La mirada espiritual de Inge Morath
La fot¨®grafa estadounidense resume en 91 instant¨¢neas las impresiones de su peregrinaje por. un solitario Camino de Santiago
Dice Dar¨ªo Villanueva, rector de la Universidad de Santiago, que era inevitable que una mujer del talante cosmopolita de Inge Morath acabara fotografiando "el camino que ayud¨® a vertebrar Europa como suma de identidades". Disc¨ªpula de los legendarios Henri Cartier Bresson y Robert Capa, Morath (nacida en Austria hace 75 a?os y naturalizada estadounidense), recorri¨® en abril del a?o pasado la ruta de las peregrinaciones "sin ideas preconcebidas, por que as¨ª es la fotograf¨ªa, algo que sale siempre al encuentro de las cosas". Despojada de prejuicios, Morath corrobor¨® que en el camino est¨¢ impresa una "huella espiritual", plasmada en las 91 fotograf¨ªas que componen la exposici¨®n inaugurada esta semana en la iglesia de la Universidad de Santiago.
El nombre de Inge Morath est¨¢ asociado a grandes celebridades de este siglo, desde personajes a los que fotografi¨® (Pablo Neruda, Pablo Picasso, Jean Cocteau o Henry Moore), con los que trabaj¨® (el director de cine John Huston) o a los que le uni¨® una relaci¨®n de amistad, como su marido, el dramaturgo estadounidense Arthur Miller, e incluso su yerno, el actor irland¨¦s Daniel Day Lewis. Genuino producto de la ya m¨ªtica agencia de prensa gr¨¢fica Magnum, Morath visit¨® Espa?a por vez primera en los a?os cincuenta acompa?ando a su maestro Cartier-Bresson y desde entonces ha sentido una predilecci¨®n especial por este pa¨ªs. "No es posible explicar por qu¨¦ un lugar o un paisaje concretos te atraen m¨¢s que otros", comenta, "pero lo cierto es que a m¨ª Espa?a me atrajo desde el primer momento recal¨¦ aqu¨ª".
De aquel viaje inicial con Cartier-Bresson le qued¨® tambi¨¦n un v¨ªvido recuerdo de la visita a Galicia, sobre todo, de la ciudad de Vigo y de su mercado, con las mujeres sosteniendo en la cabeza bandejas de pescado o de flores. Desde hac¨ªa tiempo, Morath sopesaba la idea de recorrer con su c¨¢mara el Camino de Santiago y al fin se decidi¨® en abril del pasado a?o. La exposici¨®n es la memoria de ese viaje, que comienza en la torre de Saint Jacques, de Par¨ªs, y termina entre las piedras h¨²medas de la plaza de Plater¨ªas, junto a la catedral de Santiago.
El viaje result¨® mucho m¨¢s solitario de lo que ella esperaba. A partir de Saint Jean Pied de Port, en los Pirineos franceses, la ruta empez¨® a despoblarse. "Yo contaba con ver muchos peregrinos", recuerda, "pero hizo muy mal tiempo, con lluvia y hasta nieve, y me cruc¨¦ con muy poca gente". Morath se ha pasado media vida retratando el rostro humano, pero, fiel a su principio de que la fotograf¨ªa consiste en salir al encuentro de las cosas tal como se muestran, no se dej¨® llevar por la decepci¨®n de recorrer una ruta de peregrinaje casi desierta. Y, probablemente, la soledad contribuy¨® a que la artista captase ese latido espiritual que casi todo el mundo, incluso los menos religiosos, dice percibir en el camino. "Sientes", explica Morath, "una presencia, la huella de tanta gente que ha pasado por, all¨ª con mucha fe".
A pesar de todo, Morath no puede evitar que el resultado final de su trabajo refleje la predilecci¨®n de la artista por el ser humano y sus actividades. Hay, por supuesto, fotograf¨ªas de paisajes difuminados por la niebla e im¨¢genes que dan testimonio de la arquitectura que sale al encuentro del peregrino. Pero Morath se detiene en el mercado de cabras de Saint Jean Pie de Port, inmortaliza a las mujeres de la cofrad¨ªa de la Dolorosa de Logro?o, o capta con iron¨ªa la imagen de dos cochecitos de beb¨¦, sorprendentemente vac¨ªos, junto a la catedral de Le¨®n. Y, sobre todo, est¨¢ Santiago, no s¨®lo sus maravillas arquitect¨®nicas, sino su feria de ganados, sus tenderetes de pulpo, sus caf¨¦s y sus comercios. Compostela acapara casi la mitad de las fotograf¨ªas porque, como dice Morath, "llegar aqu¨ª al final del camino fue como encontrarse de nuevo con la vida".
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