Entrevista con el euro
MARTA SANTOS Por Jacques Ordure, periodista financiero. A?o 2003. El euro viene hacia m¨ª vestido con sencilla gabardina multibolsillos. Estamos en el coraz¨®n de Par¨ªs, en la plaza de la Contrescarpe, y hace un fr¨ªo considerable. El euro, sin embargo, no lo siente. Bien abrigado, comido y trasegado, se sienta y, con gesto amable, pide un chocolate a la francesa. Euro. Menuda ma?anita. Ordure. D¨ªgamelo a m¨ª que acabo de llegar de Espa?a. E. ?Espa?a? ?Espa?a? D¨¦jeme que piense.... Ah, s¨ª. Ese pa¨ªs. Por ah¨ª abajo. ?Y qu¨¦ tal??Ha visto muchas corridas? ?Sigue aquel asunto del torero y Ava Gardner? O. No. Ya no hablan de toros. Ni de f¨²tbol, cosa curiosa. Ni de mujeres, los hombres. Ni de hombres, las mujeres. Ni de libros o m¨²sica o viajes o cine o moda o asuntos del coraz¨®n. E. (Asombrado). ?De qu¨¦ hablan, entonces? O. De usted. E. (Halagado, se reclina en el respaldo y hace crujir los nudillos. Se relame el bigotillo manchado de chocolate). Oh... De m¨ª.... ?Y qu¨¦ dicen? O. Que es usted un cerdo. Un infame bastardo, la hez de la sociedad, un s¨²cubo del Averno; en definitiva, carro?a. E. (L¨ªvido, espantado). ?No puede ser! ?Qu¨¦ me dice! ?Si soy amado, querido, anhelado, deseado por los corazones de todos los europeos, aunque lleven patillas y peineta! O. Lamento decepcionarle, pero no. Tengo fuentes bien informadas. E. ?Cu¨¢les, cu¨¢les? O. Las casas, los mercados sobre todo. Ah¨ª, querido amigo, se oye cada cosa... E. ?Qu¨¦? ?Cu¨¢l? O. Se oye: "D¨¦me un pepino". "Tenga. Son cero coma uno uno dos euros". "?V¨¢yase a la pu?etera mierda y m¨¦tase el pepino donde le quepa!". E. (Conmovido). ?Oh! O. En un banco presenci¨¦ una escena horripilante. Un ancianito con boina se acerc¨® a la ventanilla y, con su boquita desdentada, dijo: "Dame mi pensi¨®n, bonita". La cajera contest¨®: "Tenga, caballero. Son doce euros y medio". El anciano cay¨® fulminado. Cr¨¦ame, es cierto: la boina se le desintegr¨®. E. (Con terror). ?Qu¨¦ pas¨®? ?Muri¨®? O. No s¨¦. Me fui cuando lleg¨® la ambulancia. El anciano s¨®lo repet¨ªa: "Ni para pipas, ni para pipas, ni para pipas...". Fue sobrecogedor. E. (Se queda pensativo. Medita. Sorbe chocolate) ?Y los empresarios? ?Qu¨¦ dicen los empresarios? O. Est¨¢n de usted hasta el mo?o. Los mandos medios y cuellos blancos est¨¢n hartos de ser sustitu¨ªdos por alemanes sacados de una ¨®pera de Wagner que exhiben la dentadura y dicen: "Tenga cincuenta y siete euros coma cuatro y qu¨¦dese con la vuelta, mein liebe". Est¨¢n hartos de que fusionen sus empresas con las danesas y belgas y que el pasillo de la mercer¨ªa se les llene de extranjeros que venden el hilo al peso y ponen las sillas con sim¨¦trica perfecci¨®n. Est¨¢n hartos de la subida de los inmuebles, de la bajada del poder adquisitivo, de las empresas que cierran acosadas por las multinacionales. De comprar las patatas por unidades y pagar cada una a siete euros, que es la mitad del sueldo de un oficinista cualquiera. E. Y ante eso ?qu¨¦ se puede hacer? O. Yo en su lugar, nada. Quer¨ªan ser europeos como Erick el Rojo, pues que apechuguen. Hala, sin siesta, sin e?e, sin lentejas con chorizo, sin aceite de oliva y sin sol. Esto ¨²ltimo es confidencial, claro; pero se comenta en la c¨²pula que les van a comprar el sol y lo van a traer por aqu¨ª arriba. E. Conmigo en medio, por supuesto. Faltar¨ªa m¨¢s, parbleau!
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