Max Aub, turismo y universidad
La coincidencia de la celebraci¨®n de los merecidos homenajes en torno a la figura del novelista y dramaturgo valenciano Max Aub, gentilicio que le corresponde a este autor si se acepta aquella m¨¢xima del refranero popular que postula que se es de d¨®nde se pace con independencia de d¨®nde se nace, y aprovechando la puesta en marcha de los estudios tur¨ªsticos en las universidades del Pa¨ªs Valenciano, resulta enormemente f¨¦rtil consultar las opiniones de este escritor alrededor del turismo, como fuente de estudio que complementa los horizontes para los analistas de esta actividad, que emerge en el presente bajo la concepci¨®n de nueva ¨¢rea de inter¨¦s acad¨¦mico-cient¨ªfico. Max Aub defin¨ªa al turismo como "ese hijo putativo de la historia y el costumbrismo", pues entend¨ªa que el uso franquista del turismo hab¨ªa pervertido las bondades del mismo. Las reflexiones de Aub en su viaje a Espa?a, desde el exilio mejicano en 1969, le plantearon dudas razonables sobre los efectos favorables y virtudes que el desarrollo del turismo pod¨ªa tener para un pa¨ªs de r¨¦gimen dictatorial, que aceptaba la invasi¨®n pac¨ªfica de otras culturas y formas de entender la convivencia, sin admitir pluralidad alguna en su interior. Honestamente, Aub se resist¨ªa a aceptar el papel y las capacidades del turismo, debido al componente propagand¨ªstico que conten¨ªa esta actividad de un r¨¦gimen militar, tal como fue manipulado por la dictadura franquista, a trav¨¦s de campa?as pol¨ªticas donde se trataba de transmitir un aire de normalidad, por medio de la imagen propiciada por crecientes contingentes de turistas que eleg¨ªan el Estado espa?ol para disfrutar de sus vacaciones. Sin embargo, la especializaci¨®n tur¨ªstica de una dictadura, como es la Espa?a que visita Aub, se vio impregnada y parcialmente rebasada por los propios acontecimientos que conlleva el turismo. As¨ª, las costumbres nuevas que trajeron los turistas impulsaron una cierta apertura moral de la sociedad espa?ola, que tambi¨¦n benefici¨® a aquellos ciudadanos m¨¢s concienciados y necesitados de saber, conocer y leer, gracias a la llegada de peri¨®dicos y revistas, que de otro modo nunca habr¨ªan entrado en la Espa?a franquista. Lecturas, moderadas si se quiere, pero ya algo ajenas a la l¨ªnea de pensamiento ¨²nico, que fueron admitidas a fin de salvaguardar las costumbres y exigencias de los visitantes que proporcionaban divisas y salud econ¨®mica al gobierno del general Franco. Ese turismo tambi¨¦n sum¨® en su haber las infraestructuras que se potenciaron con objeto de facilitar el tr¨¢nsito tur¨ªstico, lo que supuso la dinamizaci¨®n de una Espa?a que a¨²n no se hab¨ªa sacudido las reminiscencias de la posguerra, y que progres¨® de la mano del movimiento de visitantes que recalaban en sus incipientes destinos tur¨ªsticos. A Max Aub le costaba aceptar tales hechos, porque sin duda todo ello no aligeraba la pesada carga fascista del Estado espa?ol, pero era una realidad que fue paulatinamente favoreciendo una relativa aurora cultural en Espa?a. Con todo, Aub defend¨ªa con gran raz¨®n el uso partidista y perverso del turismo por parte de los gobiernos de la ¨¦poca, al tratar de apoyar en la afluencia tur¨ªstica la aparente normalidad de una naci¨®n que viv¨ªa de espaldas al desarrollo que acompa?aba a los estados democr¨¢ticos de Europa. Pero, sin duda, el turismo ayud¨® a quebrar, al menos en un margen constatable, la reserva de Occidente que para s¨ª postulaban como preciado atributo los jerarcas del m¨¢s rancio franquismo, si es que es posible adjetivar o graduar los distintos niveles de autoritarismo, reduci¨¦ndose as¨ª en alguna medida el distanciamiento con la Europa progresista. La visi¨®n y aportaciones de Aub en su libro La gallina ciega, constituyen la perspectiva de un viajero del siglo XX, que se une a la de otros ilustrados, tales como Cavanilles en el XVIII o Boix en el siglo XIX (cuyas obras resultan de gran valor para el turismo valenciano), que a su paso por la Espa?a (y Valencia) oscura y uniformada de las postrimer¨ªas de los a?os sesenta, proporciona una imagen y una cr¨ªtica social que contribuye y coadyuva a una mejor comprensi¨®n del turismo, inculcando ideas y lanzando pistas que deben ser aprovechadas por los estudiosos, acad¨¦micos o no, desde sus respectivos ¨¢mbitos de conocimiento. Ese es un lujo irrenunciable que debe ser aprovechado en la fase actual, cuando el turismo, por fin, alcanza el rango cient¨ªfico que en principio debe proporcionarle su condici¨®n de disciplina universitaria, tras su acceso reciente a la Universidad espa?ola y valenciana, convirti¨¦ndose en objeto de novedosos y rigurosos enfoques y estudios. Cualquier aportaci¨®n es v¨¢lida en lo que todav¨ªa se califica de un erial de contribuciones rigurosas, por lo que las valoraciones de Max Aub tienen personalidad propia y merecen un lugar por derecho y para orgullo de (casi) todos los valencianos, en los nuevos esquemas de estudio de la actividad tur¨ªstica, como semilla que contribuya a la cosecha que se espera del turismo en los pr¨®ximos a?os, al menos acad¨¦micamente. Es sabido que los analistas del turismo han venido denunciando la falta de bagaje documental y de seriedad, con reconocibles excepciones, en los tratamientos con los que se ha abordado esta actividad desde un principio, de ah¨ª que no se deba desechar ning¨²n jal¨®n. Por ello, la Historia y la Literatura tambi¨¦n deben formar parte del cuerpo doctrinal que nutra al turismo. La mirada hacia Aub responde al necesario encuadramiento de su obra en esas dos grandes ramas del saber, pero adem¨¢s, este autor comparte, peculiarmente, un distintivo sentimiento de abandono, cuando no de marginaci¨®n, como el que lamentablemente se registra circunstancialmente en el ¨¢mbito tur¨ªstico p¨²blico dentro del Pa¨ªs Valenciano, producto de oportunismos e intereses oscuros y, cabe esperar, pasajeros, por m¨¢s inexplicables que deber¨ªan de resultar tales hechos en la actualidad. Argumentar y defender aquello en lo que se cree no debe ser motivo de exclusi¨®n, ni objeto de persecuci¨®n, aun cuando no concuerden las ideas con las visiones oficiales sobre una actividad econ¨®mica, en este caso concreto respecto a objetivos, medios, proyectos y resultados del turismo regional. Desgraciado castigo que imponen los ap¨®statas. Pero recu¨¦rdese que Cop¨¦rnico tambi¨¦n fue condenado a la hoguera y no por ello dej¨® de girar la tierra sobre s¨ª misma y alrededor del sol; ese astro convertido hoy en recurso tur¨ªstico por antonomasia. De igual modo Max Aub, tras el ostracismo sufrido, ya puede ser le¨ªdo e interpretado y brilla con luz propia.
Vicente M. Monfort Mir es profesor de Econom¨ªa del Turismo en la Universidad Jaume I de Castell¨®n.
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