Segunda divisi¨®n
Explican Javier Paniagua y Jos¨¦ A.Piqueras, directores de la Biblioteca Historia Social, en el libro Poder Econ¨®mico y Poder Pol¨ªtico (Centro Francisco Tom¨¢s y Valiente, Valencia 1998), c¨®mo "es en la sociedad que nace y se configura en el curso de los dos ¨²ltimos siglos donde se reclama una l¨®gica diferenciada en el funcionamiento de las actividades econ¨®micas, entendidas como pr¨¢cticas privadas, y de la representaci¨®n pol¨ªtica, concebida como un ejercicio de servicio p¨²blico". Para ellos "sobre esa presunta separaci¨®n, inexistente en la sociedad se?orial del Antiguo R¨¦gimen, se habr¨ªa consumado una segunda divisi¨®n de poderes, tan importante como la sostenida por Montesquieu en el campo del Estado". Recordemos aqu¨ª las fechas porque Charles-Louis de Secondat, bar¨®n de la Br¨¨de et de Montesquieu (1689-1755) public¨® en 1748 en Ginebra De l"esprit des loix, ou du rapport que les loix doivent avoir avec la constitution de chaque gouvernement, les moeurs, le climat, la religion, le commerce, etc. Qu¨¦ interesante adem¨¢s el t¨ªtulo completo de la obra de Montesquieu con esa alusi¨®n a las costumbres, a la religi¨®n y al comercio pero sobre todo al clima sobre la que ser¨¢ necesario volver.Para nuestros autores del comienzo, de un lado queda el discurso ideol¨®gico, actualizado de vez en cuando, y de otra, la experiencia pr¨®diga en abundantes impugnaciones, que ilustran la interrelaci¨®n entre los poderes econ¨®micos y los poderes pol¨ªticos basados, respectivamente, en el derecho de propiedad y en el de intervenci¨®n en el gobierno de los asuntos p¨²blicos. A partir de aqu¨ª, pueden seguirse dos escuelas de pensamiento. La primera escuela es la de los que achacan esas interferencias, y la utilizaci¨®n consiguiente de las instituciones p¨²blicas en beneficio particular, a excepciones derivadas de imperfecciones legales, a transgresiones de las normas o al derecho que asiste a los poderes econ¨®micos para llevar a la administraci¨®n p¨²blica a la adopci¨®n de las soluciones m¨¢s convenientes a sus intereses. La segunda escuela es la de los que estiman que esas interferencias evidencian c¨®mo los agentes econ¨®micos m¨¢s poderosos propenden a supeditar en su favor los ¨®rganos de decisi¨®n p¨²blicos. Enseguida se impone analizar con qu¨¦ intenciones siguen los citados agentes ese proceder. Puede que sea para mejorar su posici¨®n en el mercado, para acrecentar sus beneficios o para consolidar un determinado dominio social. Pero lo que es seguro, en cualquier caso, es que lo hacen convencidos de contribuir a nuestro bien, aunque al hacerlo corran el riesgo de transitar por caminos de incomprensi¨®n e ingratitud como le ha sucedido al otrora empresario y ahora biministro Josep Piqu¨¦, dispuesto a inmolarse.
En aquellos a?os de la Santa Transici¨®n, repet¨ªa el presidente del Gobierno Adolfo Su¨¢rez que a ¨¦l le correspond¨ªa la tarea de establecer la primac¨ªa del poder pol¨ªtico frente a todos los dem¨¢s poderes sociales. De ah¨ª que decidiera, por ejemplo, fijar su residencia en el Palacio de La Moncloa y dotar al cargo de preeminencias protocolarias y simb¨®licas. Se defin¨ªa a s¨ª mismo como un chusquero de la pol¨ªtica pero consideraba que siendo el poder ejecutivo el ¨²nico sometido a los electores y deb¨ªa prevalecer frente, un suponer, el de los Urquijo. Con la transici¨®n aspir¨¢bamos a que el Estado tuviera independencia frente a los grupos econ¨®micos y que, por ejemplo, la pol¨ªtica exterior en relaci¨®n a los kurdos fuera algo m¨¢s que la resultante de los contratos de venta de armas a Turqu¨ªa. Por fin todas estas preeminencias y tantos otros elevados compromisos ¨¦ticos fueron adoptados en el programa electoral del Partido Popular para las Generales de marzo del 96. Reconforta leer en ese texto la forma en que el PP conceb¨ªa el ejercicio del poder pol¨ªtico como una responsabilidad de servicio a todos y descartaba que fuera un medio para obtener beneficios personales; la decisi¨®n con la que se empe?aba en evitar la imagen de los pol¨ªticos como unos privilegiados; el empe?o en situar a los pol¨ªticos como los primeros a la hora del sacrificio y la disposici¨®n a exigirse y a exigir honradez en la administraci¨®n y gobierno de los intereses p¨²blicos. Luego, la lluvia fina ha borrado estas huellas y todo son condescendencias autoindulgentes y descalificaciones al pasado socialista que ven¨ªan a rectificar.
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