Jordi Cort¨¦s destaca en la primera jornada
Como era previsible, tambi¨¦n Dansa Val¨¨ncia se apunta en esta edici¨®n al espacio de Danseta, que se inaugur¨® en la ma?ana de ayer en Bancaixa con Estate quieta, un espect¨¢culo para p¨²blico infantil de Producciones Sala Cuarta Pared que cuenta las andanzas de una ni?a que se aburre en casa. Esta coreograf¨ªa y Caixes, de Nats Nuts, que se presentar¨¢ los d¨ªas 5 y 6, componen la programaci¨®n infantil del festival. Un festival que arranc¨® para su p¨²blico de siempre por la tarde en el Rialto, con el estreno en bloque de Lucky, de Jordi Cort¨¦s, Echo, de Mari¨¢n del Valle, y Disparates n? 1: hueso de santo, de M¨®nica Valenciano. El primero es un muy brillante ejercicio de extra?eza en solitario recitado deliberadamente en un idioma extra?o, en el que un personaje que bien podr¨ªa estar sacado del primer Beckett habla sobre lo que acaso sea su vida mientras rechaza una invitaci¨®n familiar por su cumplea?os. Con ese pretexto, en el que parece cierto que la musicalidad del ingl¨¦s conviene a los prop¨®sitos de la coreograf¨ªa, asistimos a un repertorio de situaciones excluidas de toda normalidad en el que destaca el humor desesperado y una afortunada propensi¨®n a bailarlo todo. Fue el trabajo m¨¢s aplaudido en la tarde inaugural del Rialto. El Bailadero que dirige M¨®nica Valenciano sorprendi¨® con una propuesta nada minimalista, tejida con hilachos de argumento, en el que tal vez sobran las interpelaciones directas al p¨²blico. Una especie de locura compartida por los cuatro bailarines en escena, aspecto ¨¦ste que tambi¨¦n cabe resaltar del trabajo de Jordi Cort¨¦s, convierte en delirantes unas pocas situaciones tomadas m¨¢s o menos de la vida cotidiana, donde la conducta estrafalaria se convierte en signo inequ¨ªvoco de un desquicio seguramente m¨¢s amplio, en una coreograf¨ªa que juega a parecer narrativa cuando en realidad su poder de comunicaci¨®n va por otro sitio, y que no renuncia a un agudo sentido del humor. Mari¨¢n del Valle se muestra en Echo m¨¢s cl¨¢sica dentro de su singularidad. Una especie de juego de espejos, que resume un recorrido m¨¢s que proponer la relaci¨®n entre lo doble y lo uno, se apoya en una sutilidad casi est¨¢tica del movimiento, cuyo impulso, y a veces sus consecuencias, se ven reflejados en las proyecciones absolutamente inm¨®viles que acompa?an las concentradas evoluciones de la bailarina. Un cierto minimalismo de reminiscencias orientalistas queda as¨ª complementado por la proyecci¨®n de los instantes que lo componen, en una conjunci¨®n que algo tiene que ver con las sugerencias acerca del paso del tiempo.
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