Histeria
No s¨¦ qu¨¦ predomina m¨¢s en la disparatada campa?a antiperruna que estamos viviendo, si la histeria colectiva (hay personas que sufren una especie de fobia antianimal) o el m¨¢s puro amarillismo. Por no hablar de la demagogia de los pol¨ªticos, que est¨¢ llegando a extremos delirantes, como ese ayuntamiento de un pueblo catal¨¢n que ha prohibido la salida a la calle (ni siquiera con bozal y correa) de los perros "peligrosos". ?Pero qui¨¦n decide cu¨¢les son peligrosos? Aunque hay razas m¨¢s agresivas que otras (las hemos criado as¨ª los seres humanos impregnando a los animales de nuestra propia violencia), cada ejemplar tiene despu¨¦s un comportamiento muy distinto dependiendo de la educaci¨®n y de c¨®mo vive. Tranquilidad: la inmensa mayor¨ªa de esos miles de denuncias de las que tanto hablan tiene causas lev¨ªsimas, cuando no son un producto de la fobia anticanina o de la pura chinchorrer¨ªa vecinal. Los chuchos no son bombas.
M¨¢s que perros peligrosos hay humanos peligrosos. Por ejemplo, hay tipos tan obsesionados por su seguridad que adquieren perros mal entrenados para defensa como quien se compra una pistola, sin amar a los animales, sin saber controlarlos y sin cuidar de ellos, porque los dejan atados en perpetua soledad hasta volverlos locos: los perros, como los humanos, son criaturas sociales y se desquician con el aislamiento. Y luego est¨¢ esa gentuza que organiza peleas y tortura a sus propios animales para multiplicar su fiereza: el entrenamiento para la lucha consiste en encerrar a la pobre bestia en un cuarto a oscuras y apalearla con cadenas cada vez que le encienden la luz. Si los pol¨ªticos quieren de verdad bajar el riesgo de agresi¨®n canina (que, por cierto, es m¨ªnimo), lo que tienen que hacer es acabar de una vez con las peleas de perros, controlar la profesionalidad de los adiestradores e implantar una ley de protecci¨®n animal como es debido.
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