S¨ªndrome premenstrual
MARTA SANTOS Una folcl¨®rica de pro sali¨® una vez por la tele hablando de no s¨¦ qu¨¦ problema, y lo defini¨® con estas palabras: "Mi Cruz". Pues bien, yo tambi¨¦n tengo una cruz. S¨®lo que la m¨ªa es gamada. Se llama s¨ªndrome premenstrual y es un cruz ostentosa, de hierro bien requeteforjado, que una arrastra camino del calvario arriba, mientras que un grupo de varones sonrosados, relucientes y oliendo a Cacharel, te dicen: "Bah, mujer, que no es para tanto". En ese momento, decides meterte a Amazona; comprarte un caballo y largarte a la selva suramericana para hacerle la vida imposible a todos esos que han nacido con el XY. El s¨ªndrome premenstrual no es una enfermedad, como algunos creen. Ni un desvar¨ªo, ni ?o?er¨ªas de una quejica. Es "una cosa natural", un "proceso biol¨®gico", "la condici¨®n femenina". Eso dicen los ginec¨®logos, sobre todo cuando son varones y a ellos qu¨¦ co?o les importa. Los cient¨ªficos, cuando se meten a experimentar, se sacan de la manga la Viagra, que todos sabemos que es la panacea que puede disolver los conflictos de la mente masculina. Nunca se les ocurre meter en la probeta una hormona femenina para ver qu¨¦ tiene, la pobre, que contar. Los cient¨ªficos y los m¨¦dicos son capaces de regenerar quemaduras de tercer grado, insertarte el ri?¨®n de uno que pasaba por ah¨ª o reconstruirle el pene a Mr. Bobbit. A nosotras, que nos zurzan. Te dicen que te tomes dos optalidones, una tisana y que te metas en la cama, como si la cama fuera el anexo de la cocina, que es donde, por supuesto, debemos estar las mujeres. Los m¨¦dicos, para el s¨ªndrome premenstrual, tienen frases lapidarias y contundentes que te dejan con el trasero adherido al eskay de la silla: "s¨®lo son nervios", "estas cosas van por rachas", "¨²ntate con alcohol de romero", "?te doy la baja por dismenorrea?" Tambi¨¦n tienen gestos cuando les hablas. Les est¨¢s contando que Dios existe porque a ti te duele el alma, y si el alma te duele debe ser que, en contra de todos tus deseos, Dios existe, y va el tipejo y sonr¨ªe; sonr¨ªe como sonre¨ªa Mengele cuando ve¨ªa un par de gemelos. Le dices que es injusto y pone rostro de sujeto paciente y comprensivo, como diciendo: "todas iguales, menos mi madre que era una santa y ni rechistaba". Y si le pides algo, lo que sea, para solucionar el problema, abre los brazos y se convierte en Elena Francis: resignaci¨®n judeocristiana. Una amiga m¨ªa dice que si los hombres parieran, el aborto ser¨ªa un sacramento. Yo digo que si los hombres padecieran s¨ªndrome premenstrual no existir¨ªan aviones ni CDs ni correo electr¨®nico. Habr¨ªan dedicado el siglo XX a acabar con la regla y su s¨ªndrome, a exterminar la progesterona, a diluir en el ¨¦ter los ovarios y todo lo que les rodea. Hordas de cient¨ªficos con dolor en el vientre, jaqueca y mala leche, habr¨ªan pasado cien a?os conspirando para acabar con la cruz; experimentando con amonio, selenio, litio, sodio y potasio, y habr¨ªan descubierto, finalmente, un producto sin efectos secundarios que se extrae del boniato, con el que sacar¨ªan al mercado unas pildorillas de lo m¨¢s chulas y, adem¨¢s, gratuitas, porque para sus asuntos los hombres son muy desinteresados. Nunca dir¨ªan eso de "¨¢nimo, mujer, que enseguida se te pasa" o "chica, hoy est¨¢s que no hay quien te aguante" o "est¨¢s verdosa. ?Qu¨¦ te pasa?" Woody Allen dice que ¨¦l contra la ciencia no tiene nada y que "entre el Papa y el aire acondicionado, prefiero el aire acondicionado". A m¨ª me gustan el aire acondicionado y la calefacci¨®n y las latas de fabada precocinadas. Pero resulta que esas cosas ya existen. Por eso no me gusta la ciencia, porque inventa cosas sin las que te puedes pasar perfectamente, como el cepillo de dientes el¨¦ctrico o la trituradora de basuras, y otras, por las que muchas mujeres clamamos al cielo, se quedan en el caj¨®n del profesor Bacterio. En ese momento, nos acordamos del Papa. Y de Dios. Pero como los dos son varones, terminamos resolviendo que la ¨²nica soluci¨®n es la que he planteado al principio. A ver si ahorro para un pura sangre, me compro un casco y me sumerjo en la selva venezolana.
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