La guerrilla deja en Freetown un paisaje de muerte y desolaci¨®n
En la capital de Sierra Leona falta de todo: agua, comida, medicinas y, lo m¨¢s importante, paz
El trabajo de Rudolph Hill es la muerte. Manda una partida de 30 hombres que recogen a diario los cad¨¢veres de la vandalizada capital de Sierra Leona. Lleva contabilizados 1.140 en un papel arrugado. Pero deben ser muchos m¨¢s. S¨®lo ha limpiado tres barrios del centro de Freetown, la desolada capital de Sierra Leona. En el este, en el de Kissy, a¨²n hay duros combates. All¨ª se combate casa por casa.
"Son todos hombres y se encuentran en estado de putrefacci¨®n", dice Hill con una mascarilla en la mano. "Est¨¢n desfigurados por los perros y los buitres, tienen heridas de bala o han sido quemados".
Los hombres de Hill se los llevan en camiones para sepultarlos en fosas comunes de seis por seis metros. Nada de nombres o apellidos. S¨®lo n¨²meros que parecen el balance de una pr¨®spera empresa.
Cerca del hospital de Connaught, donde trabaja Hill, no hay gente por la calle. Est¨¢ m¨¢s all¨¢ de la frontera del miedo. Las tropas africanas de interposici¨®n encabezadas por el Ej¨¦rcito de Nigeria (Ecomog) patrullan nerviosas en todo tipo de veh¨ªculos artillados.
Los controles militares y civiles se repiten cada 200 metros. Coches calcinados volcados, piedras amontonadas a modo de barreras, hombres emboscados en traje de camuflaje... Hay p¨¢nico a los francotiradores del Frente Revolucionario Unido (RUF).
"El problema de la guerrilla es que viste de civil y no sabemos qui¨¦nes son. Cualquiera en la capital puede ser un rebelde", asegura al enviado especial de EL PAIS el general Timothy Shelpedi, comandante jefe de Ecomog.
La central de tel¨¦fonos est¨¢ devastada. El edificio fue ocupado el seis de enero. Ayer, por primera vez, las tropas de Ecomog lograron el control total de la zona. En la planta baja hay restos de sangre. En uno de los, despachos, la caja fuerte est¨¢ intacta.
"Buscaban dinero", dice Christopher Williams, "pero no lograron averiguar la combinaci¨®n". Sobre la pantalla de un ordenador se distinguen escritas con un rotulador unas siglas siniestras: RUF.
En el hospital de Connaught, los heridos se hacinan en camastros descolchados. Huele a sudor y a carne podrida. Muchos de los enfermos tienen heridas de bala gangrenadas. Cathysu se acaricia las vendas amarillentas de las piernas. Tiene tres agujeros y le duelen.
"Los guerrilleros llegaron a mi casa y como no ten¨ªa dinero me tirotearon. Mi hermana mu ri¨®", relata el herido.
En frente, una ni?ita de ocho a?os mira con los ojos asustados. Se llama Mabity y no sabe d¨®nde est¨¢n sus padres. El cirujano Jonhston-Taylor viste camiseta de tirantes y suda. Es el ¨²nico de los m¨¦dicos que puede acudir al trabajo pues vive al lado del hospital.
"Necesitamos de todo", dice. "Carecemos de instrumental, de medicinas... Esto es un desastre".
En el Estadio Nacional, en el centro de la ciudad, se arraciman las mujeres y ni?os. Est¨¢n enfermos. Acuden con la esperanza de recibir medicinas o tal vez consuelo. Ayer se abri¨® la ventanilla de la botica. Diecisiete enfermeras y m¨¦dicos se afanan en el reparto.
"La mayor¨ªa tiene malaria, fuertes catarros, diarreas o anemias", dice Eta. El doctor Laubor cree muy posible que existan casos de c¨®lera.
Ramatsu tiene 15 a?os y est¨¢ casi ciega. Hace una cola de cientos de personas en busca de una esperanza. Fatude ocho a?os vende bolsas de agua que se le calientan al sol.
Son cuatro o cinco mil las personas que viven en el estadio pues perdieron sus hogares. En todo caso son muchas menos de las 20.000 del pasado fin de semana, cuando llegaron a raudales atra¨ªdos por el rumor de que hab¨ªa distribuci¨®n de comida. Ahora, todas las esperanzas est¨¢n puestas en la promesa de los brit¨¢nicos de entregar 1.800 toneladas de arroz en el transcurso de la presente semana.
Los sin casa cocinan algunos granos de arroz blanco y cuelgan sus ropas al sol junto a las verjas. Al fondo, en lo alto de la grada sur, un gran anuncio publicitario queda en pie como una grotesca iron¨ªa de la vida: "Beba Coca-Cola".
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