La actualidad y los medios
Dos d¨ªas antes de que La Caixa anunciara por sorpresa la reestructuraci¨®n de su c¨²pula directiva, coment¨¢bamos con Antoni Brufau, casualidades de la vida, el papel de los medios de comunicaci¨®n en la sociedad contempor¨¢nea. El tratamiento medi¨¢tico de dos acontecimientos encadenados en el tiempo: la crisis en la c¨²pula del COI por acusaciones de corrupci¨®n de algunos de sus miembros y la retirada de Samaranch de la presidencia de La Caixa ofrecen un buen ejemplo para ilustrar las ideas que expuse entonces. Samaranch y los directivos de La Caixa insisten en negar una relaci¨®n de causa-efecto entre el embrollo de Lausana y el cambio de presidencia de la entidad financiera, y afirman que era una decisi¨®n tomada hace mucho tiempo. Hay algunas discrepancias a la hora de aportar pruebas objetivas. Samaranch dice que se lo hab¨ªa comunicado a Pujol hace un a?o, Pujol, Rato y Rojo hablan de una semana o quince d¨ªas. Sea como fuere, la palabra de Samaranch no consigue convencer a los medios de comunicaci¨®n. El inusual secretismo con que la operaci¨®n se ha llevado a cabo juega a favor de la sospecha. El calendario presenta los acontecimientos con una cadencia de la cual es dif¨ªcil abstraerse. En la sociedad de la informaci¨®n las cosas no son lo que son, sino lo que parecen -o, si se prefiere, c¨®mo aparecen- y lo que la gente est¨¢ dispuesta a creer. Se configura aqu¨ª un tri¨¢ngulo particular que es el eje de la sociedad medi¨¢tica: el acontecimiento (lo que es), la versi¨®n del acontecimiento que despu¨¦s de pasar por el cedazo de los medios se impone como veros¨ªmil (la apariencia) y la respuesta de la ciudadan¨ªa, que condiciona la propia versi¨®n del acontecimiento. Naturalmente, las relaciones entre estos tres factores no son simples: los protagonistas del acontecimiento intentan incidir en la versi¨®n medi¨¢tica y a su vez condicionar la percepci¨®n del p¨²blico, la reacci¨®n de la ciudadan¨ªa es tambi¨¦n una forma de resistencia a la manipulaci¨®n pol¨ªtica o medi¨¢tica y as¨ª sucesivamente. De modo que la versi¨®n que finalmente se imponga sobre si Samaranch ha dejado o no la presidencia de La Caixa por los sucesos del COI depender¨¢ en buena parte de lo que la gente tenga ganas de o¨ªr, aunque naturalmente los o¨ªdos de la gente ni son puros ni dejan de estar medi¨¢ticamente contaminados. Hay muchos ejemplos que confirman que en la sociedad medi¨¢tica el valor de una noticia est¨¢ muy condicionado a que la gente quiera que lo sea. Los socialistas se quejan de que sus denuncias de las corrupciones del PP no tienen el eco que ten¨ªan las denuncias que el PP hizo contra ellos cuando estaban en el Gobierno. Entre las razones que explican esta supuesta diferencia de trato ocupa un lugar importante la disposici¨®n de la ciudadan¨ªa. Los ciudadanos no tienen ganas todav¨ªa de ver al PP metido en l¨ªos de corrupci¨®n, del mismo modo que era muy dif¨ªcil que cuajaran en la opini¨®n acusaciones contra el PSOE en sus dos primeras legislaturas. La gente elige al poder para conservarlo. Y el gobernante cuando llega lo hace con plena autoridad. Cuando la corrupci¨®n encuentra eco en la opini¨®n p¨²blica es que ¨¦sta considera que el que gobierna ya est¨¢ desgastado y que se acerca la hora del relevo. Es la peque?a venganza de los ciudadanos. De ah¨ª la banalidad de las teor¨ªas de la conspiraci¨®n. Hace tiempo que los anglosajones conspiran contra Samaranch. Pero para que la conspiraci¨®n hiciera mella ha sido necesario que Samaranch se desgastara, que perdiera la autoridad, que las lealtades interesadas se desvanecieran y que fuera cre¨ªble el argumento (un argumento en el que coinciden Le Monde, The New York Times y Financial Times, que no es precisamente una coalici¨®n homog¨¦nea de intereses) de que Samaranch ya no sirve para adecuar las estructuras del olimpismo a los tiempos nuevos que ¨¦l supo gestar. En este tri¨¢ngulo formado por los acontecimientos y sus protagonistas, los medios y la opini¨®n ciudadana, el ¨²nico problema es que la verdad brilla por su ausencia. Precisamente porque es conocida la querencia de los poderosos por las medias mentiras y las ambiguas falsedades, es dif¨ªcil saber cu¨¢ndo dicen la verdad. Precisamente por el delicado papel de agentes dobles que los medios de comunicaci¨®n desempe?an entre los intereses del poder y del dinero y la ciudadan¨ªa, a menudo viven m¨¢s pendientes de la consigna o de lo que intuyen que la gente quiere o¨ªr que de la verdad. Y as¨ª podemos concluir que el principal problema de los medios de comunicaci¨®n no es su capacidad de manipulaci¨®n o incidencia, sino que en un mundo en que s¨®lo parece existir lo que sale en los medios, la relaci¨®n entre realidad real y realidad medi¨¢tica construye unas sociedades perfectamente escindidas entre lo que viven los ciudadanos en su cotidianidad y la escena de las complicidades entre medios, pol¨ªtica y dinero. Y no se preocupen los poderosos: aunque a veces la prensa no les crea, aunque a veces los hechos no se cuenten como ellos querr¨ªan, mientras haya propagandistas de la raz¨®n patri¨®tica dispuestos a recordar que, si el ¨¦xito tiene nombre catal¨¢n, el buen ciudadano ni pregunta ni indaga, s¨®lo aplaude, no tienen nada que temer de los medios de comunicaci¨®n.
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