Jueces de s¨ª mismos
NO SE sabe qu¨¦ es m¨¢s escandaloso: que un juez se salte todos los plazos habidos y por haber en la resoluci¨®n de los asuntos de su juzgado, tarde meses e incluso a?os en pronunciarse sobre un simple juicio de faltas, tenga una actuaci¨®n profesional rayana en el abandono de sus funciones y, en definitiva, se mofe del derecho constitucional a la tutela judicial efectiva, o que el Supremo avale esa conducta y decida reintegrar a ese juez indolente e irresponsable en sus funciones.El caso del antiguo juez de Legan¨¦s Jos¨¦ Mar¨ªa Lozaso¨ªn, expulsado de la carrera judicial por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y reintregado a ella por decisi¨®n de la Sala Tercera del Supremo, no s¨®lo es revelador de lo mal que funciona la justicia, sino del corporativismo que la aqueja. Durante tres a?os, este juez hizo de su capa un sayo en el juzgado, como si fuera de su propiedad y no tuviera que rendir cuentas a nadie; lo tuvo empantanado por "el retraso escandaloso" de sus asuntos y demostr¨®, a juicio del CGPJ, una "incapacidad total y absoluta" para impartir justicia. Pero para la Sala Tercera del Supremo este juez no se merece el cese, sino que basta- es lo proporcionado- que deje de poner sentencias durante un a?o. Con lo que, transcurrido ese tiempo, podr¨¢ volver a las andadas y, como hizo en Legan¨¦s, provocar el caos en otro juzgado.
Parec¨ªa que en los ¨²ltimos lustros, y despu¨¦s de todas las reformas hechas para democratizar la justicia, el corporativimo judicial se hab¨ªa diluido o incluso desaparecido. Pero decisiones como la de la Sala Tercera muestran que goza de buena salud en amplios sectores de la judicatura y que los fallos del gremio merecen una comprensi¨®n que roza la impunidad.
Una de las cuestiones no resueltas en los sistemas democr¨¢ticos es la exigencia de responsabilidades a los jueces. ?C¨®mo y ante qui¨¦n responden los jueces por sus fallos y errores en el ejercicio de sus funciones? Se alega que adjudicar esa tarea a otras instancias que las judiciales podr¨ªa condicionar su independencia, pero atribu¨ªrsela a s¨ª mismos convierte esa exigencia en un desideratum que rara vez se alcanza. La impunidad se convierte de hecho en inadmisible contrapartida de la independencia judicial si, como la estad¨ªstica demuestra, un ¨®rgano estrictamente judicial como el Supremo se dedica a minar la labor disciplinaria del Consejo del Poder Judicial contra jueces vagos, irresolutos e incapaces. El corporativismo que se deja entrever en el incomprensible amparo a conductas tan desaprensivas como la del antiguo juez de Legan¨¦s, tanto como la tan socorrida falta de medios, es el verdadero obst¨¢culo que se interpone en el camino de una justicia moderna y de calidad, acorde a las demandas de los ciudadanos.
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