Testimonio ocasional
El art¨ªculo Chile: un pa¨ªs de dos lenguajes, de Luis Sep¨²lveda, me ha parecido algo altisonante y, lo que es m¨¢s, creo que falto de veracidad en lo que respecta a la actitud de Jorge Edwards antes, durante y despu¨¦s del 11 de septiembre de 1973. En aquellos tiempos conviv¨ª en Calafell con Jorge y, aunque nadie me ha dado vela en este entierro, puedo dar testimonio de cu¨¢l fue su actitud.Tras un periodo como embajador en Cuba, Jorge Edwards public¨® su libro m¨¢s conocido, Persona non grata, en el cual denunciaba, cuando intelectuales de todo el mundo aplaud¨ªan entusiasmados, los fallos y problemas de la soluci¨®n castrista a las miserias cubanas. No estoy seguro de que a esto pueda llam¨¢rsele falta de valor, en todo caso ser¨ªa nadar contra corriente. Jorge no solo no vot¨® a Allende, como dice, sino que dej¨® la carrera diplom¨¢tica porque pensaba, y as¨ª lo rumiaba y nos lo repet¨ªa mientras andaba en diagonal con las manos enlazadas en la espalda, que Allende no era un hombre de Estado y que su Gobierno no ser¨ªa una bendici¨®n para Chile.
Junto con Carlos Barral, que ojal¨¢ pudiera dar testimonio, contemplamos las im¨¢genes del bombardeo del palacio de la Moneda, y vi la consternaci¨®n y el horror de un hombre que ama a su pa¨ªs y lo ve envuelto en un brutal golpe militar. Aunque pensara que Allende no era el l¨ªder adecuado, siempre se refiri¨® a ¨¦l con afecto, apreciaba su calidez humana y sufri¨® por su final.
No es justo situar a mi amigo chileno en el bando del lenguaje de los vencedores. Jorge no se reincorpor¨® a su puesto en la carrera diplom¨¢tica, sigui¨® en el exilio hasta que, con Pinochet hacia el ocaso, acept¨® representar a su pa¨ªs en la OMS, puesto del cual dimiti¨® porque no le satisfac¨ªa el trabajo puramente burocr¨¢tico en el vac¨ªo, as¨ª me lo dijo. Cuando le suger¨ª la posibilidad de presentarse a las elecciones para el Senado chileno, me contest¨® horrorizado: "Pero ?t¨² me ves sentado ah¨ª con Pinochet?".
Y Jorge sigue escribiendo, que es su vocaci¨®n. Creo que no es justo insultar a un hombre por tener la honestidad de pensar por su cuenta y la valent¨ªa de expresar sus puntos de vista, aun a sabiendas de que su lucidez pueda resultar inc¨®moda. El apasionamiento en cuestiones pol¨ªticas puede resultar atractivo y rom¨¢ntico, pero Jorge tiene derecho a no ser partidario de soluciones extremas. No fue dicho en el Serm¨®n de la Monta?a, pero Jorge Edwards me hace pensar en que se podr¨ªa haber dicho: "Bienaventurados sean los discretos, aunque no se les haga justicia".-
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