Corrupci¨®n "amateur"
EL COMIT? Ol¨ªmpico Internacional (COI) se dispone a expulsar a nueve de sus miembros, acusados de corrupci¨®n por, presuntamente, haber aceptado regalos para favorecer, en la votaci¨®n celebrada en 1995, la candidatura de Salt Lake City (Estados Unidos) como sede de los Juegos de Invierno del 2002. Este esc¨¢ndalo se une al problema del dopaje, que tambi¨¦n tendr¨¢ que abordar pr¨®ximamente el COI. Ambas cuestiones han venido a remover las aguas del olimpismo, que siempre ha intentado mantenerse a resguardo de los focos para que no se notasen sus debilidades; sobre todo el anacronismo de su funcionamiento interno, en contraste con el futurismo de sus realizaciones.El COI hab¨ªa fundamentado su prestigio en la defensa y gesti¨®n de lo que representaban los cinco aros ol¨ªmpicos, la esencia del deporte: el esfuerzo limpio, la solidaridad, la hermandad entre los seres humanos, la competencia seg¨²n unas normas ¨¦ticas. Pero de un tiempo a esta parte esos cinco aros no han parecido otra cosa m¨¢s que el logotipo comercial de una de las m¨¢s solventes empresas, capaz de subastar derechos audiovisuales multimillonarios, capaz incluso de hacer competir a Gobiernos de todo el mundo y de imponerles una riguros¨ªsima lista de exigencias en aras de la venta de su mejor producto, los Juegos Ol¨ªmpicos.
El COI sufre tambi¨¦n las consecuencias de la transformaci¨®n del deporte en un inmenso mercado del ocio, susceptible de movilizar audiencias impresionantes en todos los rincones del planeta y, por extensi¨®n, de propiciar una industria a su alrededor que se puede considerar ya, en t¨¦rminos globales, como uno de los sectores empresariales m¨¢s potentes. El COI a?ade a este problema, que en otra medida est¨¢n sufriendo otras organizaciones deportivas (la FIFA y la UEFA, sin ir m¨¢s lejos), una forma de organizaci¨®n y representaci¨®n muy peculiar: los miembros del COI son elegidos a dedo y permanecen de forma vitalicia en el cargo. De alguna manera, el COI manten¨ªa el amateurismo en su organizaci¨®n interna, un amateurismo que se ha revelado anacr¨®nico.
Los dirigentes deportivos argumentaban desde antiguo que la independencia de las grandes organizaciones deportivas garantizaba la pureza de las competiciones ante la amenaza de la comercializaci¨®n rampante del deporte y de su utilizaci¨®n pol¨ªtica. La experiencia de las ¨²ltimas d¨¦cadas ha demostrado que estos organismos han conseguido en muchas ocasiones eludir cualquier tipo de control (no es casual que muchas entidades internacionales se radiquen en Suiza), no han sabido evitar las tentaciones de politizaci¨®n y han terminado por convertirse en centros de poder que perpetuaban ciertos privilegios de sus dirigentes.
El COI ha intentado solventar la evidencia del tr¨¢fico de votos e influencias en la elecci¨®n de una sede ol¨ªmpica con el anuncio de una serie de destituciones entre sus miembros, pero no parece que vaya a ser suficiente. El COI pretende mantener sus privilegios y cerrar el caso con una investigaci¨®n interna. Pero los tiempos han cambiado incluso en eso: el propio FBI est¨¢ presente en la investigaci¨®n de los sobornos de dirigentes africanos por parte de los representantes de la candidatura de Salt Lake City, al igual que la polic¨ªa francesa sigue actuando activamente en su particular forma de entender la lucha contra el dopaje.
Tanto en un caso (la corrupci¨®n) como en el otro (el dopaje) queda en cuesti¨®n que el deporte quiz¨¢ ya no puede estar regido de forma aut¨®noma y privilegiada por organismos presuntamente amateurs que pretendan dirigir un fabuloso negocio ajenos a controles gubernamentales y a una forma profesional y democr¨¢tica de organizarse. Los tiempos demandan control y profesionalizaci¨®n tambi¨¦n para los dirigentes deportivos. Parece llegado el fin de un amateurismo que s¨®lo beneficiaba ya a unos pocos.
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