La proeza de traducir PON? PUIGDEVALL
Para acabar con un exceso de sentimentalidad que me ofreci¨® una comida familiar, decid¨ª que la vuelta a Girona era una buena ocasi¨®n para detenerme en Santa Cristina d"Aro, charlar con Atilio Pentimalli, poeta y traductor del italiano, y, mientras nos tom¨¢bamos unas copas en el bar Elvira, darme un ba?o de individualismo rabioso. No era necesaria ninguna excusa para ejercer el arte de la amistad, pero llevaba conmigo dos razones a?adidas para visitarle. Una era la devoluci¨®n de un libro de Stefano d"Arrigo que me hab¨ªa prestado mucho tiempo atr¨¢s, Horcynus Orca, una de aquellas obras que no parece posible concebir de otra manera que en su texto original italiano, aunque hubo un proyecto malaventurado -porque al final no se llev¨® a cabo- de traducci¨®n al castellano hecha conjuntamente por Atilio Pentimalli y Juan Ram¨®n Masoliver. La otra era poder recabar informaci¨®n de primera mano sobre una escritora romana, Melania S. Mazzuco, y La c¨¢mara de Baltus, segunda novela de la autora que Pentimalli ha traducido para Seix Barral y una de las mejores lecturas posibles para estas primeras semanas del a?o. Atilio Pentimalli naci¨® y se educ¨® en Argentina, pero siempre ha reclamado como signo biogr¨¢fico la procedencia italiana de su familia, haciendo especial hincapi¨¦ en la sangre calabresa que corre por sus venas. Hace m¨¢s de 30 a?os que vive en Espa?a, ocup¨¢ndose en tareas accesorias de la industria editorial y, desde que lo conoc¨ª, s¨¦ que es una de las pocas personas que pueden encontrarse sin previo aviso y, a veces, en las situaciones y circunstancias m¨¢s insospechables. Como si fuera un mis¨¢ntropo profesional, que no lo es, puedo afirmar que siempre que lo he visitado en Santa Cristina lo he encontrado sin ninguna dificultad en el bar Elvira, al pie de la carretera que conduce a la Costa Brava, en alegre ch¨¢chara con los clientes habituales o leyendo tranquilamente todos los peri¨®dicos del d¨ªa. Hac¨ªa tiempo que no nos ve¨ªamos y que nada sab¨ªamos el uno del otro, pero poco despu¨¦s de saludarnos empezaron ya a renacer los relatos de siempre. Con la compa?¨ªa de los amigos el presente se instala en una calma feliz, en las conjeturas que ofrece el futuro inmediato no hay nada que se parezca al desorden, y el pasado se ti?e de un ligero vigor. Pronto olvid¨¦ los remordimientos que me deparaban el recuerdo de las aventuras de los tres d¨ªas de chifladura que vivimos a comienzos del ¨²ltimo verano, y que compartimos con un amigo com¨²n y un ingl¨¦s borracho que encontramos nadie recuerda d¨®nde, que nos acompa?¨® durante un espacio de tiempo indefinido y que s¨®lo repet¨ªa que nunca llegar¨ªamos a nada. Llegamos a la conclusi¨®n de que era lo que Melania Mazzucco llama "Danzar en las tinieblas" en el primer cap¨ªtulo de su novela. Haciendo gala de su memoria, Pentimalli enlaz¨® la frase del ingl¨¦s con unos versos de Aldana y, r¨¢pidamente, llegamos a la belleza de otro de los t¨ªtulos con que Melania Mazzuco deleita al lector, "Sus d¨ªas perdidos caen sobre ¨¦l como un velo de niebla", y pronto pas¨® al de uno de sus poemas que no figur¨® en la selecci¨®n de su obra aparecida bajo el t¨ªtulo De mar en mar en cantos. Me habl¨® de las dificultades y la endiablada complejidad con que tuvo que enfrentarse al traducir La c¨¢mara de Baltus, y de la suerte de haber iniciado con la autora, gracias a la primera traducci¨®n, una amistad epistolar que le permiti¨® verificar el ingenio de las soluciones que propon¨ªa para los giros y neologismos m¨¢s intraducibles. Pero a pesar del esfuerzo invertido en esta novela, nunca estuvo al borde de la desesperaci¨®n como cuando realiz¨® la haza?a de traducir la ¨²ltima novela de Pasolini, Petr¨®leo, o cuando dedic¨® meses y meses para verter al castellano el Cancionero de Petrarca como escrupulosa gu¨ªa de lectura que acompa?ase el texto original. Que estuviera fuera de circulaci¨®n fue la excusa que encontr¨¦ para que me llevara hasta su casa, y ah¨ª fue donde pude ver la barbaridad de libros que hab¨ªa traducido durante esta treintena de a?os, desde Casanova, Sciascia y Moravia hasta Arpino y Citati, y autores que me eran tan desconocidos como Giuseppe Dess¨ª y Mario Pomilio. Y, a ra¨ªz de Dacia Maraini, ah¨ª fue donde pude leer algunos de los infinitos informes de lectura que hab¨ªa escrito para las m¨¢s diversas editoriales, unas obras de arte que me hicieron pensar que la aut¨¦ntica cr¨ªtica literaria se lleva a cabo lejos de las p¨¢ginas de los peri¨®dicos. Ah¨ª fue tambi¨¦n donde pude observar, para decirlo con el t¨ªtulo de otro de los cap¨ªtulos de la novela de Mazzucco, "la herida y la gloria" que representa en este pa¨ªs trabajar para el mundo editorial. Al final, con la cabeza zumb¨¢ndome y temiendo los efectos del d¨ªa siguiente, mientras acomodaba en el coche los libros y los papeles que Atilio Pentimalli me hab¨ªa regalado, pens¨¦ que ninguna batalla puede perderse mientras exista gente como ¨¦l y libros como los que escribe Melania Mazzucco.
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