William Christie: ¡°Jam¨¢s aceptar¨ªa una invitaci¨®n de Trump. ?De qu¨¦ podr¨ªa conversar con quien no sabe en qu¨¦ ¨¦poca vivi¨® Beethoven?¡±
El m¨²sico ha impulsado en la Vend¨¦e francesa un para¨ªso de creaci¨®n art¨ªstica, ense?anza y naturaleza. A punto de iniciar una gira mundial con Les Arts Florissants por su 80 cumplea?os, este referente en la interpretaci¨®n barroca, nos invita a su casa
Cruzar la puerta azul no significa estrictamente entrar en un territorio vedado. Suele estar abierta, como los jardines y el terreno que rodean la casa, algo asediada por las lluvias recientes. El r¨ªo se ha desbordado y ha enfangado parte del territorio de Sainte-Hermine, en el departamento franc¨¦s de la Vend¨¦e (regi¨®n de los Pa¨ªses del Loira), donde se encuentra Thir¨¦, pero no ha producido da?os a mitad de enero. All¨ª instal¨® su refugio en 1985 el m¨²sico William Christie (B¨²falo, Estados Unidos, 80 a?os) para levantar una utop¨ªa posible donde habitar, ense?ar y armonizar de manera natural los ecos de sus partituras, principalmente renacentistas y barrocas, con el entorno. As¨ª confluyen desde hace d¨¦cadas los grandes motores existenciales: la m¨²sica y la jardiner¨ªa. Dos pasiones con las que Christie, estadounidense nacionalizado franc¨¦s, cumple su cometido esencial en este mundo: ¡°Dar vida¡±, dice. Es justo lo que le gustar¨ªa que quedara grabado en su tumba: ¡°Vino al mundo para dar vida y jam¨¢s se la arrebat¨® a nada¡±. Lo confiesa junto al fuego de una de las ocho chimeneas imponentes de la casa, donde se ha refugiado unas semanas antes de comenzar un 2025 de celebraciones en todo el mundo por su aniversario a base de conciertos con su formaci¨®n, Les Arts Florissants. Su gira mundial llega a Espa?a este febrero con fechas en Madrid (Auditorio Nacional, d¨ªa 5), Valencia (el 6, Palau de les Arts) y Oviedo (el 8, Auditorio Pr¨ªncipe Felipe).
En la cocina Christie prepara una tortilla con huevos de sus gallinas, eneldo de la propia huerta y salm¨®n. Aparte de la m¨²sica y la jardiner¨ªa, maneja bien los fogones. El men¨² del mediod¨ªa es ligero. Por la noche, en cambio, tiene pensado cocinar unas gambas con curri y cilantro, una carne asada a la naranja y una tarta de manzana. El m¨²sico comprueba m¨¢s tranquilo desde la ventana c¨®mo baja el nivel del agua en el estanque. Poco a poco, la perspectiva permite observar la perfecta geometr¨ªa vegetal de Thir¨¦: los arbustos confeccionados aplicada y obsesivamente por ¨¦l mediante el arte topiario ¡ªguantes, tijeras y herramienta en mano¡ª, con ayuda de expertos como el paisajista John Hoyland.
¡°El maestro Christie lo ha dise?ado tras dedicar su vida al estudio y la reflexi¨®n sobre el arte, la arquitectura, la historia y la horticultura de los grandes jardines. Sobre eso posee un conocimiento enciclop¨¦dico¡±, asegura Hoyland. Eso se palpa en el orden de los arcos que armonizan la perspectiva de sus 12 hect¨¢reas y gu¨ªan la mirada hacia los puntos de fuga. En los delicados cambios del paisaje y la geometr¨ªa de los claroscuros, inspirados en jardines italianos, franceses o ingleses¡ Un espacio que ensalza, en gran parte, la b¨²squeda de una identidad europea, plantada a lo largo y ancho del terreno a manos de quien lleg¨® a principios de los a?os setenta a Francia desde su pa¨ªs de origen y se qued¨® para siempre. Fue una decisi¨®n consciente. No solo por curiosidad art¨ªstica. Tambi¨¦n le mov¨ªan razones pol¨ªticas. Se neg¨® a que le reclutaran para combatir en la guerra de Vietnam. Y huy¨®. Toda aquella ¨¦poca revuelta descansa en su memoria ahora en paz, pero debi¨® de ser dura. ¡°Ya hab¨ªamos vivido una experiencia en la familia. Mi hermano mayor regres¨® traumatizado, mudo. En casa no se hablaba, pero se sent¨ªa la angustia¡±.
El joven Christie estudiaba entonces m¨²sica en Yale despu¨¦s de haber pasado por Harvard y entender que aquel deb¨ªa ser su camino. No solo se hab¨ªa movilizado contra la guerra en manifestaciones o marchas hacia Washington. Abandon¨® el campo de entrenamiento donde lo hab¨ªan reclutado: ¡°Lo ¨²nico que aprend¨ª all¨ª fue a detestar el ej¨¦rcito. Te preparaban para ser soldado. El sargento me advirti¨®: ¡®Ten cuidado porque iremos a por ti¡¯. Aquel sistema estaba completamente corrompido, basado en amenazas. No s¨¦ todav¨ªa c¨®mo no me cay¨® encima un proceso y acab¨¦ en la c¨¢rcel. Pod¨ªa haber ocurrido¡±.
En lugar de eso, pudo escapar despu¨¦s de hablarlo con su familia. No sinti¨® ning¨²n reproche por ello. Ni siquiera de su padre, que hab¨ªa combatido en la Segunda Guerra Mundial, precisamente, en la toma de la ciudad francesa de Tol¨®n. De aquella ¨¦poca, Christie menciona otra an¨¦cdota curiosa que quiz¨¢s explique esa obsesi¨®n suya por dar vida: ¡°Pocos d¨ªas antes de que yo naciera, mi abuela materna le dijo a mi madre que mi padre hab¨ªa muerto ahogado en el Mediterr¨¢neo. No s¨¦ c¨®mo se enter¨® de aquello. Cuando yo vine al mundo, mi madre estaba convencida de ser viuda¡±. Unos meses despu¨¦s, apareci¨®, volvi¨® a sus vidas para rehacerlas. Juntos y con dos hijos m¨¢s, adem¨¢s de William, el primog¨¦nito. Ninguno de ellos acab¨® en su mismo campo. Solo ¨¦l, muy apoyado por su madre. ¡°Ella hab¨ªa empezado a estudiar m¨²sica en la universidad, pero tuvo que dejarlo por los problemas econ¨®micos de la familia¡±. La obligaron a trabajar para sacar adelante a sus seis hermanos. ¡°Creo que hubiera hecho una carrera brillante¡±, asegura Christie. Al menos se ocup¨® de que le ocurriera a ¨¦l desde los cimientos por medio de su formaci¨®n en casa y en el conservatorio en B¨²falo.
Sus primeros recuerdos sensoriales tienen que ver con un piano en el sal¨®n. Despu¨¦s, con el coro que dirig¨ªa su madre en la iglesia, donde desde muy joven William tocaba el ¨®rgano. Ya entonces le seduc¨ªa m¨¢s la m¨²sica antigua y barroca que los repertorios cl¨¢sicos y rom¨¢nticos. Bach, pero tambi¨¦n Fran?ois Couperin, concretamente las Le?ons de t¨¦n¨¨bres, que su madre le regal¨® en disco. ¡°Aquello cambi¨® mi vida, como tambi¨¦n la primera vez que ella me llev¨® a ver El Mes¨ªas, de ?H?ndel, con la Orquesta Sinf¨®nica de Boston¡±.
El camino de su especialidad comenzaba a delimitarse adem¨¢s con los ecos de nombres como Lully, Charpentier, Rameau, antes de que ingresara en las universidades de Harvard y Yale. Pero no como ¨²nica v¨ªa. M¨¢s bien como destino al que llegar despu¨¦s de haber transitado por otros cruces. ¡°Me form¨¦ con Beethoven, Schumann, Mozart, Rachmaninov, cierto, me atrajeron e interpret¨¦ con diferentes grupos a compositores contempor¨¢neos, pero ya como estudiante de grado superior mi inter¨¦s principal se centraba en el Barroco y la m¨²sica antigua, con especial inter¨¦s hacia el repertorio franc¨¦s¡±.
De ah¨ª que al salir hacia su exilio tuviera muy claro hacia d¨®nde y una voluntad determinada despu¨¦s de dudas iniciales. ¡°Yo era muy buen alumno. Tambi¨¦n me interes¨® la Medicina o la Bioqu¨ªmica, que estudi¨¦ junto a Historia del Arte y varios cursos de m¨²sica en Harvard. Pero algunos profesores all¨ª me ayudaron a convencerme de que abriera los ojos. Me dijeron que, si no acababa dedic¨¢ndome a la m¨²sica, no ser¨ªa feliz. Era lo ¨²nico que realmente me apasionaba, insist¨ªan ellos¡±.
Cambi¨® a Yale para especializarse y se puso en manos del clavecinista y music¨®logo Ralph Kirkpatrick. Que de su mano se adentrara en el arte de Bach o Scarlatti guiado por uno de los mayores expertos mundiales en la materia, afrontarlo reci¨¦n salido de otra torre de marfil, como era entonces Harvard, no significa que el joven m¨²sico anduviera desconectado del mundo. Al contrario: vibraba con el presente convulso, entre su aire hippy, traumado por la amenaza nuclear, pacifista y cr¨ªtico con el expansionismo militar de su pa¨ªs. Trataba de comprenderlo y atemperarlo por medio de sus inmersiones en el pasado. Christie ha sido un ejemplo de c¨®mo armonizar mundos y tiempos paralelos. Cuando viaja, vive el presente. En Thir¨¦ se recluye en ¨¦pocas remotas a base de una atm¨®sfera p¨¦trea y vegetal de cuadros dieciochescos con motivos musicales, retratos de compositores, mobiliario, artesan¨ªa, libros, utensilios que datan de siglos atr¨¢s y que logran una atm¨®sfera c¨¢lida en invierno al comp¨¢s del chasquido permanente que brota de sus chimeneas.
En EE UU hab¨ªa conectado con los c¨ªrculos musicales que le retrotra¨ªan a lo remoto, pero no dej¨® de lado las protestas ni la conciencia pol¨ªtica mientras escuchaba tambi¨¦n a Janis Joplin o a Jimi Hendrix. Al llegar a Francia se inmiscuy¨® en c¨ªrculos intelectuales de derecha e izquierda para tomar el pulso de su nueva etapa. Estuvo en contacto con Daniel Cohn-Bendit, alias Dani el Rojo, y sus amigos, que diger¨ªan la resaca del 68. El pa¨ªs fue para Christie un paradigma de la acogida: ¡°Eran mucho m¨¢s abiertos que ahora a quienes llegaban de fuera¡±, recuerda. Eso ayud¨® a que se adaptara y se convirtiera, asegura, ¡°en un buen franc¨¦s¡±.
Tanto que forma parte de la Academia de Bellas Artes francesa, donde ocupa desde 2010 el sill¨®n que perteneci¨® a Marcel Marceau. Alguna vez, el presidente, Macron, le ha invitado a cenar en el El¨ªseo. ¡°Con ¨¦l se puede hablar de cualquier tema interesante; en cambio, jam¨¢s aceptar¨ªa una invitaci¨®n de Donald Trump a la Casa Blanca. ?De qu¨¦ podr¨ªa conversar con alguien que no sabe en qu¨¦ ¨¦poca vivi¨® Beethoven?¡±.
La conciencia del contexto resulta fundamental para alguien como Christie. Ha pasado gran parte de su vida armoniz¨¢ndolos. Primero, mediante su estudio, en sus b¨²squedas personales. Despu¨¦s, con la interpretaci¨®n colectiva, en conjuntos, prosigui¨® en su etapa de estudiante con varios estilos y cristaliz¨® en su formaci¨®n: Les Arts Florissants, creada en 1979. ¡°A m¨ª nunca me sedujo la idea del int¨¦rprete solista. Siempre he querido hacer m¨²sica en grupo. El nuestro surgi¨® del convencimiento de que pod¨ªamos aportar algo mejor a la interpretaci¨®n de la m¨²sica barroca y antigua: diferenciarnos y convertirnos en referencia en el repertorio franc¨¦s o abordar de manera distinta a Bach, H?ndel y Monteverdi¡±.
La corriente historicista de interpretaci¨®n comenz¨® en los a?os cincuenta y se expandi¨® por toda Europa como una necesidad colectiva. Entonces, la m¨²sica renacentista apenas era un t¨ªmido murmullo, la barroca hab¨ªa sido desnaturalizada por instrumentos ajenos a su tiempo y necesitaba recuperar la autenticidad de su sonido. Cuando diversos artistas resucitaron esos tesoros perdidos con instrumentos de la ¨¦poca en que fue compuesta cada obra, el p¨²blico not¨® una diferencia fundamental. Nombres como Gustav Leonhardt en Holanda, Nikolaus Harnoncourt en Viena, Christopher Hogwood o John Eliot Gardiner en el Reino Unido y Jordi Savall en Espa?a, entre otros pioneros, se hab¨ªan comprometido con esa tarea. Christie y Les Arts Florissants quisieron formar parte de ese movimiento y se convirtieron en otro referente mundial. ¡°En un momento determinado quise volar por mi cuenta y lo cre¨¦. Para eso debes convencer a otros de que tienes mejores ideas en cuesti¨®n de fraseo, por ejemplo, interpretaci¨®n, utilizaci¨®n de los instrumentos¡ En resumen, un camino propio para dotar de otra elocuencia a ese tipo de m¨²sica¡±. Buscaban un renacimiento del sonido: ¡°Una nueva verdad musical. No puedes plegarte a una sola, dogm¨¢tica. La que se traslada en algunas escuelas, una ¨²nica y sin discusi¨®n, como la que transmiten en muchos conservatorios a sus alumnos con el argumento de que es el ¨²nico camino para ser contratados en una orquesta¡±. Por eso trat¨® de imponer nuevos m¨¦todos en Par¨ªs o en la escuela Juillard, de Nueva York, donde fue pionero a la hora de ense?ar estos repertorios.
Pero tambi¨¦n ah¨ª ha buscado su propia plataforma, como la iniciativa de Le Jardin des Voix. ¡°Lo fund¨¦ porque siento la necesidad f¨ªsica de ense?ar¡±. En eso vivi¨® un par¨¦ntesis al no poder compaginarlo con su actividad de int¨¦rprete y las giras. Dio clase en el Conservatorio de Par¨ªs entre 1982 y 1996, lo compaginaba con Juillard. ¡°Apliqu¨¦ mi propio m¨¦todo, sin examen de entrada o final. Pronto se convirti¨® en un ¨¦xito, todo el mundo quer¨ªa apuntarse. Algunos, casi clandestinamente, sin que se enteraran otros profesores. Despertaba aut¨¦nticas enemistades entre los docentes¡±.
Siempre se tom¨® muy en serio el reto intelectual que supone la ense?anza. ¡°Tengo mi propia visi¨®n a la hora de destapar el sentido que necesita la m¨²sica. Debes hacerte preguntas b¨¢sicas acerca del estilo, de las necesidades que demanda el texto, c¨®mo debe ser pronunciado, silabeado. Un conservatorio convencional no te llevar¨¢ m¨¢s lejos de lo que dice la partitura. Influye todo en una buena interpretaci¨®n. La naturaleza del instrumento y las notas escritas, pero debes aplicarlas a un c¨®ctel de otros factores para convertirla en algo exquisito¡±, explica. Conocer los l¨ªmites para respetarlos y superarlos tambi¨¦n. ¡°Sin ese equilibrio no llegar¨¢s a conseguir tu propia voz ni tu personalidad. Hay que ambicionar una libertad total, afrontar el debate entre la libertad y la lealtad, combinadas¡±.
En Thir¨¦, Christie ha implantado un campus estacional que quiere convertir en algo abierto y activo todo el a?o. Los exquisitos tent¨¢culos de Les Arts Florissants tienen el pueblo tomado. Han decidido restaurar la iglesia, han construido un barrio de los artistas, adquiriendo casas para distintas residencias. En el centro de todo, reina el jard¨ªn del maestro Christie, esa arcadia con parterres de madera de boj, elegantes arbustos moldeados en figuras que parece van a cobrar vida propia despu¨¦s de una concienzuda t¨¦cnica de podado, senderos que marcan el rumbo hacia los rosales, los tulipanes y las magnolias. La construcci¨®n de un refugio armado de esencias y armon¨ªa que le representan y expresan qui¨¦n es: ¡°Este jard¨ªn soy yo. Es la mejor expresi¨®n de m¨ª mismo¡±.
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