Europa: la frontera de nuestra ambici¨®n
Europa, para la gente de mi generaci¨®n, a principios de los setenta, se convirti¨® en bandera de libertad contra la dictadura, en deseo de homologaci¨®n de instituciones democr¨¢ticas, en espacio pol¨ªtico con reglas de juego que nos serv¨ªan de referencia. Fue entonces cuando decid¨ª aceptar responsabilidades de direcci¨®n en el Partido Socialista. La dictadura cumpl¨ªa 30 a?os y el horizonte de la libertad parec¨ªa todav¨ªa lejano. Esto me hace comprender f¨¢cilmente algo que es dif¨ªcil de explicar a los ciudadanos de la UE que han nacido y vivido en democracia, en la zona m¨¢s desarrollada y socialmente cohesionada de este mundo globalizado: la angustia de los pa¨ªses del centro y del este de Europa llamando a las puertas de la Uni¨®n, que no siente prisa por incorporarlos. ?Qu¨¦ buscan, se preguntan los europeos esc¨¦pticos? Homologarse despu¨¦s de haber disfrutado de un equ¨ªvoco "para¨ªso comunista". No s¨®lo aspiran al bienestar material, hoy cuestionado en la UE, buscan asegurar que no habr¨¢ marcha atr¨¢s, su aspiraci¨®n b¨¢sica es la libertad y la paz.Vivimos momentos de incertidumbre sobre lo que queremos hacer como europeos. Es necesario volver a reflexionar y marcar las l¨ªneas del proyecto en la sociedad de la informaci¨®n, de la revoluci¨®n tecnol¨®gica, de la globalizaci¨®n econ¨®mica y financiera. El proyecto europeo nace como respuesta al pathos de la guerra y de la destrucci¨®n que vive Europa a lo largo del siglo XX. El ethos del Tratado de Roma es el de la paz, el de la reconstrucci¨®n de unas naciones libres y sin conflictos. Monet aprovech¨® el lanzamiento del sputnik sovi¨¦tico, con el que se abr¨ªa la carrera espacial, para explicar el proyecto europeo como un misil con tres fases de desarrollo: Uni¨®n Aduanera, Uni¨®n Monetaria y Uni¨®n Pol¨ªtica.
El ¨²ltimo cuarto de este siglo nos ha conducido de la Uni¨®n Aduanera al Acta ?nica y al Tratado de Maastricht, que incluye la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria y a?adi¨® dos pilares m¨¢s a la construcci¨®n europea para intentar responder a dos necesidades elementales: ?qu¨¦ podemos hacer juntos en pol¨ªtica exterior y c¨®mo podemos ofrecer seguridad interior al espacio sin fronteras que hoy es Europa? El Tratado de la Uni¨®n introdujo la idea de la "ciudadan¨ªa europea", algo que suele olvidarse, como valor a?adido a la ciudadan¨ªa de cada una de las naciones, para crear un elemento de cohesi¨®n entre nosotros, y la "carta social", como sello de civilizaci¨®n europea que puede identificarnos a unos valores sociales compartidos. Hoy es imprescindible un ethos para la Europa del siglo XXI, un proyecto que conecte con las mayor¨ªas de este continente peque?o que teme el futuro incierto de la sociedad global que destruye empleo y cuestiona las bases mismas del Estado de bienestar. La socialdemocracia europea est¨¢ ante una gran oportunidad y una grave responsabilidad hist¨®rica: gobernar en 13 de los 15 pa¨ªses de la Uni¨®n no es igual a gobernar Europa. Tenemos la oportunidad de definir con claridad el proyecto para entrar en el nuevo siglo. Europa ser¨¢ lo que los socialdem¨®cratas, hoy mayoritarios, queramos que sea, buscando incluso la transversalidad con las formaciones europe¨ªstas de centro-derecha. Las pr¨®ximas elecciones al Parlamento Europeo deben ofrecer este proyecto a los ciudadanos.
La segunda revoluci¨®n industrial est¨¢ siendo sustituida r¨¢pidamente por la revoluci¨®n tecnol¨®gica cuyas caracter¨ªsticas son: la sociedad de la informaci¨®n, la biotecnolog¨ªa y los cambios provocados en la estructura productiva del mundo. La econom¨ªa, como consecuencia de esto y de la desaparici¨®n de barreras al comercio de bienes y servicios y a la inversi¨®n, se globaliza aceleradamente, con consecuencias que influyen en las empresas y el empleo. La globalizaci¨®n afecta m¨¢s a¨²n a los movimientos de capital, convirtiendo el sistema en una fuente de oportunidades y de riesgos incontrolables como los que vivimos hoy. Ante esta realidad nueva debemos preguntarnos ?para qu¨¦ y cu¨¢nta Europa queremos? La mundializaci¨®n deja pocas dudas de que separados, pa¨ªs a pa¨ªs, nuestra capacidad para actuar con peso y eficacia ser¨ªa m¨ªnima respecto a las posibilidades actuando unidos.
La cuesti¨®n clave hoy es c¨®mo repartir el poder para conseguir mayor eficacia sin merma de la identidad y la cohesi¨®n. Sin lugar a duda la integraci¨®n, la Uni¨®n Europea profundizada es el futuro, el siglo XXI, los nacionalismos disgregadores -a la vista tenemos la experiencia de la antigua Yugoslavia- son el pasado, el siglo XIX. El Estado naci¨®n se ha transformado cediendo poderes hacia fuera y hacia dentro, de forma que el poder democr¨¢tico en nuestro espacio se reparte en cuatro niveles: poder local, poder regional interno, poder nacional y poder regional externo o europeo. M¨¢s all¨¢ del debate sobre la soberan¨ªa, que previsiblemente seguir¨¢ radicado en el Estado naci¨®n, la distribuci¨®n de poderes en estos niveles se plantea en torno al "principio de subsidiaridad". Este principio debe regirse por dos criterios complementarios e ineludibles en el reparto del poder para que sea aceptable: la identidad y la cohesi¨®n. La identidad hace referencia a la diversidad cultural de Europa, ling¨¹¨ªstica e hist¨®rica. La cohesi¨®n va m¨¢s all¨¢ de las pol¨ªticas redistributivas hoy cuestionadas porque no se han sabido defender razonablemente. La ciudadan¨ªa europea debe ser entendida como un elemento de cohesi¨®n. Los europeos debemos percibir que compartimos un mismo proyecto. En el ¨¢mbito econ¨®mico disponemos del euro, la moneda com¨²n, pero falta la Uni¨®n Econ¨®mica, y hemos de tender a ella con urgencia. Las pol¨ªticas econ¨®micas y fiscales deber¨¢n converger tanto por razones de competitividad como de cohesi¨®n social. Si hablamos de seguridad interna, es urgente establecer, frente a la desaparici¨®n de las fronteras, una cooperaci¨®n en el mismo nivel entre las polic¨ªas y los jueces para la lucha contra la criminalidad organizada. Y si esto ocurre, si garantizamos libertad y seguridad en el espacio interior com¨²n, nuestra relaci¨®n con el exterior deber¨ªa ser coherente con esta dimensi¨®n de la Uni¨®n Europea. Somos la primera potencia econ¨®mica y comercial del mundo, pero para pagar facturas, no para ser decisivos en la toma de decisiones. Somos un gigante comercial y un enano pol¨ªtico, porque no tenemos una pol¨ªtica exterior com¨²n, cada uno busca su propio inter¨¦s. As¨ª ocurre en la antigua Yugoslavia o en Oriente Medio. Estados Unidos toma las decisiones clave y la Uni¨®n Europea paga las facturas comerciales y de cooperaci¨®n.
La forma de superar esto podr¨ªa ser poner en marcha las "acciones comunes" con un responsable coordinador de todos los instrumentos disponibles. Se podr¨ªa crear una Fuerza Europea de Paz que enmarcara a los contingentes de todos miembros que, en estos momentos, ya est¨¢n en diferentes misiones. Esto mejorar¨ªa nuestra eficacia y nuestra autonom¨ªa en pol¨ªtica exterior y crear¨ªa un acervo com¨²n.
El ¨²ltimo paso ser¨ªa la reforma de las instituciones europeas que surgir¨ªa como una necesidad apoyada por los ciudadanos. De esta forma ser¨ªa m¨¢s aceptable la introducci¨®n de la regla de la mayor¨ªa, con ponderaci¨®n adecuada en las decisiones fundamentales. Hay que responder a las necesidades de los ciudadanos.
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