Zapatero, a tus zapatos
RECI?N ELEGIDO presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Rouco Varela no ocult¨® el objetivo de su mandato al frente de la Iglesia espa?ola: impulsar, siguiendo las directrices del Papa, una nueva evangelizaci¨®n de la secularizada sociedad espa?ola. Circunscrito al estricto ¨¢mbito religioso, ese af¨¢n evangelizador es l¨®gico por parte de la Iglesia. Pero no lo ser¨¢ si la Iglesia pretende m¨¢s bien competir con las fuerzas pol¨ªticas o con los movimientos sociales sobre el mejor modelo de sociedad, sobre el papel de la mujer o la ense?anza, por poner algunos ejemplos. En definitiva, si trata de suplantar a las fuerzas sociales e impedir que se desarrollen aut¨®nomamente. Dicho de otra forma, entrar en competencia con la din¨¢mica de la sociedad civil e intervenir espuriamente. En ese supuesto, la Iglesia entrar¨ªa en terrenos que no son de su incumbencia, arriesgando con ello indeseables y peligrosos conflictos con los representantes de esa sociedad civil.Tampoco queda libre la Iglesia de hacer el rid¨ªculo si arrostra pronunciarse sobre materias ajenas al ¨¢mbito moral que le corresponde. Parece pertinente hacerse este tipo de reflexiones con motivo de la ¨²ltima carta pastoral del arzobispo de Valencia, Agust¨ªn Garc¨ªa Gasco, dedicada a la mujer. Ni corto ni perezoso, este obispo ha entrado en liza no s¨®lo con los sindicatos y los movimientos feministas sobre el papel de la mujer en la sociedad y la forma de resolver el desempleo femenino, sino con el sentido com¨²n. Es l¨®gico que al tratar de asuntos que no domina diga cosas tan chuscas como que "el modelo m¨¢s perfecto de mujer es el de ama de casa", que "la manera m¨¢s adecuada de acabar con el desempleo es que la mujer est¨¦ en el hogar, cuidando a los hijos, a los enfermos y a los despose¨ªdos", o que "plantearse la integraci¨®n de la mujer en el mundo laboral es un falso debate que no conduce a nada". Y tan falso, puesto que la incorporaci¨®n de la mujer al trabajo asalariado forma parte de la modernidad de la sociedad y, sobre todo, de la igualdad de oportunidades que debe existir entre todos los ciudadanos al margen de su sexo.
Las cosas que dice el arzobispo de Valencia sobre la mujer huelen a naftalina. Responden a un modelo de organizaci¨®n social archivado, aunque queden todav¨ªa muchas secuelas. La incorporaci¨®n femenina al mundo del trabajo es irreversible; la divisi¨®n de responsabilidades en funci¨®n del sexo ha caducado; y el ideal de ama de casa, dedicada a cuidar de la prole, si alguna vez lo fue en el pasado, hoy ya no lo es para la inmensa mayor¨ªa de las espa?olas. Entre otras razones porque han decidido libremente tener menos hijos. Afortunadamente, pr¨¦dicas como las del arzobispo Garc¨ªa Gasco no van a hacer que la historia d¨¦ marcha atr¨¢s y que asuntos que han sido para la mujer dolorosas conquistas sociales se vayan al garete. A la postre, tales argumentos s¨®lo sirven para alejar m¨¢s a la Iglesia cat¨®lica de los ciudadanos ordinarios, que observan c¨®mo los sofismas que plantean algunos de sus responsables no tienen nada que ver con sus problemas y sus realidades. Son humo.
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