Cine

Habiendo pasado ya semanas desde que Jos¨¦ Luis Garci abandon¨® la Academia de Cine, me permito un comentario alejado del trivial asunto de la compra de votos. No es ¨¦sa la cuesti¨®n. Ha hecho bien Jos¨¦ Luis Garci en dejar la Academia, pero no por un agravio imaginario, sino por coherencia intelectual. ?C¨®mo va a pertenecer a la Academia un realizador cuyo programa Qu¨¦ grande es el cine maltrata cintas de calidad hasta hacerlas fosfatina? Intent¨¦ ver El gran Flamarion y hube de desistir. Todo doblaje es una salvajada, pero el que proyect¨® Garci era lamentable. La banda sonora original sonaba o enmudec¨ªa seg¨²n las necesidades del di¨¢logo, de manera que la continuidad narrativa se ve¨ªa interrumpida por hipos y silencios que machacaban la planificaci¨®n de Anthony Mann. Pero lo m¨¢s intolerable es que Garci cortaba la pel¨ªcula de un hachazo para arrojar toneladas de basura publicitaria. ?C¨®mo puede aceptar semejantes condiciones un acad¨¦mico? Adem¨¢s de hacer de escaparate, seguramente la Academia fue creada para otros fines, como, por ejemplo, defender a los directores que practican su oficio con intenciones art¨ªsticas. En muchos pueblos espa?oles no hay m¨¢s cine que el de la televisi¨®n. Ser el responsable de un programa nacional tan poco aconsejable supone cierta indiferencia ante los derechos del autor. Jos¨¦ Luis Garci, que s¨®lo desea ganar dinero honradamente, pero no tiene un particular respeto por el cine de calidad, prefiere ir por libre. Debemos felicitarle. ?Ojal¨¢ hubiera otros como ¨¦l! Y aprovecho para pedir a la inteligente presidenta de la Academia que proceda, como sus colegas italianos, a una declaraci¨®n institucional sobre esos directivos de televisi¨®n que trituran el cine con la sa?a de los resentidos. P¨®ngales en su sitio, se?ora.