Cronolog¨ªa vasca
Si se convocase un concurso, estar¨ªa muy disputado el t¨ªtulo de campe¨®n en deseos de dejar de hablar, y de o¨ªr hablar, de Euskadi. Sin embargo, en ese territorio hay personas que se sienten con derecho a perseguir a quienes no comparten la fe nacionalista, y ser¨ªa inmoral callar. El objetivo del terrorismo, de alta o baja intensidad, es provocar el desistimiento de la mayor¨ªa; esa reacci¨®n, producto del hast¨ªo en no menor medida que del temor y la desesperanza, que se expresa mediante frases del tipo: "Que les den lo que pidan y nos dejen en paz".Algunos acontecimientos recientes hacen que cunda el des¨¢nimo: "Estamos peor que antes" (de la tregua). Ese desencanto es fruto de un malentendido. El de creer, contra toda evidencia, que todos los problemas tienen soluci¨®n. Es decir, que un d¨ªa desaparecen. Pero los problemas pol¨ªticos se transforman, no desaparecen. La tregua significa que llevamos seis meses sin atentados mortales, y eso es estar en una situaci¨®n infinitamente mejor que la anterior, aunque los que trataban de imponerse por la fuerza no hayan desistido. Se sienten con derecho a seguir, y quienes podr¨ªan hacerles dudar m¨¢s bien les tranquilizan.
Entre 1995 y 1998 se registraron en el Pa¨ªs Vasco 325 ataques contra sedes de partidos y contra coches, casas o negocios de afiliados. De ellos, 142, cerca de la mitad, fueron dirigidos contra el PNV. En un documento de KAS conocido como Karramarro 2, parcialmente recogido en algunos libros recientes sobre ETA, se hace un balance de los efectos de la ofensiva contra el nacionalismo tradicional: "La izquierda abertzale ha logrado remover en cierta medida la posici¨®n del PNV, tanto mediante la incidencia pol¨ªtica de ETA, llevando a cabo acciones muy selectivas en contra de la Ertzaintza, como gracias a la presi¨®n de la kale borroka"(...) Nuestro an¨¢lisis y objetivo pol¨ªtico con respecto al PNV es lograr que deje de ser un obst¨¢culo a?adido al conflicto que nos enfrenta contra el Estado espa?ol, y no estigmatizar ese partido como enemigo perpetuo". El escrito se difundi¨® a comienzos de 1997.
En febrero de dicho a?o el PNV aprobaba su "Documento sobre la pacificaci¨®n", en el que se plasmaba el giro hacia la negociaci¨®n que culminar¨ªa en las conversaciones de 1998 y el Acuerdo de Lizarra. Entre 1997 y 1998 el n¨²mero de agresiones contra el PNV se redujo de 50 a 13, el mismo que contra el PP; y de esos 13 casos, ocho se produjeron en la semana que sigui¨® a la muerte en enfrentamiento con la Ertzaintza de la activista Ignacia Zeberio.
Tras la tregua, seg¨²n ha informado recientemente Iturgaiz, se han producido 48 actos de violencia o intimidaci¨®n contra miembros del PP vasco. Es una paradoja que los sabotajes de la segunda l¨ªnea de las organizaciones terroristas -lo que los italianos llaman violencia difusa precisamente por su car¨¢cter aleatorio- se manifieste en Euskadi como violencia selectiva: afecta exclusivamente a los no nacionalistas, especialmente a los del PP.
No es cierto por tanto que nada ha cambiado, como dicen los m¨¢s pesimistas; antes los amenazados eran todos los ciudadanos y ahora s¨®lo los no nacionalistas. Pero tampoco es cierto que todo ha cambiado, como dicen los nacionalistas. En realidad el PNV dice dos cosas contradictorias: que el abandono de las armas por parte de ETA es irreversible, lo que justifica la opci¨®n por un Gobierno nacionalista con apoyo parlamentario de Euskal Herritarrok; y que no es definitivo, por lo que el Gobierno espa?ol debe moverse -presos a Euskadi, negociaci¨®n pol¨ªtica- para evitar la vuelta a las andadas.
Los nacionalistas desean con todo su coraz¨®n que cesen las amenazas contra sus vecinos del PP, pero contemplan con alivio la confraternizaci¨®n de sus l¨ªderes con los de Euskal Herritarrok: piensan que eso les pone a cubierto, y quieren garant¨ªas de que la cosa seguir¨¢ por el buen camino; y hasta est¨¢n dispuestos a movilizarse exigiendo que se acuerden las contrapartidas necesarias para que no regresen los tiempos en que todos estaban amenazados. Tambi¨¦n agradecen que sus dirigentes les tranquilicen minimizando las agresiones como "chiquilladas". Y les incomodan los aguafiestas que dicen que el precio de la paz no puede ser la persecuci¨®n de los que no comparten su fe.
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