Polic¨ªa y poder
Discutir a estas alturas la conveniencia de que existan cuerpos policiales se me antoja tan absurdo como poner en cuesti¨®n la moderna organizaci¨®n de la sociedad y del poder pol¨ªtico. Ser¨ªa tanto como poner en tela de juicio las m¨ªnimas pautas de convivencia, la justicia y las leyes, la educaci¨®n obligatoria o el derecho universal a la sanidad. Y todo ello a pesar de que nos quejamos, y con raz¨®n, de las crecientes exigencias del poder, de que ¨¦ste se introduce cada vez m¨¢s en la esfera de nuestra vida privada. Sin embargo, como en ning¨²n otro instrumento de nuestra organizaci¨®n social, no es menos cierto que en la polic¨ªa se concentran todos los excesos y se manifiestan todas las contradicciones del poder mismo, atendiendo a que ¨¦ste, adem¨¢s de crear Derecho, lo respalda con su fuerza, y que para ello una de sus finalidades deba ser la imposici¨®n de la ley y el orden, asumiendo as¨ª lo que en t¨¦rminos sociol¨®gicos se ha denominado como el monopolio de la fuerza. En nuestro caso, adem¨¢s, resulta casi imposible sucumbir al recuerdo del papel decisivo de la polic¨ªa en anteriores ¨¦pocas predemocr¨¢ticas, sometida al imperio de la ley arbitraria e injusta de la dictadura. En la actualidad, su mayor desventaja, como es natural, reside en que la funci¨®n de mantenimiento de la seguridad y del orden p¨²blico depende de un organismo esencialmente pol¨ªtico como es un gobierno, cualquier gobierno; que otorga a esta funci¨®n una clara direcci¨®n pol¨ªtica. Es en este vector pol¨ªtico donde, con mayor o menor intensidad, dependiendo del signo o color pol¨ªtico, deben situarse todas las actuaciones que se proyectan contra cualquier fen¨®meno de reacci¨®n social, desde el terrorismo hasta las pac¨ªficas protestas de estudiantes y sectores juveniles alternativos, v¨ªctimas estos ¨²ltimos, por lo pronto, de las furibundas invectivas del Gobierno del Partido Popular, empe?ado en enfrentarse tambi¨¦n a otros muchos colectivos, entre los que se cuenta la propia comunidad acad¨¦mica universitaria. Parad¨®jicamente, a pesar de esta absurda instrumentalizaci¨®n pol¨ªtica de las fuerzas de seguridad, es en la seguridad ciudadana donde cualquier polic¨ªa debe encontrar uno de sus objetivos primordiales, que alcanza desde la acci¨®n preventiva en la protecci¨®n del ejercicio de derechos fundamentales como el de reuni¨®n y manifestaci¨®n, hasta el uso proporcionado y racional de la fuerza. No parece, sin embargo, que la desafortunada acci¨®n de efectivos del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona con motivo de la presencia del presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, o la m¨¢s reciente en Cornell¨¤ de Llobregat, contra un grupo de j¨®venes que protestaba por la presencia en un acto pol¨ªtico del ministro de Trabajo, con tabl¨®n y pistola incluidos, sean exponentes de proporcionalidad y racionalidad alguna. M¨¢s bien ejemplos preocupantes, por la reiteraci¨®n y contumacia en la falta de previsi¨®n y en el exceso de celo policial, lo cual, a la postre, ha acabado magnificando y agravando unos hechos que en nada tienen de distintos a los que se producen en cualquier manifestaci¨®n o protesta, de donde no vale la pena preguntarse si medi¨® provocaci¨®n previa o si fue antes una piedra que una porra. Curiosamente, toda esta encendida pol¨¦mica ha venido a coincidir con la puesta en marcha del flamante proyecto Polic¨ªa-2000 que, so pretexto de revisar en profundidad el sistema policial estatal prev¨¦ duplicar el n¨²mero de polic¨ªas que patrullan por la calle, facilitar las denuncias telef¨®nicas y aumentar el gasto para la adquisici¨®n de armas, chalecos antibalas y helic¨®pteros, al margen de instaurar el pol¨¦mico incentivo econ¨®mico a la disminuci¨®n de la delincuencia, que aunque se niegue, comportar¨¢ un correlativo incremento de detenciones e
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