Admisi¨®n
Hay dos carteles con solera. Uno es "Reservado el derecho de admisi¨®n"; otro, "Prohibido cantar bien o mal".Ambos carteles no guardan ninguna relaci¨®n de causa a efecto y se muestran juntos en los bares. De manera que si un cliente se pone a cantar bien o mal (normalmente mal), va el due?o del establecimiento y lo echa con cajas destempladas. Aunque no porque cante sino porque esa es la prueba de que lleg¨® a la tercera y definitiva etapa de quienes se exceden en la degustaci¨®n del mollate.
Toda borrachera decente tiene tres fases claramente definidas: primera, la exaltaci¨®n de la amistad; segunda, la exaltaci¨®n de la melancol¨ªa, que manifiesta llorando a l¨¢grima viva; tercera, la exaltaci¨®n de la ¨®pera. Y al atacar el aria es cuando el due?o del bar le saca del establecimiento, sin invocar para nada el derecho de admisi¨®n pues le basta la prohibici¨®n ya advertida en el cartel de cantar, bien o mal.
El derecho de admisi¨®n tiene distintos fines, una sofisticada filosof¨ªa, qui¨¦n sabe si delet¨¦reas intenciones.
El cartel "Reservado el derecho de admisi¨®n" todo el mundo lo entiende como reservado el derecho de expulsi¨®n -dicho de forma fina- si bien nadie sabe a ciencia cierta cu¨¢les pueden ser los motivos que justifiquen la reserva. El cartel "Reservado el derecho de admisi¨®n" es una declaraci¨®n expresa de poder y soberan¨ªa; es decir, la patente de corso que se atribuye el due?o del establecimiento no ya para salvaguardar el orden sino para imponer sus caprichos y legitimar sus atropellos.
Y de esta guisa, puede negarle la entrada a cualquiera porque le da la gana, y si pregunta la raz¨®n valdr¨¢ contestarle que por mal vestido, o por malcarado, o por no ser riojano, pues la gracia del cartel "Reservado el derecho de admisi¨®n" es que no pone ni l¨ªmites ni cortapisas.
El ¨¢mbito infinito del derecho de admisi¨®n permite hasta echar a un minusv¨¢lido, precisamente por su minusval¨ªa. Ocurri¨® en Madrid, como todo el mundo sabe. Quer¨ªa entrar un minusv¨¢lido con espina b¨ªfida en un establecimiento de copas y el due?o se lo impidi¨® alegando que podr¨ªa entorpecer la evacuaci¨®n del local si ocurriera un siniestro.
El argumento era un puro sofisma. En un establecimiento de copas, el mayor factor de riesgo no son los minusv¨¢lidos sino los que est¨¢n dentro poni¨¦ndose de copas hasta la bandera.
Dig¨¢moslo claro: muchos de ellos se emborrachan; y bueno va si su borrachera es de las decentes, que se circunscriben a desarrollar las tres fases reglamentarias. Pues si el borracho saca mal vino -que los hay- probablemente arme foll¨®n. Y si acaeciera un siniestro habr¨ªa que conducirlo para que no fuese haciendo eses y acabara confundiendo la puerta de salida con el retrete.
Impedir que entre en un establecimiento un inv¨¢lido es un atropello y una crueldad; no hace falta ni decirlo. Se habla de que en algunos establecimientos de copas no dejan entrar nunca a los negros, o a los amarillos, o a los que visten de at¨ªpica manera, o a los de mirada torva. Se encargan de ello unos porteros peculiares que a veces emplean procedimientos propios de matones; y quiz¨¢ habr¨ªa que meterlos en la c¨¢rcel; a ellos y a quienes les pagan por matonear.
Bien mirado, el cartel "Reservado el derecho de admisi¨®n" es una chuler¨ªa y una ilegalidad si no especifica las causas de la reserva y no son todas conforme a derecho.
Hay, sin embargo, otro factor inquietante en estos incidentes derivados de la reserva del derecho de admisi¨®n. Mientras los conceptos solidaridad y tolerancia se emplean para todo; mientras los mu?idores de la opini¨®n, los comentaristas y los que mendigan el voto de los j¨®venes no paran de afirmar que la juventud actual es la m¨¢s solidaria que conoci¨® madre durante toda la vida de Dios, cuando se produjo el veto a los negros, a los amarillos, a los de at¨ªpica vestimenta, a los de torva mirada y al minusv¨¢lido con espina b¨ªfida, en ning¨²n caso demostraron los j¨®venes su solidaridad march¨¢ndose de los establecimientos que los discriminaban.
La solidaridad de boquilla: he aqu¨ª otro aspecto de la cuesti¨®n.
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