Brown atropella a los aspirantes
El cross de Lasarte atiborr¨® su cartel de presentaci¨®n con apellidos ilustres extra¨ªdos de la pista y de la carretera. Un reclamo para el p¨²blico; un enga?o al mismo tiempo. Porque a la hora del espect¨¢culo, los especialistas se quedaron r¨¢pidamente solos, discutiendo en familia qui¨¦n se extraer¨ªa del barro para ganar. La argumentaci¨®n del gal¨¦s John Brown fue la m¨¢s contundente, como la de la portuguesa Sampaio, que hizo trizas una carrera dur¨ªsima, inadecuada para disimular flaquezas o cubrir expedientes transitorios. A Reyes Est¨¦vez le bast¨® con sostenerse durante un kil¨®metro en la centrifugadora de cabeza. Despu¨¦s de semejante serie no tuvo m¨¢s remedio que acabar al trote, vac¨ªo. La temporada del campe¨®n de Europa de 1.500m apenas ha trazado a¨²n sus primeros esbozos. Algo que tambi¨¦n ata?e a Ferm¨ªn Cacho, ayer sin embargo impresionante de coraje (10?). Roncero, otro de los enfocados, tampoco estuvo (como Cacho o Est¨¦vez) en la aut¨¦ntica carrera. ?sa correspondi¨® a media docena de africanos sobresalientes (no superclases), al campe¨®n de Espa?a Julio Rey, y a John Brown, por supuesto. Desde su seguridad, tambi¨¦n desde su handicap de europeo, Brown extrae algo en principio reservado a los elegidos: el control. Y ¨¦ste bien le sirve tanto para decidir ante qui¨¦n se inclinar¨¢ como para saber cu¨¢ndo ganar¨¢. Ayer s¨®lo tuvo que ocuparse de la segunda cuesti¨®n. Faltaban rivales de enjundia, africanos de fuste, lo que no alter¨® el correr insolente del gal¨¦s. Brown, acostumbrado a sufrir en las grandes citas internacionales cambios de ritmos prohibidos para corazones d¨¦biles, se ha curtido tanto en la derrota como en la pelea. Y su t¨¢ctica no existe como tal. Si est¨¢ fuerte, corre r¨¢pido y en cabeza; si no, entrena en competici¨®n. Adem¨¢s, el trazado de Lasarte repudia los movimientos de pizarra. La hierba alta y el barro del hip¨®dromo por donde transita la prueba estira hasta el martirio la recta de llegada. T¨¢cticas imposibles Los atletas dibujan eses en sus zancadas, las zapatillas covertidas en zuecos de barro, a veces, sin zapatillas, como Chelule, incapaz de encontrar la suya entre los charcos. Con esto, no hay estrategia sin fuerza. Justo las premisas que entusiasman a Brown, algo que tambi¨¦n estimula a Julio Rey. Esta satisfacci¨®n compartida proporcion¨® una imagen curiosa apenas recorrido el primer kil¨®metro y medio. Mandaba Brown, se desas¨ªan los ruteros y dem¨¢s pisteros, estiraban el cuello los africanos supervivientes y atacaba, desbocado, Rey. Lo suyo no fue un suicidio. Hab¨ªa intenci¨®n, se disparaba literalmente al lado de Brown, que apenas pudo reprimir su sorpresa (y acelerar) cuando Rey pareci¨® enloquecer. El detalle precipit¨® el desenlace, el mon¨®logo del gal¨¦s. Su estilo, zancadas breves impulsadas por piernas cortas, busto tieso y movimiento de brazos calcado del de los esquiadores de fondo, creaba una ilusi¨®n ¨®ptica: all¨ª donde todos titubeaban, resbalaban y se descompon¨ªan, ¨¦l parec¨ªa deslizarse. Cuesti¨®n de fuerza.
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