Madrid en su sitio
Las ciudades suelen tener esp¨ªritu, como algunas personas. Un esp¨ªritu, seg¨²n pensaba Ganivet, "que todo lo ba?a, lo modela y lo dignifica". Pero no toda ciudad es ciudad, no toda ciudad lo es en plenitud, y cuando le falta ese esp¨ªritu se convierte en aldea. Madrid tiene una larga historia desde que fue Corte de la Monarqu¨ªa espa?ola al elegirla para tal fin el rey FelipeII en 1562. Ha sido, a veces, verdaderamente ciudad, y otras veces, poblac¨®n manchego que se olvida del azulado horizonte de nobleza y profundidad -y del agua pura- que le da su sierra del Guadarrama, tantas veces pintada por Vel¨¢zquez y redescubierta, como es sabido, a finales del siglo XIX por don Francisco Giner y sus disc¨ªpulos de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. Madrid, "confusi¨®n y regocijo de las Espa?as", como la defin¨ªa Gald¨®s, guarda todav¨ªa en algunas de sus calles una pizca del alma que las caracteriza, aunque su vertiginoso crecimiento triplicando el n¨²mero de sus habitantes en pocas d¨¦cadas, haya desbordado y mareado sus contornos. El nuevo alcalde que nos deparen los pr¨®ximos comicios municipales ha de cuidar que los nuevos barrios no oculten la vista y el acceso al campo, cuya cercan¨ªa fue siempre un privilegio de nuestra capital. Madrid no es una ciudad que se mire s¨®lo a s¨ª misma, no teniendo grandes monumentos porque siempre fue menesterosa, sino que cuenta asimismo con el cielo y el horizonte serrano. Su semblante, escribi¨® Fernando Chueca en un libro memorable que tuve la suerte de editar, "es humilde... y esta humildad no es adventicio azar de la fortuna, sino consustancialidad suya, raz¨®n de ser de su capitalidad, de su virtud fundente y aglutinadora". Como Lisboa no ser¨ªa lo que es sin el Tajo, al que miran todas las viviendas que se precien, para tranquilidad de sus vecinos, que ven pasar sus caudalosas aguas haciendo el "camino de la naci¨®n hacia el mar y la lejan¨ªa", en verso de Torga, el m¨¦dico-poeta. Los madrile?os no miramos el Manzanares, ese "aprendiz de r¨ªo", pero s¨ª a las lejan¨ªas.
Madrid hay que recrearla de nuevo para poder seguir siendo la misma. Tarea dif¨ªcil que ha de pilotar alguien que sepa historia y cultura y tenga mundo. Por eso estar¨ªa bien que el nuevo alcalde fuera un intelectual, como lo fue Tierno Galv¨¢n, de feliz memoria. Que venga un hombre nuevo que nos sepa orientar a los madrile?os asombrados de tanto desatino como hace nuestro actual Ayuntamiento. Un hombre que sepa escribir bandos vibrantes que nos den la esperanza que no tenemos, convencidos como estamos, al igual que Ganivet de su Granada la bella, de que Madrid "no es la de hoy, es la que quisiera y debiera ser, la que ignoramos si un d¨ªa ser¨¢".
El crecimiento de la poblaci¨®n urbana por la disminuci¨®n paralela, por motivos econ¨®micos inevitables, de la mano de obra agr¨ªcola que emigra a la ciudad, ha convertido a las grandes urbes en un enjambre de individuos que han perdido toda casta y todo amor a su patria chica. Con islotes de terrible marginaci¨®n que convierten a esas grandes ciudades, Madrid entre ellas, en ciudades sin ley. Ni siquiera las horas de la noche, con su estruendo y su movimiento, anulan el silencio con el que repon¨ªa la calle su cansancio del paso y paseos diurnos de los madrile?os.
Madrid necesita un estatuto especial, dentro de la comunidad aut¨®noma a la que pertenece, y deber¨¢ evitar que los desfiles, celebraciones y manifestaciones -estimables porque demuestran el reconocimiento de su capitalidad nacional- no da?en demasiado la vida cotidiana de sus habitantes.
El nuevo alcalde deber¨¢ luchar contra los demonios que invaden la ciudad moderna, esos engendros que la destruyen, como el caos circulatorio -que no existe en otras capitales de tama?o similar o mayor que el de Madrid-, como la degradaci¨®n bot¨¢nica de parques y jardines, a lo mejor reci¨¦n inaugurados. Y deber¨¢ combatir el sangriento demonio de la inseguridad personal, que exige una modificaci¨®n sustancial de la Polic¨ªa Municipal y una justicia r¨¢pida y eficiente, como lo est¨¢ demostrando estos d¨ªas el alcalde de Nueva York. El nuevo alcalde de Madrid precisa tener experiencia pol¨ªtica y humana pero no necesita ser especialista en nada, sino saber rodearse de expertos que lo sean en cada uno de los frentes municipales. Y no dudar¨¢ en utilizar los experimentos de otras capitales del mundo a nuestra genuina vida ciudadana. Y muy particularmente tener a la vista los resultados negativos, los m¨¦todos y medidas que no han servido y que, como en la vecina Toulouse, los habitantes de sus barrios dif¨ªciles tienen el sentimiento de abandono y escepticismo ante los planes contra la delincuencia de los menores que les propone el jefe del Gobierno franc¨¦s.
Entre los candidatos que aspiran al complejo gobierno de la capital hay, a mi juicio, una persona que cumple las condiciones que he indicado para poner a "Madrid en su sitio". Es el hombre que negoci¨® muy bien la entrada de nuestro pa¨ªs en la Comunidad Econ¨®mica Europea y contribuy¨® as¨ª a poner a "Espa?a en su sitio". Escribi¨® un libro con ese t¨ªtulo y el lector sabe su nombre.
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