Las revistas cient¨ªficas, amenazadas por Internet
Las posibilidades de la red alientan la rebeli¨®n contra la supremac¨ªa de las grandes editoriales
Hacer fortuna editando revistas cient¨ªficas hiperespecializadas -con t¨ªtulos que llaman la atenci¨®n como Criptogamia y algolog¨ªa, Revista de Combinatoria Algebraica, o Revista para Reducir el Coste de las Misiones Espaciales-parec¨ªa poco probable. Sin embargo, esta actividad, en otro tiempo artesanal y reservada a las sociedades culturales, se ha convertido a partir de la II Guerra Mundial en un gran negocio. Algunos editores comerciales se disputan hoy en d¨ªa un mercado de miles de millones de pesetas, en el que no son raros los m¨¢rgenes de un 40% de beneficios.El ya fallecido Robert Maxwell bas¨® su imperio en las revistas cient¨ªficas. Una de las editoriales cient¨ªficas m¨¢s importantes, la multinacional Reed-Elsevier, que ha comprado la mayor parte de las publicaciones de Maxwell, declar¨® en 1997 un beneficio de 55.200 millones de pesetas con un volumen de negocios de 131.330 millones, y esto s¨®lo con sus actividades cient¨ªficas. Ese mismo a?o, las 121 bibliotecas de la Asociaci¨®n Americana de Bibliotecas de Investigaci¨®n (ARL), gastaron 62.208 millones de pesetas (sobre un presupuesto de 345.600 millones de pesetas) para proveerse de revistas. Un servicio que les cuesta cerca de 172.800 pesetas por investigador.
Pero bibliotecas e investigadores se rebelan, denuncian los "beneficios excesivos" y una "exagerada inflaci¨®n" de los precios de sus revistas.. En todo el mundo, las bibliotecas universitarias y los organismos de investigaci¨®n est¨¢n sumergidos de lleno en la llamada crisis de las revistas. Pagan precios cada vez m¨¢s altos para ofrecer cada vez menos publicaciones a sus usuarios.
Apuesta
?Permitir¨¢ Internet encontrar un remedio a la crisis? Es la apuesta que ha hecho una biblioteca danesa. El Technical Knowledge Center & Library de Lingby acaba de abandonar el papel para comprar s¨®lo revistas electr¨®nicas que desde ahora se sirven a los investigadores directamente en sus ordenadores a trav¨¦s de la World Wide Web.Hace s¨®lo cuatro a?os esto era impensable: el n¨²mero de revistas electr¨®nicas en la red era 140. Y hace 18 meses, la mayor¨ªa de las publicaciones electr¨®nicas no ofrec¨ªa m¨¢s que el sumario de su versi¨®n en papel.
Desde entonces, las editoriales tradicionales han invadido masivamente la red, con versiones completas de sus revistas. El n¨²mero de publicaciones electr¨®nicas supera las 7.000; Reed-Elsevier tiene m¨¢s de 1.200, la alemana Springer Verlag, 360, y la inglesa Academic Press, 174. Un peri¨®dico sin versi¨®n electr¨®nica es ahora una especie ex¨®tica, si no en peligro.
La biblioteca danesa se ha aprovechado de ello para reducir sus propios costes. "Entre 1990 y 1997, la crisis de las revistas nos ha obligado a suspender el 40% de nuestras suscripciones", se lamenta Lars Bjoernshauge, su director. "Hemos analizado la situaci¨®n y hemos optado por un cambio radical". ?Realmente radical? La biblioteca ha reducido los gastos asociados al consumo de papel despidiendo a un empleado de cada siete. Ya no hay necesidad de desembalar, ordenar o registrar los t¨ªtulos en el cat¨¢logo. Resultado: cada a?o su lista de publicaciones aumenta un 25%. "Ahora tenemos m¨¢s revistas, menos personal y los usuarios est¨¢n contentos".
Pocas bibliotecas -y a¨²n menos editores- est¨¢n dispuestos a tomar una decisi¨®n tan dr¨¢stica. Abandonar el papel les parece prematuro: el material y los equipos inform¨¢ticos se quedan obsoletos enseguida y temen que millones de documentos sean ilegibles en unos cuantos a?os.
Pero el paso completo a la electr¨®nica no resolver¨¢ por s¨ª mismo la inflaci¨®n de los precios. De momento, y aunque no dure, la mayor¨ªa de las versiones electr¨®nicas cuestan igual, si no m¨¢s, que su equivalente impreso.
Las bibliotecas y los cient¨ªficos utilizan Internet para pasar a la ofensiva de otra forma. Su fin es conseguir que las sociedades sin ¨¢nimo de lucro y los editores responsables retomen el control de la edici¨®n cient¨ªfica. Hasta hace muy poco, los investigadores depend¨ªan de las grandes casas editoriales para difundir su trabajo: s¨®lo ellas ten¨ªan los medios de una impresi¨®n tradicional aliada a una red mundial de distribuci¨®n. Un ordenador y una p¨¢gina web son ahora suficientes para conseguir una audiencia internacional.
En 1995, la Universidad de Stanford cre¨® Highwire Press para ayudar a los universitarios y a las sociedades culturales de todo el mundo a publicar en Internet revistas de gran calidad a bajo precio. A Michael Keller, director de Highwire, le preocupa la idea de que estos editores sin ¨¢nimo de lucro puedan ser desplazados del incipiente mercado por las revistas electr¨®nicas o por los grandes editores dotados de m¨¢s medios. Highwire tiene ya m¨¢s de 100 revistas , incluidas las prestigiosas norteamericanas Science y Proceedings of the National Academy of Sciences y se desarrolla muy deprisa.
Un organismo fundado en 1997 por la ARL es a¨²n m¨¢s agresivo. Se ha asociado recientemente con la Real Sociedad de Qu¨ªmica del Reino Unido para lanzar una revista electr¨®nica, PhysChemComm, vendida a 50.832 pesetas y que pretende competir con Chemical Physics Letters de Elsevier, que cuesta 115.200 pesetas. Elsevier replica que los dos t¨ªtulos no son comparables y que otra de las revistas de qu¨ªmica, Electrochemistry Communications, se vende a 50.400 pesetas. Pero la rebeli¨®n m¨¢s dram¨¢tica es la reciente deserci¨®n de Michael Rosenzweig, de la Universidad de Arizona. Seguido por su comit¨¦ de lectura, ha abandonado la revista de ecolog¨ªa que hab¨ªa creado hac¨ªa 12 a?os con la editorial holandesa Wolter Kluver. Descorazonado por la inflaci¨®n de los precios, Rosenzweig se ha aliado con el citado organismo para crear Evolutionary Ecology Research, a un precio tres veces inferior.
C¨ªrculo vicioso
El ¨¦xito de estas iniciativas no est¨¢ ni mucho menos garantizado. Aunque est¨¦n apoyadas por grandes bibliotecas, las nuevas revistas electr¨®nicas deben, como cualquier otra publicaci¨®n, encontrar su nicho y atraer a los autores. Este c¨ªrculo vicioso permite a numerosos editores tener casi el monopolio de un mercado pr¨¢cticamente cautivo. Los cient¨ªficos hacen carrera publicando mucho ("publicar o morir"). Pero al no pagar estas publicaciones de su bolsillo, no est¨¢n incitados a dejar de someter sus art¨ªculos a las revistas m¨¢s caras. En tanto que estas revistas sigan atrayendo a los buenos autores, el p¨²blico querr¨¢ leerlas y los libreros se ver¨¢n obligados a comprarlas.Los editores comerciales explican que sus estructuras les cuestan caras, mientras que en las sociedades sin ¨¢nimo de lucro las revistas est¨¢n a menudo subvencionadas por las cuotas de sus miembros. El descontento aumenta en las universidades, que se?alan que los contribuyentes financian la mayor parte de las investigaciones, as¨ª como los sueldos de los cient¨ªficos que escriben para las revistas. Universidades y agencias de investigaci¨®n pagan despu¨¦s miles de millones de pesetas a los editores para que los investigadores puedan leer el fruto de su trabajo.
Internet ofrece otro ¨¢ngulo de ataque. Las bibliotecas se unen para crear consorcios y combinan sus poderes de adquisici¨®n -como las grandes superficies- para negociar acuerdos con los editores con el fin de obtener revistas electr¨®nicas rebajadas.
A largo plazo, el sistema de revistas en papel podr¨ªa acabar en la silla electr¨®nica.. En una sola p¨¢gina -como la enorme base de datos americana Medline- los buscadores pueden localizar el texto de cualquier art¨ªculo de cualquier revista. Al haberse convertido la literatura cient¨ªfica en una gran red, muchos empiezan a discutir la utilidad de compartimentar la informaci¨®n en miles de t¨ªtulos de elevado precio. El sistema tradicional de la revista cient¨ªfica se parece mucho a un castillo de naipes e Internet est¨¢ sacudiendo sus cimientos.
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