Los soldados de la fuerza africana imponen a tiros su ley en la capital de Sierra Leona
La mujer no deb¨ªa de tener m¨¢s de 25 a?os. Vest¨ªa falda roja y una blusa blanca. Al arribar al control de Lighfoot Boston Street, en el centro de Freetown, se coloc¨® al final de un gent¨ªo que esperaba en fila a ser cacheado por los soldados nigerianos de la fuerza africana de interposici¨®n (Ecomog). La mujer llevaba una pila de le?os sobre la cabeza. Parec¨ªa una civil m¨¢s en una ciudad donde miles se afanan cada d¨ªa en buscar alojamiento, comida o medicinas. Unos civiles de las unidades de defensa, acompa?ados de un fornido militar, eran ayer los responsables del registro.
"Tenemos miedo de que los rebeldes se est¨¦n infiltrando de nuevo en la capital haci¨¦ndose pasar por simples refugiados", dice uno de la patrulla que observa desde un veh¨ªculo. Cuando le toc¨® el turno a la mujer, ¨¦sta se puso muy nerviosa, los soldados le arrebataron los le?os y le maniataron las manos a la espalda con cintas de pl¨¢stico negro.De repente, la mujer comenz¨® a correr en zigzag. Dos nigerianos la persiguieron con los Kal¨¢shnikov cargados. Varones, mujeres, ni?os y ancianos se arracimaron contra las paredes, haci¨¦ndose invisibles. La mujer corr¨ªa y chillaba. Un soldado dispar¨® una bala que rebot¨® en una pared. La mujer tropez¨® y cay¨® al suelo, con el rostro vuelto hacia sus perseguidores. El soldado lleg¨® a su lado y le descerraj¨® dos tiros en la cabeza. El eco de los disparos qued¨® suspendido en el aire. Nadie se movi¨® de sus encondrijos. No hubo ni una protesta.
Los dos soldados se dieron la vuelta y regresaron a su puesto. Uno prosigui¨® con los cacheos, el otro con el tr¨¢fico. El cad¨¢ver ensangrentado de la mujer fue retirado de la acera por unos trabajadores del Ministerio de Sanidad. Empleados de bata blanca que recorren las calles en busca de cad¨¢veres. Es su oficio de tinieblas: tomar cuerpos mutilados y devorados por los perros o los buitres y enterrarlos en un campo santo bajo un mont¨®n de tierra y desinfectante. El destartalado cami¨®n de la cuadrilla estaba aparcado en la parte trasera del hospital de Connought cuando el tiroteo. Hab¨ªa ido, como cada jornada, de recogida de otros muertos cuando se top¨® con un cad¨¢ver inesperado: el de la mujer de falda roja y blusa blanca.
"Era una rebelde", afirm¨® Abu sin rodeos. ?Y c¨®mo saben qui¨¦n es un rebelde? El soldado, tras sonre¨ªr, espet¨®: "Les hacemos preguntas, se ponen nerviosos y ya est¨¢". Ecomog no hace prisioneros. Los kamarojes (una especie de milicia civil) tampoco. Ellos son fiscales, jueces y verdugos. Todo en un santiam¨¦n. "?Era un rebelde!", gritan. Y rebelde se queda para la eternidad y el recuerdo. El nerviosismo mata en Freetown.
"?Queremos matar!"
En los controles, los soldados, o las defensas civiles, aprovechan para manosear los pechos a las mujeres o acariciarles el sexo. Les remiran en sus pa?uelos cargados de comida o en sus enseres salvados de mil quemas o en sus cachivaches. A algunos les quitan una bolsa de agua o un trozo de madera. Todo es arbitrario y peligroso.Cerca de la base de Wildforce de Ecomog, en una de las laderas de la capital de Sierra Leona, un veh¨ªculo rojo estaba ayer orillado. Ten¨ªa los cristales baleados. Un teniente coronel de Ecomog se interesa. Otro rebelde postmortem. Los kamajores que estaban a su lado no paraban de vociferar "?Queremos matar a alguien, hoy queremos matar!".
Los aviones de reconocimiento detectan movimientos rebeldes en varias zonas del pa¨ªs, que en gran parte se halla bajo el control del Frente Revolucionario Unido (RUF).
En las afueras de Freetown, y en las monta?as del centro de la pen¨ªnsula donde est¨¢ ubicada la capital, los guerilleros y los antiguos militares golpistas mezclados en una misma barbarie se est¨¢n reorganizando. Todo el mundo teme un nuevo ataque en los pr¨®ximos d¨ªas o semanas. Pero el RUF no podr¨¢ lograr el control de Freetown si no infiltra antes a miles de hombres y mujeres. De ah¨ª los controles obsesivos y las ejecuciones gratuitas.
Cerca del puente de Aberdeen, el capit¨¢n con fama de loco detuvo ayer a un cortejo f¨²nebre. Mand¨® registrar a los deudos, abrir el f¨¦retro, sacar el cad¨¢ver y quitarle la s¨¢bana. "Es muy l¨®gico", dice una fuente de Ecomog, "antes de la ofensiva del 6 de enero los rebeldes lograron introducir muchas armas aprovech¨¢ndose de los entierros. Ahora registramos incluso a los muertos".
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