Guardar las formas
Aznar ha resuelto con una sobria econom¨ªa de medios el problema que le planteaba, dentro del Gobierno, el nombramiento del nuevo secretario general del PP. El dedazo a la mexicana en favor de Javier Arenas implicaba necesariamente su cese como ministro; la ley de acompa?amiento de la crisis incluye como propina la salida del Gobierno de Esperanza Aguirre (sustituida por Mariano Rajoy) y la entrada de Pimentel y Acebes. Si la designaci¨®n de Arenas como secretario general del PP, diez d¨ªas antes de la apertura del XIII Congreso, que deber¨¢ elegirlo formalmente, indica el escaso respeto de los populares por las formas democr¨¢ticas, todav¨ªa mas grave es que la cesada ministra de Educaci¨®n haya sido consolada con el anuncio oficial de su promoci¨®n a la presidencia del Senado, cargo dejado vacante por Barrero tras ser designado candidato del PP para Extremadura: la dignidad del Parlamento y el respeto por las reglas del juego constitucional son incompatibles con la pretensi¨®n de que el jefe del Poder Ejecutivo nombre a los presidentes de las C¨¢maras Legislativas.El pueril deseo de los pol¨ªticos de inscribir sus nombres en el Libro de los R¨¦cords de Guinness carga de significado ¨¦pico haza?as tan modestas como el mantenimiento sin cambios del Gobierno o la duraci¨®n efectiva de la legislatura; realizada ya la primera gesta her¨®ica, Aznar s¨®lo necesita cumplir la promesa de agotar su mandato para opositar al papel de rey Arturo. Parece evidente que la designaci¨®n de Javier Arenas como secretario general del PP est¨¢ relacionada con el apretado calendario de elecciones (europeas, municipales, auton¨®micas de r¨¦gimen general, catalanas, andaluzas, legislativas) de los meses venideros; queda todav¨ªa por saber si el ex ministro de Trabajo ser¨¢ el candidato popular a la presidencia de Andaluc¨ªa. En esa perspectiva, resulta l¨®gica la decisi¨®n de situar al frente del PP, es decir, del aparato encargado de preparar las listas y de dise?ar la campa?a electoral, a una persona como Arenas, capaz de dar cierta verosimilitud a ese viaje al centro que Aznar anunci¨® el pasado verano tras comprobar el reiterado veredicto de las encuestas: la brutalidad demag¨®gica de Cascos y la zafiedad sectaria de Rodr¨ªguez, los dos rostros m¨¢s significados de la derecha autoritaria dentro del PP, segu¨ªan hiriendo la sensibilidad de esos votantes marginales que los populares necesitan para conseguir la mayor¨ªa absoluta. La Segunda Regla de Brown del Liderazgo, una de las c¨ªnicas recetas de pesimista sabidur¨ªa convencional recopiladas por Arthur Bolch en La ley de Murphy (Temas de Hoy, 1998), explica las razones del incoado viraje estrat¨¦gico de Aznar: "La mejor manera de tener ¨¦xito en pol¨ªtica es encontrar una multitud que se dirija a alguna parte y colocarse al frente de ella".
Los objetivos electorales que aconsejaron los leves retoques introducidos por Aznar en el Gobierno hubiesen justificado tambi¨¦n la salida de varios otros ministros, criticados por los errores o las insuficiencias de su gesti¨®n. Desde esa perpectiva, no parece equitatitivo que s¨®lo la cartera de Esperanza Aguirre haya pagado los estropicios, una factura presentada en este caso por Pujol: seg¨²n ese criterio, Arias-Salgado y Margarita Mariscal tambi¨¦n hubiesen debido abonar los abundantes platos rotos en sus departamentos. La continuidad de Cascos como habitante de una vicepresidencia cada vez mas deshabitada desluce el vistoso viaje al centro de Aznar; si bien es cierto que el entrenador-presidente del PP (para utilizar el s¨ªmil futbol¨ªstico empleado por el propio interesado) le mantiene sentado en el banquillo desde hace meses, tambi¨¦n es verdad que no ha aprovechado la crisis de Gobierno para darle la baja. Pese al considerable fortalecimiento de su poder personal, Aznar debe todav¨ªa respetar los equilibrios entre las familias que componene el PP: fraguistas de primera hora como Cascos, Trillo, Del Palacio, Romay y Tocino representan la legitimidad de origen de la vieja Alianza Popular, creada en 1976 para combatir el centro reformista de Su¨¢rez ahora invocado por Aznar. En una situaci¨®n conflictiva an¨¢loga, Felipe Gonz¨¢lez opt¨® por despedir a Guerra del Gobierno y respetarlo como vicesecretario general del PSOE: el tiempo dir¨¢ si la f¨®rmula empleada por Aznar para librarse de Cascos es a la larga m¨¢s o menos eficaz.
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