Alarma de involuci¨®n rumana
Muchos han respirado aliviados tras el acuerdo entre el presidente del Gobierno de Rumania, Radu Vasile, y los mineros del valle de Jiu, que amenazaban con asaltar Bucarest con la misma violencia que lo hicieron en 1990 y 1991. Entonces hubo al menos un par de docenas de v¨ªctimas mortales por la violencia de este colectivo obrero, el m¨¢s favorecido, m¨¢s manipulado y m¨¢s embrutecido que ha heredado Rumania del r¨¦gimen de Nicol¨¢s Ceausescu. Esta vez pod¨ªan haber sido mucho m¨¢s los muertos, a la vista de la incapacidad, real o culpable, de la polic¨ªa para frenar una marcha sobre la capital, que era mucho menos una protesta laboral que un intento de golpe involucionista y antidemocr¨¢tico al estilo mussoliniano.Las reformas econ¨®micas y la reestructuraci¨®n industrial en Rumania, retrasadas m¨¢s de un lustro respecto a Hungr¨ªa y Polonia, han sido por fin acometidas con cierto rigor por el primer Gobierno realmente reformista que tiene el pa¨ªs desde la ejecuci¨®n del dictador, en 1989. Pero el descontento que producen son un caldo de cultivo perfecto para que los cuadros de la antigua Securitate se agiten contra unos cambios que les supondr¨¢n p¨¦rdida de privilegios y de posibilidades de retomar el poder. Estos cuadros han tomado buena nota del ¨¦xito que ha tenido el antiguo aparato comunista de la vecina Serbia en asegurar su supervivencia, utilizando el ultranacionalismo como ideolog¨ªa sustitutoria. Y se disponen a recuperar la iniciativa. No por casualidad los principales l¨ªderes de la revuelta minera actual, especialmente Miron Cosma, el oscuro personaje que ya dirigi¨® los asaltos mineros a la capital a principios de la d¨¦cada, son hoy miembros del Partido Nacional Socialista Romania Mare (la Gran Rumania). Este partido est¨¢ liderado por Corneliu Vadim Tudor, en su d¨ªa bardo de la corte de los Ceausescu y hoy un nazi que llama a solucionar los males del pa¨ªs por medio de la limpieza ¨¦tnica contra gitanos, h¨²ngaros y jud¨ªos, combinada con la propiedad nacional de los medios de producci¨®n.
El presidente rumano, Emil Constantinescu, ten¨ªa razones para plantearse el estado de sitio. Y los miles de ciudadanos rumanos, para salir a manifestarse en Bucarest en defensa de la democracia. Porque Vadim Tudor y Cosma tienen menos inter¨¦s en evitar el cierre de unos pozos de carb¨®n o incrementar los sueldos de los mineros que en derribar al Gobierno democr¨¢tico. Lo preocupante de los acuerdos entre Vasile y Cosma es que todo indica que el levantamiento de los mineros agitados por Romania Mare ha tenido al menos un ¨¦xito parcial, que debilitar¨¢ al Gobierno y mover¨¢ a otros sectores a hacer frente con la misma contundencia a los planes de reforma. El golpismo en Rumania tiene gran tradici¨®n y nadie debiera estar demasiado seguro de que la fr¨¢gil democracia en aquel pa¨ªs es irreversible. Por lo pronto, tras varios d¨ªas de un violento pulso, la democracia es m¨¢s d¨¦bil que antes, y los ultranacionalistas e involucionistas, m¨¢s fuertes. Nadie dude de que ha ayudado mucho el ¨¦xito de la comuni¨®n entre nacionalistas y comunistas al oeste del Danubio, en Belgrado.
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