La ronda
Ni vodevil ni negro. Las relaciones sexuales -hetero, homo, bi- entre los cuatro personajes, sus transformaciones, apenas dan lugar a la intriga, picard¨ªa y enredo del vodevil; el negro es color excesivo, y la groser¨ªa o el poco tremendismo no est¨¢n en ese g¨¦nero que ha dado grandes hombres al humor o al drama. Es m¨¢s bien una ronda, y me refiero a lo primero que me recuerda La ronda (Reigen), de Schnitzler, de la que luego sali¨® una gran pel¨ªcula dirigida por Max Ophuls: en aqu¨¦lla, los personajes se transmit¨ªan de hombre a mujer a hombre el mal sexual de la ¨¦poca, la s¨ªfilis; el juego era la vuelta al principio que cierra el ciclo. El s¨ªmbolo, un anillo. En ¨¦sta el da?o es el sida, y el s¨ªmbolo, brutalmente, un dedo: de ah¨ª la idea de "lo negro". El programa dice que en la obra hay que re¨ªrse del sida, el desempleo juvenil, el desencanto de la izquierda, los contratos basura, el sadomasoquismo o la muerte no pasa de la nota del autor: naturalmente que es posible, siempre que haya talento. Incluso mejor: gracejo, soltura, inteligencia. No lo hay en la obra. Los actores hacen lo posible porque el texto del autor vaya m¨¢s all¨¢ que la suma de unas cuantas palabras groseras, de unos mon¨®logos vac¨ªos, y no lo consiguen. El director resuelve la continuidad mediante unos oscuros o unos meloncillos. Y, en fin, el triste asunto no va m¨¢s all¨¢: salvo la ventaja de recordar la obra de Schnitzler y las que, con m¨¢s o menos inteligencia, se hicieron a su imagen.
Dedos (vodevil negro)
de Borja Ortiz de Gondra. Int¨¦rpretes: Jos¨¦ Luis Santos, Lola Casamayor, Montse D¨ªez, Vicente Colomar. Escenograf¨ªa y vestuario: Tatiana Hern¨¢ndez. Direcci¨®n: Eduardo Vasco. Teatro Olimpia, Centro Dram¨¢tico Nacional.
Babelia
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