Los zapatos de Fred Astaire JAVIER CERCAS
Alguien le pregunt¨® una vez a Gene Kelly qu¨¦ diferencia hab¨ªa entre Fred Astaire y el resto de los bailarines. "Muy sencillo", contest¨® Kelly. "Nosotros bailamos: unos bien, otros mal y otros regular. ?l, en cambio, hace otra cosa". Estoy seguro de que si a cualquier cineasta espa?ol m¨ªnimamente honesto -o a cualquier cineasta a secas- le preguntaran qu¨¦ diferencia hay entre V¨ªctor Erice y el resto de los cineastas, la respuesta no ser¨ªa muy distinta: tambi¨¦n Erice hace otra cosa. Menos unanimidad habr¨¢ sin duda a la hora de razonar esa respuesta, pero un hecho parece en todo caso evidente: no hay ning¨²n director vivo que, habiendo estrenado s¨®lo tres pel¨ªculas -El esp¨ªritu de la colmena, El Sur, El sol del membrillo-, sea considerado un¨¢nimemente como un maestro del cine. En realidad, le hubiera bastado con una sola de ellas, porque, a diferencia de otros directores -que hacen pel¨ªculas buenas, malas y regulares-, Erice s¨®lo las hace buenas. M¨¢s exactamente: hasta hoy, s¨®lo ha hecho obras maestras. Pero, adem¨¢s de hacer un cine extraordinario, Erice es capaz tambi¨¦n de reflexionar con extraordinaria lucidez sobre la naturaleza y los avatares del cine. Cosa que, me temo, tambi¨¦n lo separa de la casi totalidad de sus colegas espa?oles. Voy hace unos d¨ªas al Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB) a o¨ªr hablar a Erice sobre cine y pintura. Lo presenta Dom¨¨nech Font. Luego Erice, despu¨¦s de fijar algunas diferencias esenciales entre el cine y la pintura -"la pintura puede representar el tiempo, pero s¨®lo en las pel¨ªculas puede transcurrir el tiempo, s¨®lo ellas pueden evocar su transcurso"-, se lanza a un recorrido hist¨®rico de las relaciones entre ambas artes, unas relaciones que, seg¨²n ¨¦l, no son nunca de dependencia mutua, sino de mutua influencia desde el principio, cuando el nacimiento del cine modifica en parte el discurso de la pintura moderna, mientras que el cine halla en la pintura una forma de ennoblecer sus plebeyos or¨ªgenes de invento de barraca de feria. En cuanto al final, bueno, al final Erice viene a decir que el cine est¨¢ muerto. Uno, que a lo mejor es un optimista recalcitrante y que tiende a creer que las cosas, como la materia, no mueren, sino que s¨®lo se transforman, siempre que oye hablar de la muerte del cine -o del baile- se acuerda de Oscar Wilde, que cada vez que alguien le dec¨ªa que hab¨ªa agotado la vida pensaba que era la vida la que lo hab¨ªa agotado a ¨¦l. Pero Erice no es Wilde; ni es optimista. Piensa que el cine se ha convertido en un arte subsidiario, encerrado en la tele y subordinado a ella. Que por eso es una presa f¨¢cil de la vulgaridad y el aborregamiento. Que es un producto exclusivamente industrial, fabricado en serie, y que s¨®lo alguna vez, y s¨®lo por casualidad, tolera la aparici¨®n de una obra de arte. Que por eso la historia del cine est¨¢ cumplida. Al salir de la conferencia me encuentro a Joan de Sagarra. Me pregunta si estoy ah¨ª para escribir una cr¨®nica. Le digo que s¨ª. Me pregunta si voy a ir a cenar con Erice. Le digo que no. "?Todav¨ªa no has aprendido el oficio de periodista?", me pregunta. S¨®lo se me ocurre decirle la verdad, y cuando ya estoy temiendo que me hable de la muerte del periodismo, me suelta: "Pues ya va siendo hora". Me coge de una oreja y me arrastra al restaurante Estevet, donde al parecer se reun¨ªa la gauche divine a cenar en los sesenta, antes de irse de copas Rambla abajo. Ceno con Erice y con Sagarra y con gente del cine, entre ellos Jos¨¦ Luis Guer¨ªn, que es el mejor disc¨ªpulo de Erice, si no el ¨²nico. Naturalmente, hablamos de cine; Erice lo hace con apasionamiento, pero midiendo cada una de sus palabras, como si sintiera por ¨¦l un respeto inmaculado. Oy¨¦ndole, es f¨¢cil llegar a la conclusi¨®n de que, si no ha hecho m¨¢s pel¨ªculas, no es porque no haya querido, sino porque la miserable industria cinematogr¨¢fica de este pa¨ªs no se lo ha permitido. Su ¨²ltimo proyecto, El embrujo de Shangai, basado en la novela hom¨®nima de Juan Mars¨¦, lleva a?os esperando en un caj¨®n. El gui¨®n est¨¢ escrito, pero ha encontrado m¨¢s que problemas para rodarlo. Alguien me dice por lo bajo que Erice ya ha tirado la toalla, y mientras le oigo hablar de esa pel¨ªcula que quiz¨¢ nunca va a hacer me digo que es como si a Fred Astaire le hubieran quitado los zapatos de bailar¨ªn, y que si al final Erice no puede rodar El embrujo de Shangai habr¨¢ que empezar a olvidar el optimismo y a Oscar Wilde, porque significar¨¢ que el cine espa?ol -o el cine a secas- est¨¢ de verdad muerto.
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