Cerd¨¢n Tato, tesinado
El maestro -eran las doce de la ma?ana- se aprestaba a ser objeto de lo expuesto en el t¨ªtulo de esta rese?a. La palabrita o, mejor, el t¨¦rmino, por hallarnos ante un foro y tribunal de consp¨ªcuos de las buenas letras, "tesinado" -?caramba!- hizo mella en sus tostadas sienes. Jaime Lorenzo, amigo, aspirante a doctor, perseguidor de los papeles del maestro, era el oficiante en tal ceremonial. Sabido es que se arman tesis y tesinas sobre los estafilococos, el sistema binario, la fenomenolog¨ªa de Husserl, o sobre lo pr¨¢ctico y lo te¨®rico en Epicuro. Y sobre el maestro, ?c¨®mo no?... ?l, de cuerpo presente y batiente, lo entend¨ªa perfectamente. Y lo asum¨ªa como una p¨¢gina m¨¢s de la lecci¨®n permanente a la que nos tiene acostumbrados. Complacidos, los miembros del tribunal, conced¨ªan venia, para la exposici¨®n de sus conclusiones sobre la obra del maestro, el tambi¨¦n aherrojado bajo cu?o y estampilla cultistas: el tesinando. Las doce en su reloj se pon¨ªan contentas. La cara y la voz de J. Lorenzo tambi¨¦n. Afuera avanzaba la ¨²ltima expropiaci¨®n de Aigua Amarga, el intento de desmonte del Benacantil insalvado, y el pen¨²ltimo barrac¨®n para la escuelas de Sant Vicent del Raspeig. Dentro, amparados del sol incipiente de febrero, nos percat¨¢bamos de la coincidencia de papeles entre realidad e intenciones, entre objetividad y creaci¨®n, entre objeto y su s¨ªmbolo, la palabra, aderezada a lo largo de tantos a?os por la magia de este "alba?ilero" del verbo, tal como a ¨¦l le gusta definirse. Atentos, los fiscales delegados de los justicieros Faco y Radamanto, por boca de Jos¨¦ Carlos Rovira, desplegaban su rito en toda su intensidad. El foro se repart¨ªa fruici¨®n, en tanto que la pluma del tesinando conjuraba el olvido en veloz, como aplicada, anotaci¨®n, y la tez del maestro resist¨ªa en embate en la misma posici¨®n erguida del comienzo, ¨¦l, cham¨¢n de la met¨¢fora, del prefijo y la desinencia, liberado por un d¨ªa del oficio de la palabra, tan amada. El doctor Lozano nos diseccionaba el escandallo o ¨ªndice o ap¨¦ndice de toda docta obra. Cerrando la terna, de azul y oroygrana, don Mario Mart¨ªnez nos recordaba que Alacant nos un¨ªa, nos quer¨ªa, y nos exig¨ªa, imperativos estos germinados p¨¢gina a p¨¢gina, t¨ªtulo a t¨ªtulo, desde Pescando ballenas en charcos bajo el sol cenital hasta Todos los enanos del mundo o Sombras nada m¨¢s. Por cierto, ?para cu¨¢ndo la publicaci¨®n de las obras completas de...? Del maestro, cham¨¢n, tesinado, amigo, profesor, activista, cronista, premio de las Letras Valencianas... Alguna instituci¨®n alicantina, valenciana, nuestra, a ¨¦l, que es nuestro ?lo har¨¢ de todos?, ?lo proyectar¨¢ universal?, ?lo imprimir¨¢ y exprimir¨¢ al completo?... La conclusi¨®n del acto no pod¨ªa darse sin haber escuchado al que all¨ª nos concitaba. ?sa era la ¨²nica conclusi¨®n, t¨¢cita, com¨²n, general, que Enrique comprendi¨® y asumi¨®. Era, una vez m¨¢s, el tributo obligado de su oficio. Y a la palabra uni¨® emoci¨®n... Finalmente, de regreso ya a Alacant, ante el portal de su casa, la presencia casual de sus hijas a?adi¨® ilusi¨®n a su emoci¨®n. All¨ª fue cuando el maestro sustituy¨® la palabra, suced¨¢neo de la verdadera comunicaci¨®n, por el sentimiento de mente y carne profunda.- Jes¨²s Moncho P. Sant Vicent.
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