?Son de los nuestros?
Dec¨ªa Gila, despu¨¦s de narrar las quejas suscitadas por algunas atrocidades festivas propias del macizo de la raza celtib¨¦rica que "si no saben aguantar las bromas, que se vayan del pueblo". Ahora llegan noticias de un guardia civil de la casa cuartel de Eibar con quemaduras de segundo y tercer grado en las piernas, causadas por botellas incendiarias lanzadas como fino obsequio por varios encapuchados. ?Cu¨¢nto falta para que escuchemos que la presencia de la Guardia Civil es una provocaci¨®n y que si no saben aguantar los c¨®cteles m¨®lotov que se les arrojan es mejor que se vayan del Pa¨ªs Vasco? Adem¨¢s, si la Guardia Civil se hubiera retirado a tiempo el funcionario de prisiones Jos¨¦ Antonio Ortega Lara seguir¨ªa todav¨ªa bajo los exquisitos cuidados que le prodigaban esos ejemplares jatorras que vimos tan jactanciosos durante el juicio oral seguido en la Audiencia Nacional por su valerosa acci¨®n.En esa misma l¨ªnea, la de reconvenirnos a todos para que sepamos aguantar las bromas de la kale borroka, parecen estar las benevolencias dispensadas por Xabier Arzalluz, presidente del PNV, a las acciones de violencia callejera registradas en Euskadi y protagonizadas por los jarrais y otros afines encuadrados en las siglas del llamado MLNV. Arzalluz primero tild¨® de poco viriles a los cuadros vascos del PP a quienes se hab¨ªa dejado previamente sin protecci¨®n policial. En seguida, el burukide exhibi¨®, como contraste favorable, su aguante ante una antigua amenaza recibida con la firma de un edil c¨¢ntabro, que ¨¦l supo sobrellevar sin dar tres cuartos al pregonero, excepto al presidente Aznar cuando le visit¨® en Moncloa. Mucho antes Arzalluz se hab¨ªa mostrado condescendiente con los que sacuden el ¨¢rbol y facilitan as¨ª la recolecci¨®n. Pero conviene atender con cuidado el desarrollo de esta ¨²ltima secuencia incendiaria porque, como otras muchas anteriores desde que gobierna Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, se lleva a cabo descartando la brocha gorda, mediante muy cuidadas y finas pinceladas.
Veamos el esquema. Incendian locales de militantes del PP y concentran a sus energ¨²menos ante los domicilios particulares de los concejales de la gaviota, mientras el nuevo lehendakari recibe sin aspavientos votos de Euskal Herritarrok que tienen la misma procedencia y que son muy buenos para la investidura. Entonces, hay un turno para el lamento a cargo preferentemente de Carlos Iturgaiz, presidente del PP en el Pa¨ªs Vasco, con pasada por los telediarios. Se ve tambi¨¦n al delegado del Gobierno interes¨¢ndose por los da?os y los heridos causados y a Rosa D¨ªez o a Nicol¨¢s Redondo dejando constancia de su solidaridad con los damnificados. Enseguida, los Egibar de turno reclaman objetividad y aluden a la injusta situaci¨®n que viven los presos y sus familias por el incumplimiento que el ministro Jaime Mayor hace de las leyes penitenciarias aplicables al caso de sus pupilos y de paso arrean un zurriagazo a los socialistas identific¨¢ndolos con el crimen de Estado en todas sus versiones y neg¨¢ndoles el derecho a expresarse. Entretanto, los diputados peneuvistas acreditan una admirable disciplina acudiendo a votar cuanto se les dice en el Congreso. Lo mismo da que sean los Presupuestos Generales, la Ley de Acompa?amiento, la declaraci¨®n del f¨²tbol como materia de inter¨¦s general, la implantaci¨®n de un descodificador ¨²nico para la televisi¨®n digital made in Cascos o cualquier otra cuesti¨®n que gusten mandar en Moncloa, cuyo residente, Aznar, es preservado de cualquier inquina procedente del PNV porque, a su vez, el presidente evita cualquier descalificaci¨®n directa y nominal a los agresores. ?Viva el esqu¨ª de fondo!
En las sociedades bien constituidas los asesinos suscitan el repudio y la polic¨ªa debe protegerles de algunas manifestaciones primarias que en caliente propenden al linchamiento. Adem¨¢s, cuando los asesinos forman parte de una banda organizada lo primero es recluirles donde menos puedan seguir colaborando con el crimen y donde mejor puedan recuperar su autonom¨ªa personal fuera de disciplinas impuestas. La distancia al lugar del crimen act¨²a en esos casos en favor del criminal que es el primero en desearla y le brinda un clima benigno para su recuperaci¨®n y su posterior reinserci¨®n social, objetivos ¨²ltimos de toda pol¨ªtica penitenciaria. ?Qu¨¦ pasa en el Pa¨ªs Vasco, en Marbella o en Guadalajara, para que por encima de la condici¨®n de delincuentes, o de la actitud de compasi¨®n de Concepci¨®n Arenal, prevalezca la idea elemental de que por ser de los nuestros merecen nuestra solidaridad?
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