a verles a ustedes, y estaremos alg¨²n tiempo en su compa?¨ªa. Dele mis mejores recuerdos a Th¨¦r¨¨se; le env¨ªo un abrazo afectuoso, mi querido amigo de siempre,Su Federico Fellini
Mi querido Fellini:
Me piden que a?ada mi d¨¦bil voz a las numerosas, incluso oficiales, que, del Lincoln Center de Nueva York a Venecia, en todo el mundo, reconocen por fin tu genio. Un t¨¦rmino que no me agrada, porque es demasiado vago y se utiliza para demasiada gente. Por mi humilde parte, a quien me pregunte qu¨¦ es un creador (?¨¦sa es la palabra genuina!), le responder¨¦ sin dudarlo: f¨ªjese en Fellini. Porque eres t¨² el prototipo de los creadores. Nunca has imitado a nadie. Nunca has seguido ninguna moda. Nunca has adaptado la obra de ning¨²n novelista, un poeta o un guionista titulado. Ni has seguido -todav¨ªa menos- los consejos "acuciantes" de los productores ni has tenido en cuenta los gustos cambiantes del p¨²blico.Tus pel¨ªculas son todas distintas, porque responden a tus preocupaciones, tus angustias, tus obsesiones del momento. Porque, como todos los creadores, en todas las artes, lo que expresas, tal vez sin saberlo, son tus obsesiones, a veces dolorosas. Un creador no es jam¨¢s un hombre tranquilo. Estoy seguro de que t¨², cuando trabajas, no sabes a d¨®nde te va a llevar tu exorcismo. Y por eso, en mi opini¨®n, eres tan grande, el prototipo, como he dicho, del creador para el que crear es una necesidad nunca satisfecha y siempre urgente.?Est¨¢s de acuerdo conmigo? ?Me equivoco? En todo caso, puedes estar seguro de mi viejo y fiel afecto y de mi admiraci¨®n. Me deslizo entre la multitud que te rodea para darte un abrazo de hermano, Georges Simenon
Querido Simenon:
He recibido con enorme retraso tu telegrama de felicitaci¨®n (?me parece que los correos que llevaban el correo a caballo en 1800 eran m¨¢s r¨¢pidos!), que me ha alegrado y, al mismo tiempo, me ha hecho sentirme culpable porque hace mucho tiempo que no te escribo, y el v¨ªnculo que conservo contigo existe s¨®lo en la imaginaci¨®n, en el sentimiento y en la relectura de alguno de tus libros, cosa que se produce con frecuencia. En la edici¨®n de Adelphi he le¨ªdo L"homme qui regardait passer les trains, que no conoc¨ªa y que me ha parecido muy hermoso. Bravo, gran Simenon, nunca dejas de sorprenderme, de ser el est¨ªmulo m¨¢s extraordinario y poderoso para vencer todas las dudas y seguir trabajando, haciendo, enredando, aceptando con alegr¨ªa y resignaci¨®n las cosas tal como son. He terminado otra peque?a pel¨ªcula y quer¨ªa hablarte de ella, cosa que har¨¦ en una pr¨®xima carta que deseo escribirte sin que pase tanto tiempo. Te env¨ªo un abrazo muy afectuoso, querido amigo, y los mejores deseos de Giulietta para ti y para Th¨¦r¨¨se.FraternalmenteTu amigoFederico Fellini
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