Los sat¨¦lites de los nuevos tel¨¦fonos m¨®viles agravar¨¢n los riesgos de la chatarra espacial

ENVIADO ESPECIALEl efecto mariposa en versi¨®n c¨®smica consiste en que un ejecutivo utilice su tel¨¦fono m¨®vil en una calle de Londres y el espacio exterior se llene de chatarra orbital. Los 8.500 objetos de m¨¢s de 10 cent¨ªmetros que pueblan actualmente los alrededores de la Tierra se incrementar¨¢n en los pr¨®ximos a?os debido, entre otras cosas, al enjambre de nuevos sat¨¦lites que requerir¨¢ la ¨²ltima generaci¨®n de tel¨¦fonos m¨®viles. Los expertos de 61 pa¨ªses reunidos por las Naciones Unidas en Viena aprobaron ayer por consenso un plan de acci¨®n concebido con la esperanza de frenar la acumulaci¨®n de desechos en el espacio que rodea al planeta.

Los tel¨¦fonos m¨®viles no conectan ahora directamente con un sat¨¦lite, sino con repetidores y con una estaci¨®n terrestre, que es la que luego manda la se?al al espacio. En estas condiciones, dar cobertura a todo el mundo es posible con unos pocos sat¨¦lites en ¨®rbita baja (inferior a los 600 kil¨®metros). Pero en los sistemas de la nueva generaci¨®n, como el que est¨¢ poniendo en marcha la firma Iridium, se evita el intermediario terrestre y cada tel¨¦fono emite (y recibe) su se?al directamente al espacio.Esto es m¨¢s barato y eficiente que construir una red de repetidores terrestres, pero cada empresa que ofrezca ese servicio con cobertura global necesitar¨¢ poner en ¨®rbita baja unos 70 sat¨¦lites. Con 4 o 5 de esas redes ya se duplicar¨ªa el n¨²mero actual de sat¨¦lites en ¨®rbita baja. El problema no acaba ah¨ª. Las empresas de telefon¨ªa necesitan ahorrar costes como sea para ofrecer precios competitivos a sus usuarios.

Los lanzamientos de sat¨¦lites se hacen ya con el m¨ªnimo imprescindible de medios t¨¦cnicos. En estas ¨®rbitas bajas, el rozamiento contra la atm¨®sfera y las irregularidades que imprimen a la trayectoria la imperfecta esfericidad de la Tierra y la gravedad de la Luna hacen que los sat¨¦lites no superen los dos a?os de vida ¨²til: su ¨®rbita se va degradando y el aparato inicia una lenta ca¨ªda hacia la atm¨®sfera densa, donde se acabar¨¢ desintegrando.

Esto plantea dos problemas. El primero es que cada dos a?os hay que reponer los 70 sat¨¦lites para restaurar la red. El segundo es que la ca¨ªda hacia la Tierra es m¨¢s lenta y sucia de lo que suele suponerse: un sat¨¦lite ya in¨²til puede tardar decenas de a?os en caer, y un fragmento peque?o puede tardar siglos. Y la desintegraci¨®n no es instant¨¢nea, sino que inicialmente puede esparcir piezas y fragmentos, agravando as¨ª la situaci¨®n de la chatarra.

Los astr¨®nomos Jos¨¦ Mar¨ªa Quintana, del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC), y ?lvaro Gim¨¦nez, del Instituto Nacional de T¨¦cnica Aeroespacial (INTA), delegados espa?oles en Viena, explican que no s¨®lo las multinacionales occidentales de telecomunicaciones se pondr¨¢n en breve a sembrar el espacio de objetos. Es previsible que los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo tambi¨¦n lo hagan.

Con la tecnolog¨ªa actual, es casi inconcebible que un pa¨ªs como China decida resolver sus deficientes comunicaciones mediante el car¨ªsimo y penoso cableado de su territorio, ni siquiera con redes de repetidores para telefon¨ªa m¨®vil convencional. Lo m¨¢s probable es que recurran a la nueva generaci¨®n de tel¨¦fonos m¨®viles, una soluci¨®n barata, pero contaminante del espacio.

Por el momento, de los 8.500 objetos catalogados que tienen m¨¢s de 10 cent¨ªmetros, unos 600 son sat¨¦lites en activo. El resto -y tambi¨¦n la infinidad de residuos con menos de 10 cent¨ªmetros, de dif¨ªcil o imposible catalogaci¨®n- consiste en una constelaci¨®n de restos de fuselaje, torniller¨ªa y pintura de recubrimiento, procedentes sobre todo de las explosiones ocasionales que sufren las "etapas" o "fases" que los cohetes descartan en el curso de su ascenso, cuyo objetivo suele ser precisamente poner sat¨¦lites en ¨®rbita.

En su informe, aprobado ayer en Viena, los expertos de la Subcomisi¨®n de Asuntos Cient¨ªficos y T¨¦cnicos de la ONU descartaron la viabilidad de cualquier intento de limpiar esa chatarra orbital. La "aspiradora espacial" no existe, ni existir¨¢ en el futuro previsible. Pero de seguir al ritmo actual, y si los pa¨ªses no imprimen mejoras t¨¦cnicas y restricciones a sus lanzamientos, el n¨²mero de objetos en ¨®rbita crecer¨¢ exponencialmente en los pr¨®ximos a?os y d¨¦cadas.

Seg¨²n los modelos matem¨¢ticos elaborados por la subcomisi¨®n, que incluyen los desechos de los sat¨¦lites para telefon¨ªa m¨®vil, los objetos mayores de un cent¨ªmetro se habr¨¢n triplicado dentro de 100 a?os, y multiplicado por 150 dentro de 200 a?os en las proximidades del planeta.

Dejar en ¨®rbita esa herencia a las pr¨®ximas generaciones puede considerarse una negligencia tan grave como envenenar los oc¨¦anos o deforestar los continentes. Adem¨¢s, el impacto de estos objetos contra los sat¨¦lites en uso y contra las naves supone un peligro real del que ya hay evidencias. El informe aprobado ayer recomienda a los pa¨ªses una serie de mejoras en los lanzamientos destinadas a reducir las explosiones accidentales, principal fuente actual de chatarra de peque?o tama?o, la m¨¢s peligrosa debido a la dificultad de detectarla.