La tristeza de Mandela
Los Reyes acaban de visitar un pa¨ªs, Sur¨¢frica, que est¨¢ presidido por un coloso moral de nuestra ¨¦poca. Nelson Mandela, que tiene un largo historial como combatiente por la libertad, posee una corta historia como jefe de Estado, tan s¨®lo un lustro. Y, a pesar de que muchos le piden que no lo haga, dejar¨¢ el puesto este a?o, tras las segundas elecciones generales basadas en criterios no raciales que se celebrar¨¢n en mayo, reforzando as¨ª la escasa pero intensa normalidad democr¨¢tica y constitucional de su pa¨ªs.Durante su visita a la prisi¨®n Robben, donde Mandela y muchos otros compa?eros de lucha fueron humillados por el r¨¦gimen racista, el rey Juan Carlos escribi¨® en el libro de visitas que "las c¨¢rceles dan la dimensi¨®n real de la libertad". A Mandela, para desgracia de sus carceleros, le dieron mucho m¨¢s. Por ejemplo, una profundidad de an¨¢lisis con el que a lo largo de casi un tercio de su vida ir¨ªa elaborando un acervo de pensamiento y de acci¨®n pol¨ªtica que acabar¨ªa pac¨ªficamente derrotando al oprobioso sistema que durante medio siglo reprimi¨®, tortur¨®, degrad¨® o f¨ªsicamente elimin¨® a millones de personas. La continuada privaci¨®n de libertad en la inmunda, inhumana isla Robben hizo al todav¨ªa hoy presidente la vida a¨²n m¨¢s dif¨ªcil, pero no s¨®lo desde un punto de vista material. Sostiene Mandela que encontr¨® la vida en prisi¨®n "m¨¢s dif¨ªcil que fuera, porque pod¨ªas sentarte y pensar. La oportunidad de pensar es uno de los aspectos m¨¢s importantes de la vida y, si no la tienes, puedes cometer serios errores".
Durante sus ¨²ltimos a?os como prisionero, Mandela era en realidad m¨¢s libre que sus torturadores. Hab¨ªa pensado... convencido... y vencido. Convencido a sus compa?eros hiperradicalizados (?c¨®mo no!) por la violencia blanquista, y a los dos ¨²ltimos presidentes blancos y racistas, Botha y De Klerk, de que la violencia negra no era la v¨ªa prevista para construir la nueva Sur¨¢frica que -a pesar de las indecibles barbaridades padecidas-, imparable, se abr¨ªa camino a finales de los a?os ochenta. Y hab¨ªa vencido Mandela porque, a pesar de los problemas, carencias y contradicciones, ¨¦se es el modelo que rige hoy.
Sin embargo, a pesar de su alegr¨ªa, vitalidad y vivacidad interiores -puestas de manifiesto en cualquier improvisada danza africana o en un beso a Gra?a Machel en el podio junto a los Reyes de Espa?a-, Nelson Mandela est¨¢ hoy pol¨ªticamente triste. Qued¨® ello en evidencia una semana antes de la visita de los Monarcas espa?oles, con ocasi¨®n de su ¨²ltimo discurso parlamentario sobre el estado de la naci¨®n pronunciado antes de retirarse este a?o. Una invocaci¨®n autocr¨ªtica en la que -sobre la realidad de las continuas tensiones entre negros y blancos cinco a?os despu¨¦s del final del apartheid- lamentaba que los ciudadanos est¨¦n todav¨ªa "asesin¨¢ndose mutuamente con palabras y actitudes". Dijo el presidente que "nos matamos los unos a los otros en los estereotipos y en la desconfianza que albergan nuestras mentes y en las palabras de odio que vomitan nuestros labios".
Defini¨® Mandela a su sociedad como enferma. Y eso que no aludi¨® a una encuesta de 1997 del Institute for Democracy in South Africa que la convierte en una de las m¨¢s xen¨®fobas del mundo: el 25% de los entrevistados desea la prohibici¨®n total de la inmigraci¨®n, mientras que el 45% se inclina por limitar estrictamente el n¨²mero de inmigrantes. Ello a pesar de que el 60% reconoce no haber tenido el menor contacto con extranjero alguno. La crisis econ¨®mica hace que la denigraci¨®n hist¨®rica de los negros cale f¨¢cilmente incluso en ellos.
Ser¨ªa ilusorio, no obstante, esperar tan pronto otra cosa. Cinco a?os no pueden borrar de un plumazo el odio acumulado por las iniquidades cometidas durante cincuenta. Es tarea reservada a los pol¨ªticos y educadores que suceder¨¢n al actual presidente, quien, dando prueba de sabidur¨ªa, declar¨® hace tres a?os: "Es importante rodearse de personas fuertes e independientes que te avisen cuando envejeces. Mi presencia de septuagenario puede estar frustrando iniciativas de hombres y mujeres m¨¢s j¨®venes. No me cabe duda de que habr¨¢ vida despu¨¦s de Mandela". Debemos honrar a Mandela.
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