Alcal¨¢ Zamora
Produce cierta inquietud observar esta ofensiva reivindicatoria de una presunta tercera Espa?a, frente a las otras dos, las que, de puro intransigentes, resuelven sus diferencias a tiros cada 25 o 30 a?os. La raz¨®n, la templanza y la sabidur¨ªa pol¨ªtica estar¨ªan de parte de los que pusieron tierra o mar por medio y dejaron a su suerte a la Rep¨²blica del pueblo en 1936. Algunos pretendieron que se les enviase el salario de catedr¨¢tico al dorado retiro, y al no conseguirlo acusaron, a?os despu¨¦s, a Manuel Aza?a de todas las infamias y horrores. El lugar de Alcal¨¢ Zamora no estaba hasta ahora en el palco de los P¨¦rez de Ayala, Madariaga, Ortega y Gasset o S¨¢nchez Albornoz, y ser¨ªa mejor no abrir un debate de consecuencia imprevisibles. En cuanto al entierro secreto del primer presidente de la IIRep¨²blica en agosto de 1979, fue as¨ª porque as¨ª lo pact¨® la familia con el Gobierno de Adolfo Su¨¢rez. Los republicanos nos enteramos, una vez realizado el desprop¨®sito, a trav¨¦s de una llamada telef¨®nica del entonces director de EL PA?S, Juan Luis Cebri¨¢n. Tambi¨¦n fue voluntad familiar que el lugar de descanso de los restos mortales del ex jefe del Estado fuese el entonces cat¨®lico cementerio de la Almudena. En relaci¨®n a las sanciones y penalidades sufridas por don Niceto, despu¨¦s de 1939, no fueron diferentes a las del resto de los mandatarios republicanos, si bien quiero precisar que la sanci¨®n del Tribunal de Responsabilidades Pol¨ªticas fue de fecha 28 de abril de 1941, y que ¨¦ste estaba integrado por Manuel Gim¨¦nez Ruiz, Ferm¨ªn Lozano y Alfonso Senra. La multa fue, efectivamente, de 50 millones de pesetas. Las de Manuel Aza?a, Juan Negr¨ªn y ?lvaro de Albornoz lo fueron de 100 millones de pesetas a cada uno, y 75 millones la de Jos¨¦ Giral Pereira, tambi¨¦n con p¨¦rdida de nacionalidad. Al Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez la memoria republicana le molestaba y es l¨®gico que no se haya producido la recuperaci¨®n de no s¨®lo Alcal¨¢ Zamora, sino de relevantes hombres de Estado, como Diego Mart¨ªnez Barrio, Marcelino Domingo, Augusto Barcia, Bernardo Giner de los R¨ªos, ?ngel Osorio y Gallardo, Jos¨¦ Giral, Santiago Casares Quiroga, Mariano Ruiz Funes o Luis Jim¨¦nez de As¨²a. Por cierto, que tampoco tuvo mejor suerte el eminente penalista espa?ol, presidente de la Rep¨²blica Espa?ola en el exilio hasta su fallecimiento en 1970, cuyos restos fueron trasladados de Buenos Aires a Madrid en la ¨²ltima etapa de Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, con igual sigilo y ausencia del estamento oficial. No creo necesario se?alar la relevancia en diversos ¨®rdenes de Jim¨¦nez de As¨²a. Su memoria quedar¨¢ asociada a la dignidad, la ¨¦tica y la sabidur¨ªa, mientras que la de los responsables de la canallada del entierro clandestino a la infamia y a la mendacidad. Tanto don Niceto Alcal¨¢ Zamora como don Luis Jim¨¦nez de Asua fueron eminentes juristas, y tambi¨¦n ah¨ª se ceb¨® la venganza de los que adquirieron relevancia y poder, no por su buen hacer como abogados, sino por portar camisa azul y pistola. El 22 de agosto de 1939, la Junta del Colegio de Abogados de Madrid les depur¨® y dio de baja, sin que sepamos que se haya reparado esta indignidad.- Presidente de Izquierda Republicana.
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