Servicios de urgencias
Desgraciadamente, en los dos ¨²ltimos a?os he tenido que visitar con frecuencia los servicios de urgencia de los hospitales de Madrid. El pasado fin de semana, en el hospital de la Paz, qued¨¦ sorprendido con las espectaculares obras que han realizado en el exterior.Han construido un estacionamiento, grandes espacios, una imponente estatua, dos cafeter¨ªas, incluso un McDonalds. Llega a transmitir incluso cierta sensaci¨®n de tranquilidad, pero al bajar por una rampa estrecha hacia la sala de urgencias se ve que nada ha cambiado desde hace a?os.
Hay que traspasar unas puertas por las que apenas pasan las camillas, que golpean brazos y piernas de los enfermos, que no se sujetan solas. Una vez traspasadas, existen dos salas dignas de un hospital de principios de siglo, con sillas de pl¨¢stico antediluvianas, absolutamente inc¨®modas, con una temperatura que debe rozar los 30 grados, sin ninguna m¨¢quina que ofrezca de beber ni de comer, con un sistema de avisos y de informaci¨®n que roza lo surrealista...
No s¨¦ si en el Ministerio de Sanidad se habr¨¢n detenido a pensar que en las salas de urgencias la gente se encuentra con los nervios de punta, crispada, las caras de dolor se multiplican, la necesidad de informaci¨®n sobre c¨®mo se encuentran nuestros seres queridos hace la espera insoportable, y dadas las magnificencias del sistema, lo normal es que dicha espera se prolongue durante horas, manteni¨¦ndose despiertos toda la noche, sin saber qu¨¦ es lo que pasa detr¨¢s de la puerta, sin saber si el dolor que sienten en esos momentos deber¨¢ crecer o no.
Horribles horas de espera, horas de cansancio, horas de sed, de hambre, de total y absoluta incomodidad. No creo estar pidiendo a la Administraci¨®n imposibles. No creo que poner unas puertas semejantes a las del aeropuerto, un climatizador, un buen sistema de megafon¨ªa, de informaci¨®n, un par de m¨¢quinas de refrescos y una de comida, unas sillas c¨®modas, tire por los suelos el presupuesto del Ministerio de Sanidad.
La dram¨¢tica, la eterna, la angustiosa espera, se har¨ªa entonces m¨¢s llevadera, y la indefensi¨®n que se genera en este tipo de situaciones no se ver¨ªa acompa?ada por la ira que provoca esta absoluta dejadez, digna de un pa¨ªs tercermundista. Si no lo creen, dense una vuelta, pero con cuidado. La estaci¨®n de metro es preciosa, pero para bajar al infierno hay que estar preparado.-
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