Fabius y dos ex ministros, juzgados en Francia por transfusiones contaminadas de sida
Los responsables de Sanidad en la era Mitterrand, acusados de "homicidio involuntario"
Tres ex ministros socialistas franceses -Laurent Fabius, que fue primer ministro, Edmond Herv¨¦, que dirigi¨® la Sanidad, y Georgina Dufoix, que tuvo a su cargo Asuntos Sociales y Solidaridad- se sientan ma?ana en el banquillo acusados de "homicidio involuntario" y "perjuicio involuntario contra la integridad f¨ªsica de otras personas". Es la segunda parte del proceso llamado de la sangre contaminada, que juzga las transfusiones que infectaron de sida en los a?os ochenta a m¨¢s de 2.000 pacientes, un buen n¨²mero de ellos hemof¨ªlicos. El proceso, en una fase posterior, alcanzar¨¢ a los asesores de los ministros. En 1992 se juzg¨® y conden¨® a Michel Garretta, responsable del centro de Transfusi¨®n Sangu¨ªnea.
En 1991, ante las c¨¢maras de televisi¨®n, Georgina Dufoix, ex-ministra de Asuntos Sociales, lanz¨® una frase que se hizo c¨¦lebre: "Soy responsable, pero no culpable". Se refer¨ªa a su comportamiento ante el drama de la sangre contaminada por el virus del sida y a la pol¨ªtica seguida por los gobiernos de los que hab¨ªa formado parte. El juicio que se abre ma?ana en Par¨ªs contra Laurent Fabius -varias veces ministro, ex-primer ministro entre 1984 y 1986 y actual presidente de la Asamblea Nacional-, Edmond Herv¨¦ - hoy alcalde de Rennes fue secretario de Estado de Sanidad- y Georgina Dufoix, puede que demuestre que los tres ministros se comportaron de manera irresponsable pero es dif¨ªcil que pruebe su culpabilidad. Para Fabius el proceso debiera servirle no s¨®lo para demostrar su inocencia sino para rehabilitarle como pol¨ªtico. No se dio cuenta enseguida del embrollo en que se hab¨ªa metido cuando vacil¨® en autorizar la comercializaci¨®n del test americano Abbott para identificar el virus del sida. Lo comprendi¨® cuando vio su foto en pancartas portadas por hemof¨ªlicos contaminados, cuando Michel Garretta, ahora condenado a cuatro a?os de c¨¢rcel, dijo que "son las autoridades quienes deben prohibirnos distribuir sangre contaminada y compensarnos econ¨®micamente".
Fabius quiso primero ser juzgado por un "tribunal de honor", luego entendi¨® que estaba obligado a pasar ante la justicia. "He venido a pediros que me acus¨¦is de faltas que no he cometido", les dijo a los diputados pues, en tanto que alto responsable pol¨ªtico, s¨®lo una jurisdicci¨®n especial puede abordar su caso. Ahora ese car¨¢cter especial de la Cour de Justice de la R¨¦publique amenaza en ir en su contra, en ahondar a¨²n m¨¢s la idea de que los pol¨ªticos tienen privilegios que se les niegan a otros ciudadanos. Fabius se juega su futuro pol¨ªtico. El caso le ha permitido redescubrir el antisemitismo latente en la sociedad francesa -algunos caricaturistas le han pintado como un vampiro jud¨ªo- y ver la poca estima que le ten¨ªan algunos de sus camaradas socialistas. Edmond Herv¨¦ ha interiorizado el trauma de ser tratado de asesino. En su caso le reprochan haber seguido autorizando las colectas de sangre en las c¨¢rceles cuando no era ning¨²n secreto que un buen n¨²mero de presos era portador del virus y tambi¨¦n de haber tardado en hacer obligatoria una t¨¦cnica de desactivaci¨®n del mismo. Los rumores relacionan a Herv¨¦ con tentativas de suicidio y depresiones. En su despacho del ayuntamiento de Rennes, una sola foto: la de Pierre B¨¦r¨¦govoy, primer ministro socialista que se suicid¨® en 1993 despu¨¦s de una campa?a contra su honor.
La Georgina Dufoix que acudir¨¢ ante el tribunal no tiene nada que ver con la joven millonaria que integr¨® la mitterrand¨ªa y conoci¨® una vertiginosa carrera pol¨ªtica. "El ¨²nico giro importante en mi vida es el haberme convertido a Jesucristo en 1988", dice. Hoy Dufoix es protagonista de un v¨ªdeo en el que cuenta esa conversi¨®n, su nueva fe de protestante austera que afirma que "el hombre cura pero Dios sana". Y eso dice haberlo comprobado en el caso de su marido, enfermo de c¨¢ncer en 1991, y hoy totalmente sano "gracias a la intervenci¨®n de Cristo".
Imparcialidad
La Cour de Justice de la R¨¦publique est¨¢ integrada por seis diputados, seis senadores y tres magistrados profesionales. La preside Christian Le Gunehec, un juez con una larga carrera desarrollada al amparo de la derecha y que en 1994 intent¨® que los tres ex-ministros fuesen acusados de "envenenamiento". Si su imparcialidad no parece pues garantizada, ?qu¨¦ decir del fiscal? Christian Burgelin, durante la instrucci¨®n del sumario, pidi¨® dos veces que el caso fuese sobrese¨ªdo, porque no ve¨ªa culpabilidad alguna en la figura de los ex-ministros. Ahora ¨¦l tiene que acusarles.
La peculiaridades de esta jurisdicci¨®n especial no acaban aqu¨ª. Los sietes casos de contaminaci¨®n retenidos en el sumario no podr¨¢n ser defendidos por las v¨ªctimas -dos de ellas viven todav¨ªa- ni por sus abogados, pues s¨®lo la fiscal¨ªa del Estado puede actuar en el caso de supuestos delitos cometidos por ministros en el ejercicio de sus funciones. Eso hace pensar que las televisiones y la prensa acoger¨¢n un proceso paralelo. Y para acabar de redondear un panorama confuso, varios de los testigos testimoniar¨¢n sin jurar decir "toda la verdad" puesto que, en tanto que antiguos asesores de los ministros, est¨¢n tambi¨¦n a la espera de ser juzgados y saben que sus palabras pueden volverse luego en su contra.
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