Hacia una sociedad con valor a?adido
?Acaso la mundializaci¨®n tiene el prop¨®sito de propiciar una sociedad con valor a?adido? La elecci¨®n de la frase "valor a?adido", que procede del vocabulario de la teor¨ªa econ¨®mica, ?es acaso un indicio inconsciente de que la mundializaci¨®n fue ideada, y sigue si¨¦ndolo, como un ¨¢mbito ¨²nico de las finanzas internacionales: inversiones, comercio, producci¨®n?John Ohiorhenuan, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, escribe: "La era actual est¨¢ firmemente ubicada en el contexto de un nuevo fetichismo del mercado". Tambi¨¦n podr¨ªa aplicarse apropiadamente la antigua denominaci¨®n de Keynes: "Capitalismo de casino". Y George Soros, el padre espiritual dimitente de las finanzas mundiales, califica la actual fe mundial en la ideolog¨ªa del mercado libre de "fundamentalismo de mercado".
?Acaso el valor agregado constituye una m¨¢scara del aspecto humano?
La necesidad de la mundializaci¨®n corresponde meramente a la cuesti¨®n de si tal proceso de mundializaci¨®n puede acortar la distancia entre pa¨ªses ricos y pa¨ªses pobres. ?Qu¨¦ papel puede desempe?ar la mundializaci¨®n en la erradicaci¨®n de la pobreza mundial? Porque la pobreza coloca una m¨¢scara inhumana de parias en m¨¢s de 3.000 millones de habitantes del planeta.
Aunque la pobreza de ninguna manera se limita a los pa¨ªses en desarrollo, el paradigma del problema reside en la situaci¨®n contrastante de pa¨ªses desarrollados y pa¨ªses en desarrollo: el problema de nuestra coexistencia en un mismo planeta. El hecho de que nuestro planeta cuenta hoy, m¨¢s que nunca, con los recursos y la tecnolog¨ªa para encontrar soluciones fue confirmado en 1997 por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su declaraci¨®n sobre la erradicaci¨®n de la pobreza. La desigualdad reside, abrumadoramente, en el eje Norte-Sur de nuestros mapas. Las iniciativas Sur-Sur han logrado algunos adelantos, pero para los pa¨ªses del Sur y otros pa¨ªses pobres subsiste el desigual acceso a los beneficios de la econom¨ªa mundializada. Los ricos cuentan con las bases de las infraestructuras financieras y de comunicaciones, de las que no disponen los pobres. Refutando las esperanzas de que la mundializaci¨®n beneficie a los pa¨ªses en desarrollo, Bhagirat Lal Das, ex director de Comercio Internacional de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), informa de que los pa¨ªses desarrollados consideran que los pa¨ªses en desarrollo son meras "zonas geogr¨¢ficas que deben ser utilizadas en beneficio de los asociados econ¨®micos de los pa¨ªses ricos". Y el administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, James Gustave Speth, se?ala que "en los ¨²ltimos 15 a?os ha disminuido el ingreso de m¨¢s de un cuarto de la poblaci¨®n mundial. Los desplazamientos de capital y el comercio internacional crean enormes oportunidades de crecimiento econ¨®mico; no obstante, dejan rezagadas a regiones enteras".
Para que la mundializaci¨®n tenga un aspecto humano, su premisa ha de ser que el desarrollo debe referirse a las personas en interacci¨®n en un planeta que los seres humanos han ocupado hasta el momento, sin compartir nada.
Sin embargo, esa meta no se alcanzar¨¢ mediante el comercio mundial por conducto de Internet. En nuestro siglo, el consumo ha experimentado un aumento sin precedentes y ha llegado en 1998 a alrededor de 24 billones de d¨®lares, pero ese frenes¨ª de gastar y devorar, lejos de beneficiar ampliamente a los pobres, ha socavado en algunos aspectos las perspectivas de una mundializaci¨®n verdaderamente humana: desarrollo humano sostenible para todos.
El consumo desenfrenado por parte del mundo desarrollado ha erosionado los recursos naturales, entre ellos combustibles f¨®siles, bosques y peces, ha contaminado el medioambiente local y mundial y ha condescendido en promover unas necesidades de exhibicionismo conspicuo en lugar de la satisfacci¨®n de las leg¨ªtimas necesidades de la vida.
Mientras para nosotros, los miembros de las generaciones de consumidores descontrolados, es necesario consumir menos, para m¨¢s de 1.000 millones de las personas m¨¢s pobres del mundo aumentar su consumo es una cuesti¨®n de vida o muerte y un derecho b¨¢sico: el derecho a verse libres de la indigencia. Y no se trata simplemente de que carezcan de alimentos y agua potable; hay otras formas de indigencia: analfabetismo, carencia de conocimientos tecnol¨®gicos, es decir, de las calificaciones b¨¢sicas para beneficiarse con el concepto de mundializaci¨®n. El consumo es necesario para el desarrollo humano cuando ampl¨ªa la capacidad de la gente y mejora su vida, sin menoscabo de las vidas de los dem¨¢s. Al frenar el consumo no necesariamente se ha de causar el cierre de industrias y comercios, si la facultad de transformarse en consumidor se hace extensiva a todos los habitantes del planeta.
?Qui¨¦nes tienen la responsabilidad de que se alcance esa meta?
Los responsables son muchos, a escala tanto internacional como nacional.
La responsabilidad incumbe a las organizaciones que controlan el equilibrio de las finanzas mundiales entre los pa¨ªses ricos y los pa¨ªses pobres.
La responsabilidad incumbe a la Comunidad Europea, que hace caso omiso de los principios de la mundializaci¨®n mediante su flagrante proteccionismo. No tengo empacho en mencionar a mi propio pa¨ªs, Sur¨¢frica, como ejemplo preclaro de esa situaci¨®n, en momentos en que la Uni¨®n Europea est¨¢ tratando de excluir la industria vitivin¨ªcola surafricana de la participaci¨®n que le corresponde en el mercado libre, impidiendo la exportaci¨®n de vinos surafricanos fortificados con la denominaci¨®n gen¨¦rica tradicional de Oporto y Jerez.
Los Gobiernos nacionales tienen la responsabilidad de propiciar un consumo justo. Su obligaci¨®n es de ¨ªndole jur¨ªdica: la promulgaci¨®n en cada pa¨ªs de leyes que estipulen una justa distribuci¨®n del acceso a los recursos y la participaci¨®n en ellos.
Es tambi¨¦n responsabilidad del derecho internacional un aspecto de la mundializaci¨®n cuestionado desde hace tiempo en lo tocante, por ejemplo, a los derechos de pesca, y actualmente en el proceso imprescindible de establecer un tribunal criminal internacional. Puesto que, preciso es admitirlo, la mundializaci¨®n plantea la m¨¢s dif¨ªcil moralidad secular posible; una autoridad moral superior a la autoridad individual de los pa¨ªses participantes en ese concepto.
Las organizaciones no gubernamentales y c¨ªvicas tienen una doble responsabilidad: crear capacidad humana y velar por que impere una filosof¨ªa del desarrollo en virtud de la cual no se impongan a la gente proyectos que respondan a las ideas de terceros acerca de sus necesidades, sino que los proyectos sean planificados y realizados s¨®lo con la participaci¨®n de los propios beneficiarios, y de conformidad con los conocimientos que ¨¦stos tienen de sus comunidades y su medio ambiente. Que los resabios de la era de la ingenier¨ªa social queden profundamente enterrados en el sigloXX no con una mirada retrospectiva, sino con un estremecimiento de horror.
Si se echa una mirada realista, se puede ver, en el umbral del nuevo siglo, la amenaza contra la posibilidad de mundializaci¨®n con un aspecto humano. Actualmente, el 35% del mundo est¨¢ experimentando una recesi¨®n. En ?frica hay contiendas en Argelia, Angola, la Rep¨²blica de Congo (Brazzaville), las Comores, Eritrea, Etiop¨ªa, Liberia, la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo, Sierra Leona y Sud¨¢n. Tres millones de personas sin hogar y hambrientas se suman a los 3.000 millones de pobres en el mundo. Tambi¨¦n se suman los habitantes de Irak, v¨ªctimas de la megaloman¨ªa y la tiran¨ªa de su propio l¨ªder y de la mara?a de rivalidades del mercado externo del petr¨®leo, que constituye uno de los aspectos menos loables de los intereses mundiales. En la Federaci¨®n Rusa, el invierno congela a pobladores empobrecidos, desilusionados con la apertura al comercio y las inversiones internacionales. Los elementos de la mundializaci¨®n que se han puesto de manifiesto hasta ahora no les han mostrado ning¨²n aspecto humano.
Pero bien sabemos que lo que no debemos en absoluto hacer es permitir que la sombra de la recesi¨®n econ¨®mica mundial que se ha cernido en 1998 sobre las regiones del norte, sur y oeste de Asia se transforme en una excusa para aplazar la ineludible responsabilidad del mundo desarrollado de lograr la erradicaci¨®n, en lugar de aplicar medidas paliativas, de la pobreza que coexiste con la mundializaci¨®n del poder econ¨®mico.
No preguntemos por qui¨¦n doblan las campanas: cuando suenan en una bolsa de valores, su sonido reverbera en todo el mundo y sacude a los ricos, mientras hunde a¨²n m¨¢s a los pobres.
En ¨²ltima instancia, los mercados mundiales libres no significan nada si nadie acude a comprar. El riesgo es de que haya una ca¨ªda debida a la interdependencia misma creada por la mundializaci¨®n de las econom¨ªas. Este efecto negativo, superpuesto a todo lo que hay de progresivo y positivo en el concepto de mundializaci¨®n, debe motivar incluso a los m¨¢s complacientes partidarios de la desacreditada divisi¨®n de los recursos del mundo entre ricos y pobres a percatarse de que los miles de millones de hombres y mujeres que viven en abyecta pobreza est¨¢n coexistiendo con ellos y no est¨¢n aislados y sujetos a cuarentena. George Soros tambi¨¦n dijo: "Hay intereses colectivos que no tienen su expresi¨®n en los valores del mercado. Tal vez los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU -China, EE UU, Francia, la Federaci¨®n Rusa y el Reino Unido- son los que, al igual que otros pa¨ªses, enriquecen sus econom¨ªas nacionales vendiendo armamentos que alimentan los conflictos y las guerras del mundo, oigan lo que dice Amartya Sen, laureado en 1998 con el Premio Nobel de Econom¨ªa, refiri¨¦ndose a la producci¨®n de armamentos: "Los beneficios para el ser humano que podr¨ªan obtenerse de una nueva asignaci¨®n de esos recursos podr¨ªan ser de enorme magnitud"; y lo que dice Kofi Annan: "No hay desarrollo sin paz; y no hay paz sin desarrollo". Sin paz y sin desarrollo no habr¨¢ mundializaci¨®n con un aspecto humano.
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