Periodismo de "bla, bla, bla"
Abunda hasta la n¨¢usea el periodismo del bla, bla, bla. Un personaje dice algo y, de inmediato, los periodistas provocan una cascada de reacciones para que otros se pronuncien sobre la afirmaci¨®n original. En muchas ocasiones, los interpelados s¨®lo conocen lo que se dijo inicialmente a trav¨¦s de la versi¨®n que les traslada el periodista. Da lo mismo. La incontinencia verbal de la mayor¨ªa de los pol¨ªticos espa?oles y la voracidad de los periodistas -especialmente los de radio- para obtener declaraciones sobre cualquier asunto, es una de las claves que deben conocer los lectores de peri¨®dicos para explicarse una parte, nada desde?able, de la refriega pol¨ªtica diaria. El mi¨¦rcoles se public¨® una informaci¨®n sobre las amenazas de un grupo llamado Gazte Indarra (Fuerza Joven), dirigidas a un concejal socialista en una localidad de Guip¨²zcoa, en las que se dec¨ªa textualmente: "Esperando no tener que ver tu horrible cara de extreme?o nunca m¨¢s..." y se le amenazaba de muerte.
El jueves, el ex presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez, en el programa de Gomaespuma, en la emisora M-80, dijo, entre otras cosas, que "cuando a uno lo amenazan por ser concejal y le dicen "no quiero ver tu cara de extreme?o o castellano por aqu¨ª y, si no, atente a las consecuencias", se est¨¢ llevando a cabo una limpieza ¨¦tnica".
Un bocado suculento para no lanzarse en tromba. Lo curioso es que el mi¨¦rcoles, EL PA?S public¨®, en menos de media columna, las amenazas de Gazte Indarra, incompletas, porque faltaba el adjetivo "horrible", con el que se calificaba la cara del concejal extreme?o, y el viernes, este peri¨®dico y la mayor¨ªa de los que se editan en Madrid ni siquiera reproduc¨ªan la frase textual del ex presidente del Gobierno, mucho m¨¢s suave que el original. Se limitaban a recoger con amplitud las respuestas de otros pol¨ªticos, en tono muy duro contra Gonz¨¢lez, y s¨®lo se informaba, gen¨¦ricamente, de que ¨¦ste hab¨ªa comparado actitudes excluyentes de los nacionalistas vascos con la limpieza ¨¦tnica.
Ning¨²n lector que se detuviese en esta informaci¨®n -y ninguno tiene por qu¨¦ haber o¨ªdo o le¨ªdo nada previamente- pudo tener los elementos imprescindibles para formar su propia opini¨®n. El periodismo del bla, bla, bla se impuso de manera rotunda sobre el fondo del asunto, que s¨®lo pod¨ªa entenderse con sus antecedentes.
?Catalana o espa?ola?
En EL PA?S semanal del pasado 31 de enero se public¨® un reportaje, firmado por Mar¨ªa Laleva, con el t¨ªtulo Polos opuestos, que contaba la historia de cuatro parejas de distinta nacionalidad formadas as¨ª : holandesa y peruano, china y espa?ol, eslovaca y espa?ol y... catalana y sueco. Carlos Prieto, desde Madrid, ha escrito al defensor, y dice que en el reportaje se incurre en una falta de criterio, ya que "de siete personas se indica su pa¨ªs (Estado) de nacimiento, mientras en el caso de Judit Blasi se hace referencia a su regi¨®n (o pa¨ªs, o naci¨®n, o incluso patria) de origen, que es Catalu?a, y no al Estado (o pa¨ªs, o naci¨®n, o incluso patria), que es Espa?a", y a?ade que, para mantener un criterio un¨¢nime, se debi¨® indicar, respecto de los otros espa?oles citados, si eran "castellanos, gallegos, murcianos o de la regi¨®n (o pa¨ªs, o naci¨®n, o incluso patria) que sean".En el reportaje, Judit Blasi, a quien se calificaba en un titulito previo al texto como catalana, aseguraba que se siente "m¨¢s catalana que espa?ola".
Naturalmente, el peri¨®dico nada tiene que decir sobre este sentimiento, que es tan respetable como cualquier otro. Todo ciudadano tiene derecho a sentirse como mejor le parezca, al margen de la oficialidad de su carn¨¦ de identidad.
El problema es estrictamente de rigor period¨ªstico, y as¨ª lo admite Luz S¨¢nchez Mellado, que edit¨® el texto en cuesti¨®n: si a todas las parejas se les identific¨® por su nacionalidad oficial o de origen, no hay ninguna raz¨®n para obviar este m¨¦todo al referirse a una feliz catalana casada con un sueco. Adem¨¢s, se evitan suspicacias en un asunto que tantas suscita.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o tel¨¦fonearle al n¨²mero 91 337 78 36.
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