Competitividad, cohesi¨®n y medio ambiente
La incorporaci¨®n de la agricultura a la liberalizaci¨®n del comercio internacional ha impuesto una armonizaci¨®n de los reg¨ªmenes de ayudas, con reducciones de precios compensadas mediante ayudas directas a la renta. Este cambio ha contribuido a erosionar su legitimaci¨®n social. Los agricultores prefieren precios m¨¢s elevados que retribuyan su eficiencia y rechazan una distribuci¨®n de las ayudas que no incorpora criterios de solidaridad, ni de profesionalidad, ni tiene en cuenta las dificultades naturales en que desarrollan su actividad. Los ciudadanos desean una mayor contribuci¨®n de la agricultura a la protecci¨®n del medio natural y una distribuci¨®n m¨¢s justa, transparente y rigurosa de unas ayudas de cuya justificaci¨®n dudan.La medici¨®n de la competitividad internacional en el sector agrario est¨¢ muy distorsionada por la coexistencia de sistemas de ayuda muy heterog¨¦neos en los pa¨ªses exportadores. Pero podemos afirmar que la agricultura europea no es competitiva a nivel mundial en pr¨¢cticamente ninguno de los productos b¨¢sicos. Su ventaja tecnol¨®gica y comercial no compensa suficientemente la reducida dimensi¨®n media de las explotaciones, el elevado coste de la mano de obra, las dificultades naturales de producci¨®n en muchos casos y los costes asociados a restricciones t¨¦cnicas, sanitarias y medioambientales. La agricultura espa?ola tiene una posici¨®n competitiva muy favorable en el interior de la UE en productos mediterr¨¢neos (frutas y hortalizas, vino y aceite de oliva). S¨®lo la escasez de agua limita la capacidad para aprovechar plenamente esa ventaja. Tambi¨¦n se defiende en productos continentales (cereales, oleaginosas, leche, carne, az¨²car), gracias a una menor retribuci¨®n del trabajo, diferencia que tiende a disiparse al aumentar nuestro desarrollo, pero que todav¨ªa compensa la desventaja de unas condiciones de suelo y clima poco favorables y de unas explotaciones de menor dimensi¨®n media que las europeas. Pero la gran mayor¨ªa de la agricultura espa?ola no es competitiva a nivel mundial, por lo que no podr¨ªa sobrevivir sin la protecci¨®n en frontera y/o las ayudas que proporciona la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n (PAC). De los factores que determinan la competitividad, algunos -suelo y clima- vienen dados y otros -el tama?o de las explotaciones, muy condicionado por la historia y por la rigidez, por razones sociales, del mercado de la tierra- evolucionan muy lentamente, por lo que no se pueden aplicar al sector agrario los mismos criterios econ¨®micos que a otros. Podemos y debemos mejorar nuestra competitividad, pero si pretendi¨¦ramos quedarnos solamente con la agricultura competitiva estar¨ªamos renunciando a una actividad fundamental para la econom¨ªa rural, el equilibrio social y territorial y la protecci¨®n del medio natural.
El debate relevante no es el nivel de apoyo a la actividad agraria, que se justifica porque su renta media sigue siendo inferior a la de otros sectores, a pesar del elevado crecimiento de su productividad, sino qui¨¦nes deben ser los destinatarios preferentes de las ayudas y c¨®mo conciliar los objetivos de adaptaci¨®n al mercado, modernizaci¨®n estructural y mejora de la competitividad, con una distribuci¨®n de las ayudas m¨¢s solidaria y que impulse una agricultura m¨¢s sostenible desde el punto de vista medioambiental. Desde nuestro ingreso en la UE, la defensa de una PAC homog¨¦nea y financiada solidariamente, que canalizara abundantes recursos comunitarios para apoyar globalmente la modernizaci¨®n y la renta del sector agrario espa?ol, primaba sobre la aplicaci¨®n de criterios de redistribuci¨®n de esos recursos entre los agricultores. Con algunas sombras, el balance ha sido extraordinariamente positivo.
El riesgo de la reforma a debate es que reduce de forma generalizada las rentas del sector, rompe la homogeneidad y la solidaridad financiera de la PAC en perjuicio de nuestros agricultores, y, sin embargo, no progresa hacia una redistribuci¨®n m¨¢s justa de las ayudas, que sostenga la renta e impulse la modernizaci¨®n de las explotaciones que m¨¢s lo necesitan. El sector agrario espa?ol puede terminar pagando las consecuencias de la estrategia negociadora del Gobierno, que ha sido incapaz de proponer un modelo para la PAC, limit¨¢ndose, con muy bajo perfil, a responder defensivamente a las propuestas de los dem¨¢s.
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