"Quienes deben luchar contra la violencia masculina son los varones"
Maite Larrauri Fil¨®sofa A¨²n no ha cumplido los 50 a?os (naci¨® en Valencia en 1950), pero pensar en esa fecha le lleva a plantearse que no hay tiempo que perder. Hace unos d¨ªas, en una cena con 60 mujeres, Larrauri dejaba inconclusa la siguiente reflexi¨®n: "O nos tomamos en serio que podemos hacer cosas...". Minutos despu¨¦s confesaba uno de sus deseos, ver una mujer en la presidencia de un Gobierno que estuviera integrado al 50% por hombres y mujeres.
En el pr¨®logo del libro Lo que quiere una mujer, escrito por una de las fundadoras del Centro Cultural Virginia Woolf de Roma, Maite Larrauri recuerda con su propias palabras una de las ideas de la autora, Alessandra Bocchetti: "las mujeres tenemos que ser inventoras, construir nuevos valores, no ser imitadoras". Preocupada por la actitud desafiante de algunos j¨®venes, se pregunta "qu¨¦ grado de consentimiento estamos otorgando a la violencia dom¨¦stica", pero recuerda que no hay ninguna situaci¨®n en la vida en la que no quepa elecci¨®n. Pregunta. No es muy partidaria de celebrar el 8 de marzo ?Qu¨¦ significa para usted esa fecha? Respuesta. No, no es verdad que no sea partidaria de celebrar el 8 de marzo. M¨¢s bien es que no veo qu¨¦ se celebra, si por celebrar entendemos recordar con alegr¨ªa o con solemnidad un hecho. Pero el 8 de marzo recuerda a aquellas pobres mujeres que fueron abrasadas vivas en el interior de una f¨¢brica en Estados Unidos, en la que se encontraban encerradas en apoyo a sus reivindicaciones salariales. Desde mi punto de vista se trata de un episodio que pertenece a la historia de la clase obrera. Cuando se feminiza este episodio para convertir el 8 de marzo en el D¨ªa Internacional de la Mujer Trabajadora, me da la impresi¨®n de que se fabrica un gran equ¨ªvoco. ?Estamos hablando de una clase especial de mujeres? Desde mi punto de vista, existen tantas mujeres no trabajadoras como varones que no se ocupan de sus asuntos monetarios, esto es, que a excepci¨®n de los pr¨ªncipes sicilianos, y por tanto tambi¨¦n de las princesas sicilianas, ning¨²n var¨®n deja totalmente en manos de otro su econom¨ªa y ninguna mujer abandona totalmente su trabajo de organizaci¨®n, intendencia y cuidados de la casa. As¨ª pues, mujer trabajadora es un pleonasmo pero al que se le a?ade cada a?o una especificaci¨®n: este a?o se trata de la lucha contra la violencia hacia la mujer. Me pregunto c¨®mo tenemos las mujeres que luchar contra la violencia masculina. M¨¢s bien lo que hacemos todas, si podemos hacerlo, es evitarla, no ponernos a tiro. Quienes deben luchar contra la violencia masculina son los que pueden hacer algo de verdad para que desaparezca de sus vidas, esto es, los varones. Cuando se celebre un D¨ªa Internacional sobre la situaci¨®n y la problem¨¢tica del var¨®n y su combate contra la violencia cotidiana, ese d¨ªa saldr¨¦ a celebrarlo a la calle. P. Sobre los malos tratos, usted dice que siempre existe la opci¨®n de aguantar o plantarse. Supongo que no acepta los motivos econ¨®micos que a menudo se alegan para seguir aguantando. R. Respecto de los malos tratos, como en cualquier otra circunstancia en la vida de un hombre o de una mujer, creo firmemente que existe la posibilidad de elegir. La libertad siempre es un juego dentro de unos l¨ªmites. Un individuo torturado puede elegir entre hablar o callar. Y ¨¦se es un ejemplo extremo. Lo que quiero decir es que me parece un mito cuando se habla de la libertad femenina como si fuera un invento del siglo XX. Las mujeres no somos inocentes de un pasado como si no hubi¨¦ramos contribuido a forjarlo. Muy al contrario, las mujeres somos tan importantes en el tejido social que nada ha podido tener lugar sin nuestro consentimiento. Tenemos nuestro grado de responsabilidad en lo grande y en lo horroroso. En lo que respecta a la violencia dom¨¦stica, creo que hablar de ella, sacarla a la luz, y oponerse a cualquier trato vejatorio s¨ª que ha sido un logro de las mujeres en la actualidad. Y eso repercute en que cualquier mujer, decida o no aguantar una situaci¨®n de violencia dom¨¦stica, sabe que hay mujeres que opinan que hay que rebelarse. P. ?Qu¨¦ se deber¨ªa hacer, a su juicio, para resolver el problema del cuidado de los ancianos? R. Tengo la impresi¨®n de que el cuidado de los ancianos es hoy en d¨ªa una de esas situaciones en las que las mujeres trabajan, se desviven, se agotan y se deprimen sin que nada de esto salga a la luz p¨²blica. Porque forma parte de la invisibilidad del trabajo femenino. Cualquier mujer que lea esta entrevista sabr¨¢ que cuando ha tenido que cuidar a un familiar en un hospital, su dedicaci¨®n era imprescindible, o lo que es lo mismo, los hospitales no podr¨ªan funcionar si todas las mujeres que est¨¢n sentadas en una silla a la cabecera de los enfermos desaparecieran al un¨ªsono. El cuidado de nuestros mayores es lo mismo pero con m¨¢s trabajo, m¨¢s largo y continuado en ocasiones. Veo a mi alrededor mujeres profesionales como yo, que pagan a otras mujeres durante el tiempo que tienen obligatoriamente que dedicar a sus profesiones, pero que el resto de las horas se ven atadas al espacio de una habitaci¨®n, de una casa, durante meses y durante a?os. No exagero en absoluto, pero el caso es que parece una exageraci¨®n para quien no lo vive todav¨ªa o para quien, siendo var¨®n, no es ni ser¨¢ sujeto de esa experiencia. Hay que hacer visible lo invisible. Es una necesidad. O acabaremos con la vida, el entusiasmo y la creatividad de much¨ªsimas mujeres. Si la situaci¨®n se viera, creo que avergonzar¨ªa a m¨¢s de un var¨®n que ha decidido mirar hacia otro lado. Ya s¨¦ que no parece mucho, pero a veces una desautorizaci¨®n social de ciertas actitudes impide que se hagan con naturalidad y eso ayuda. Y luego habr¨¢ que pensar c¨®mo aligeramos la carga de las mujeres. P. ?C¨®mo animar¨ªa a las mujeres a que interviniesen m¨¢s en la vida p¨²blica? R. No s¨¦ si se trata exactamente de animar a las mujeres a entrar en la vida pol¨ªtica y mucho menos creo que sea yo la que tengo que animar a nadie. Pero expreso un deseo. Me gustar¨ªa que hubiera m¨¢s mujeres ocupando y ejerciendo el gobierno del mundo. Eso no es s¨®lo estar en las listas electorales, es sobre todo estar de manera significativa, con una presencia innegable que puede traducirse en ocupar subsecretar¨ªas, direcciones generales, las direcciones reales de los partidos pol¨ªticos, el gobierno, la presidencia de los gobiernos, pero tambi¨¦n la de los peri¨®dicos, los bancos, las empresas, los organismos internacionales y hasta el papado. Me ofende seguir estando en este mundo, que lo considero m¨ªo sin reticencias, en el que trabajo, pago mis impuestos y voto mientras sigue estando casi exclusivamente en manos de los varones. Quiero ver que es posible otra cosa. No porque crea que las mujeres lo har¨¢n mejor (ni lo s¨¦, quiz¨¢ algunas cosas es imposible hacerlas peor), sino porque soy una mujer y quiero que el mundo me devuelva la imagen de lo que soy. No propongo tampoco un programa com¨²n o unas aspiraciones comunes porque las mujeres somos muchas y muy diferentes, pero, y lo quiero dejar muy claro, prefiero en un puesto a una mujer que a un hombre. ?Cualquier mujer? se me dir¨¢. S¨ª. Estoy m¨¢s contenta si el Senado lo preside Esperanza Aguirre (y pongo un ejemplo extremo ya que considero que su pol¨ªtica educativa ha sido una gran injusticia social) que si lo presidiera cualquier otro miembro var¨®n del gobierno actual. Porque sea cual fuere la pol¨ªtica que lleve a cabo, su trabajo y sus aspiraciones pol¨ªticas son una indicaci¨®n para much¨ªsimas mujeres. Por supuesto que si vot¨¢ramos en listas abiertas, pondr¨ªa cruces antes en otras mujeres en cuya atenci¨®n hacia el mundo y en cuya capacidad de comprensi¨®n conf¨ªo m¨¢s. Pero como mujer, lo que quiero es que gobiernen m¨¢s mujeres. El d¨ªa en que de verdad el gobierno de las cosas de este mundo est¨¦ compartido por hombres y mujeres podr¨¦ opinar acerca de si la inclusi¨®n de las mujeres en ese ¨¢mbito ha cambiado las reglas del juego o no. Mientras tanto, todo lo que se pueda decir a ese respecto es pura especulaci¨®n. P. Es usted profesora de Filosof¨ªa en el Instituto de Sedav¨ª, ?C¨®mo ve a sus j¨®venes alumnas? R. Nunca antes las mujeres hab¨ªan estudiado tanto, nunca antes el mundo se les hab¨ªa ofrecido como algo abierto a sus deseos. Pero nunca antes tampoco ha sido tan visible la secundariedad de los deseos femeninos, su falta de ambici¨®n, el techo de cristal contra el que acabar¨¢n chocando si no lo remediamos. Hoy todav¨ªa siguen las chicas sin tener quien las aliente a desear algo m¨¢s y algo m¨¢s grande. La idea de la igualdad de los sexos no las ayuda: esta idea parece decir que, rotas todas las barreras que les impiden hacer lo mismo que los varones, si no lo hacen es porque no quieren. Y ellas oscilan entre la imitaci¨®n y la realizaci¨®n de deseos m¨¢s bien mediocres. Yo espero que las j¨®venes hagan lo que Virginia Woolf les recomendaba, hace ya setenta a?os: que se suban a los tejados de sus casas para ver m¨¢s all¨¢, m¨¢s a lo lejos.
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