Espa?a blinda su frontera sur a la inmigraci¨®n
Miles de africanos se hacinan en T¨¢nger, Tetu¨¢n y Larache en su intento de cruzar el Estrecho
ENVIADA ESPECIALCorren tiempos terribles para la inmigraci¨®n. Durante las dos ¨²ltimas semanas las fronteras espa?olas en el norte de ?frica se han vuelto m¨¢s inexpugnables para los miles de centroafricanos que aguardan en Marruecos su paso clandestino al primer mundo. En este tiempo Ceuta ha reforzado la valla -Melilla lo hizo antes-; 127 guardias civiles se han sumado a los 400 que vigilan las monta?as fronterizas de Jbel Musaa, y otras dos patrulleras se encargan de frenar todo lo que flota de madrugada en las aguas del Estrecho. As¨ª que las tarifas que cobran los traficantes de hombres se han disparado en T¨¢nger, Tetu¨¢n y Larache; las pensiones revientan en su hacinamiento y nuevos contingentes de subsaharianos son deportados por la polic¨ªa marroqu¨ª hacia zonas del desierto entre Marruecos y Argelia.
As¨ª lo cuenta Nessala (anagrama de su verdadero nombre), un senegal¨¦s de 27 a?os que el pasado jueves cont¨® su historia a EL PA?S en el caf¨¦ L"Marsa de T¨¢nger, seis horas antes de acudir a la cita con quien les prometi¨®, en esa noche sin luna y con el mar tranquilo, trasladarles silenciosamente a Espa?a. Es el mayor de una familia de ocho hermanos. De elevada estatura, combina con elegancia un jersey de pu?os agujereados y unos pantalones viejos algo sucios. Sabe ingl¨¦s y espa?ol -los aprendi¨® en tres a?os de estudios en la Universidad de Dakar-. Eso le ha convertido en el l¨ªder del medio centenar de centroafricanos que comparten con ¨¦l la pensi¨®n F, en el Zoco peque?o de T¨¢nger.
No quiere tomar nada s¨®lido. S¨®lo caf¨¦. Dice que en una semana o dos espera cruzar clandestinamente la frontera. Al cabo de una hora de conversaci¨®n, cuando ya se ha convencido de que no est¨¢ compartiendo mesa con confidentes al servicio de Hassan II, dice: "Ser¨¢ esta misma noche. Vendr¨¢n a buscarnos a la una en punto. Si todo va bien, antes del amanecer estar¨¦ en Espa?a".
Atr¨¢s queda el Senegal que abandon¨® en diciembre porque la econom¨ªa familiar no le permit¨ªa seguir estudiando. Quiere trabajar unos a?os "en Barcelona" y despu¨¦s regresar a su pa¨ªs. Ha o¨ªdo que los espa?oles no son muy racistas y que la polic¨ªa trata bien a los indocumentados. Por eso viaj¨® en avi¨®n hasta Rabat, pag¨® en el aeropuerto su primera factura bajo cuerda (500 dirhams, unas 8.500 pesetas) y procur¨® pasar inadvertido. En Marruecos la gente como ¨¦l empieza a ser como una pesadilla para Interior. No disponen de c¨¢rceles suficientes, ni de comida. Son cada vez m¨¢s.
Grandes riadas humanas del centro de ?frica eligen Marruecos como zona de paso a Espa?a, la llave de Europa. Y la polic¨ªa marroqu¨ª no sabe qu¨¦ hacer con ellos. Hasta hace dos meses la plaza de toros de T¨¢nger sirvi¨® de calabozo para unos 200 centroafricanos. Lo cuenta Al¨ª, un marroqu¨ª de 25 a?os que conoce Espa?a porque jug¨® en los alevines del Burgos como delantero. Al¨ª pasa las tardes recostado en la puerta de la mezquita, al lado del coso. Recuerda que sal¨ªan de vez en cuando a jugar al f¨²tbol y que la polic¨ªa les vigilaba d¨ªa y noche. Estuvieron una semana en huelga de hambre, parad¨®jicamente, por el hambre que ten¨ªan. Se los llevaron. S¨®lo la polic¨ªa sabe ad¨®nde. A la Delegaci¨®n del Gobierno en Ceuta llegaron noticias de que son abandonados en el desierto, en la frontera argelina.
Ahora, T¨¢nger acoge a cerca de mil inmigrantes que se esconden en casas particulares a cambio de dinero. O se ocultan en una decena de pensiones en la parte antigua de la ciudad. La polic¨ªa espa?ola calcula que en Tetu¨¢n aguardan m¨¢s de 2.000, y en Larache varios centenares. Nessala, un privilegiado dentro de la marea inmigratoria que marca el fin del milenio, paga 20 dirhams diarios por un habit¨¢culo en forma de nicho, sin ventilaci¨®n, pegado a una letrina tan atascada que su uso se prolonga por el pasillo en medio de un hedor que produce arcadas. Mostrando un ¨¢ngulo del cuarto, con un hornillo en el suelo, dice con sarcasmo: "Aqu¨ª, la cocina".
Esa noche ni Nessala ni los otros cuatro senegaleses y el de Guinea Bissau con quienes va a compartir la fuga han cenado. "Hemos comido a las cuatro de la tarde. Arroz blanco y algo de carne. Hasta que llegue el momento, s¨®lo tomamos t¨¦". Los seis necesitan estar bien despiertos y con el est¨®mago vac¨ªo. As¨ª combaten el miedo y el riesgo de vomitar. Son los ¨²nicos que no prestan atenci¨®n al Barcelona-Valencia. Muchos de sus compa?eros se apretujan en la entrada en torno al televisor del due?o, un viejo que chilla hasta que se embolsa la mitad de la disparatada suma que ha exigido por permitir pasar a los periodistas. Los centroafricanos siguen atentamente el partido. Pero tienen tan interiorizada la humillaci¨®n que ni pesta?ean cuando el viejo descarga su ira sobre ellos, insult¨¢ndoles; o cuando los visitantes, sin darse cuenta, les impiden la visi¨®n de varias jugadas de gol.
En el primer piso Nessala y los otros repasan el plan tomando t¨¦ en envases de yogur que hacen la funci¨®n de tazas. El dinero, lo ¨²nico que cuenta en este macabro negocio, est¨¢ en orden: Mil dirhams para quien fue a la pensi¨®n a ofrecer su ayuda; 400 adelantados al taxista del Mercedes que les conducir¨¢ hasta la playa de Belione, y 10.000 al cerebro de la operaci¨®n, el que ha dise?ado la ruta y buscado la lancha para cruzar los 200 metros que separa Beliones de Ceuta. En total, cada uno ha pagado 194.000 pesetas, imprevistos aparte.
Nessala se esfuerza por parecer optimista. Es su quinto intento. Dice que esta vez todo saldr¨¢ bien. Tanto, que cuando se entera de que los periodistas tienen previsto pasar el viernes en Ceuta se despide con un alegre "hasta ma?ana". Apenas una hora despu¨¦s, exactamente a la una de la madrugada, saldr¨¢n de la pensi¨®n en silencio, con gesto grave, a paso r¨¢pido. Van poco protegidos contra el fr¨ªo: jersey, chaquetas y gorros de lana. En la mano llevan peque?as bolsas de pl¨¢stico con la comida: dos hogazas de pan por cabeza y una lata de at¨²n. El contacto marroqu¨ª sale el ¨²ltimo. En cuesti¨®n de segundos se esfuman en La Medina. S¨®lo caminan ellos y algunas prostitutas vigiladas por el chulo. Pisan fuerte. Al poco se pierde el eco de sus pasos.
A la ma?ana siguiente, el delegado del Gobierno lee en su despacho el parte rutinario de la Guardia Civil: "La patrulla nocturna ha interceptado una lancha con cinco senegaleses y un s¨²bdito de Guinea Bissau a bordo. No se registraron incidentes". Ocurri¨® a las 3.30 horas del viernes, a 25 metros de Espa?a. S¨®lo faltaban 25 metros en una ruta de 92 kil¨®metros. Los m¨¢s caros de Europa.
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