Desprecio por los s¨ªmbolos
Uno de los aspectos m¨¢s desconcertantes del Madrid actual es la incapacidad de sus jugadores para interpretar y valorar los signos del f¨²tbol. Alrededor de este juego existe un entramado de car¨¢cter simb¨®lico que siempre conviene respetar. Muchas veces se trata de asuntos m¨¢s relacionados con la sensibilidad que con cualquier otra cosa. N¨²?ez y Van Gaal lo han comprobado en el Barcelona, donde se produce un rechazo sentimental a la pol¨ªtica del equipo sin fronteras que pretende implantar el club. La gente quiere ¨¦xitos, pero tambi¨¦n desea un respeto por ciertos valores que forman parte del universo futbol¨ªstico. Por razones varias, pero principalmente por una voluntad de identificaci¨®n y de afecto, la hinchada del Bar?a reclama una cuota de jugadores locales. La expresi¨®n de este deseo se produce con tanta frecuencia que el Camp Nou se convierte habitualmente en el escenario de un plebiscito popular. Algo parecido, aunque por diferentes motivos, ocurre en el Bernab¨¦u, donde los aficionados no parecen dispuestos a tolerar m¨¢s el desprecio de los jugadores por ciertos aspectos sustanciales del f¨²tbol. En su condici¨®n de divos, los jugadores interpretan su profesi¨®n con una ligereza asombrosa, seg¨²n una escala de valores encabezada por sus caprichos. Entre sus obligaciones parece que no figura nada que signifique cualquier tipo de carga, de responsabilidad colectiva, de aprecio por las cosas que articulan los v¨ªnculos entre el equipo y su gente. A la hinchada del Madrid no le gusta c¨®mo juega su equipo. Lo ha manifestado con alguna tibieza en determinados momentos de la temporada. Pero esa insatisfacci¨®n no es comparable con la irritaci¨®n que produce la actitud de los futbolistas, convertidos en criaturas veleidosas que act¨²an seg¨²n principios francamente infantiles. Lejos de encontrar respuestas adultas a los problemas normales de su profesi¨®n, varios jugadores del Madrid han dado durante esta temporada un curso de inmadurez vedetista. No s¨®lo eso: han arrastrado al fango al resto de la plantilla, incapaz de sustraerse al poder de los caprichosos.
S¨®lo desde una equivocad¨ªsima lectura de su profesi¨®n se puede interpretar la p¨¦rdida de estima que ha sufrido el equipo en los ¨²ltimos tiempos. En menos de un a?o ha dilapidado el enorme capital simb¨®lico que signific¨® la conquista de la Copa de Europa. Pero qu¨¦ otra cosa se puede esperar de unos jugadores acostumbrados a desafiar la sensatez. Lo mismo cuando arrojan el brazalete de capit¨¢n junto a un poste, cuando se enzarzan en una discusi¨®n tontaina y fea en medio de un partido, cuando castigan a los aficionados pretendiendo castigar a la prensa o cuando se atreven a reprochar la actitud de la hinchada soberana, como sucedi¨® el domingo frente al Valladolid. Ellos: ejemplo perfecto de futbolistas caprichosos, desconsiderados y torpes en sus decisiones.
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