Extranjeros
Fuimos un pa¨ªs de emigrantes hasta ayer, pero hoy contemplamos con altivez a nuestros extranjeros: a esos modestos visitantes que hacen colas eternas para pillar papeles, o que no se atreven a llevar a sus hijos al m¨¦dico. En la Universidad de C¨®rdoba han hecho un estudio sobre las empleadas del hogar y han comprobado que las extranjeras est¨¢n discriminadas. En un oficio ya de por s¨ª dif¨ªcil (las condiciones laborales de las asistentas suelen ser penosas), a las de fuera se las machaca siempre un poco m¨¢s. Por ejemplo, trabajan m¨¢s horas que las espa?olas y cobran menos. Y, adem¨¢s, dice el informe, a las inmigrantes no se les permite usar el servicio.Lo m¨¢s fascinante de estos estudios sobre la cotidianeidad m¨¢s subterr¨¢nea es que magnifican la visi¨®n de los entresijos del alma social; y, as¨ª como la gota de agua transparente, arrimada a la lupa de un microscopio, deja ver un hervor de bichejos inmundos, estos informes ponen al descubierto la bestia despreciable que nos habita. Porque no son s¨®lo las empleadas del hogar: por ejemplo, s¨¦ de alba?iles extranjeros a los que hacen firmar pagas extraordinarias que nunca perciben. ?Que estos abusos son excepcionales? Por desgracia no: lo excepcional, seg¨²n todos los datos, es tratar de modo igualitario al inmigrante.
Mira alrededor: a la simp¨¢tica vecina, al compa?ero de despacho o al primo Germ¨¢n, con quien a veces almuerzas. Parecen tan normales, tipos agradables y decentes que se emocionan cuando ven pel¨ªculas de esclavos y que despotrican contra los pa¨ªses imperialistas. Pues bien, a lo peor luego todos ellos ocultan en sus vidas una especie de colonia unipersonal y sojuzgada, una v¨ªctima de su despotismo y su maltrato. Hay muchos inmigrantes en nuestro pa¨ªs, y muchos sinverg¨¹enzas que abusan de ellos. Nos hemos convertido en esto al hacernos ricos. La miseria moral suele incrementarse con la bonanza.
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