Crecepelos y adelgazantes
Siguiendo la estela luminosa del gran milagro f¨¢ustico anunciado por la Pfizer con la Viagra, en d¨ªas pasados se han podido leer en los peri¨®dicos dos noticias, publicadas con una relevancia pareja a las esperanzas rejuvenecedoras que levantaban. Se trata de dos nuevos f¨¢rmacos, uno de ellos capaz de acabar con la calvicie, adelgazante el otro. Es una pena que tales esperanzas vayan a verse defraudadas porque estamos ante dos patra?as.El crecepelo, de nombre comercial Propecia, es un compuesto a base de finasteride, y de novedad tan s¨®lo tiene el nombre. Este producto ya estaba en el mercado bajo la denominaci¨®n de Proscar y contiene en cada comprimido 5 mg. de finasteride (28 grageas, 5.128 pesetas). Propecia, cuyos comprimidos contienen 1 mg. del citado f¨¢rmaco, cuesta 8.726 pesetas. Un buen negocio para M.S.D., el laboratorio que vende Proscar y tambi¨¦n comercializa Propecia.
Por si alg¨²n calvo, dedicado a recobrar su perdida cabellera, pica y, sin encomendarse a Dios y ni al m¨¦dico, se atiborra de Propecia, le conviene saber lo siguiente: finasteride inhibe la actividad de un enzima (5-: -Reductasa), la cual facilita la conversi¨®n de la testosterona, secretada por los test¨ªculos y las c¨¢psulas suprarrenales, en dihidrotestosterona (DHT). La DHT, al actuar sobre los fol¨ªculos pilosos, estimula la ca¨ªda del pelo, pero tambi¨¦n es responsable, entre otros efectos, del desarrollo de los genitales y del mantenimiento de la libido. Si usted, con el solo fin de recuperar el cabello, se entrega en manos de Propecia, le ocurrir¨¢, probablemente, que a la vez que ve crecer su pelo, se le caer¨¢ por los suelos su libido y su potencia sexual, y si lo toma en grandes cantidades puede producirle la castraci¨®n qu¨ªmica. En fin, usted ver¨¢ lo que m¨¢s le interesa.
El adelgazante, el Orlistat, un derivado semisint¨¦tico de la lipsatina, que Roche comercializa con el nombre de Xenical (16.055 pesetas el frasco), es un inhibidor de las lipasas g¨¢stricas y pancre¨¢ticas, enzimas ¨¦stas que act¨²an en el tubo digestivo para permitir la absorci¨®n de las grasas. El Orlistat, al unirse a las lipasas, inhibe la absorci¨®n de los triglic¨¦ridos en, aproximadamente, un 30%. Con una dieta hipocal¨®rica, es decir, comiendo poco, ayuda al adelgazamiento, pero, como nadie es perfecto y no hay alegr¨ªas sin penas, resulta que produce algunos efectos perversos, socialmente deplorables. A saber: flatulencias, urgencia fecal, diarrea y hasta d¨¦ficit de vitaminas liposolubles.
Lo que acabo de escribir no cabe en un titular de un peri¨®dico, que es, eso dicen, lo ¨²nico que lee el com¨²n de los mortales. Empero, dado que el espacio es limitado, podr¨ªa haberse tomado una decisi¨®n m¨¢s ahorradora, la de no publicar una sola palabra. Pero se public¨® (publicit¨®) con alharaca. ?Por qu¨¦?
Se pueden formular dos hip¨®tesis y las dos malvadas:
1. Por ser una "noticia" tan sorprendente como halagadora (especialmente para calvos y gordos).
2. Porque interesaba... econ¨®micamente.
El alma humana tiene propensi¨®n a creer en milagros. El descreimiento del cual hace gala la humanidad en lo tocante a la vida cotidiana propende a transformarse en credulidad a la hora de asumir hechos extraordinarios, sin tomarse pareja precauci¨®n a la que s¨ª se toma cuando el vecino te pide mil duros, asegurando que ma?ana, sin falta, los va a devolver. El milagro como es debido, es decir, el de Lourdes, viene sufriendo un creciente descr¨¦dito, apenas se habla ya de aquellos paral¨ªticos que sal¨ªan de la piscina, previamente rellena con agua de la gruta, andando tan pimpantes. Sin embargo, esa fe, anta?o orientada hacia el cielo, se dirige hoga?o con similar empecinamiento y candor a la ciencia. Como si ¨¦sta, armada con una varita m¨¢gica, fuera capaz de producir, pr¨ºt-¨¤-porter, las p¨®cimas que han de acabar, ipso facto, con todas nuestras miserias. Y cuando pensamos en la ciencia como soluci¨®n, no importa tanto la anunciada fisi¨®n del ¨¢tomo, que arreglar¨¢ los males de este mundo al permitir la obtenci¨®n de una energ¨ªa infinita y, por tanto, barata, sino que, como es l¨®gico, lo que de verdad nos interesa que la ciencia arregle es aquello que tenemos m¨¢s cerca, es decir, nuestro propio y maltratado cuerpo. Puestas as¨ª las cosas, no ser¨ªa extra?o que los medios, siempre dispuestos a satisfacer tan enorme demanda de milagros, hubieran decidido hacer felices por una breve temporada a los calvos y gordos del pa¨ªs, aun a riesgo de males. Desde ese consentidor punto de vista, la mentira resultar¨ªa ser casi piadosa, si no existieran esos siempre molestos efectos secundarios ni la posterior frustraci¨®n como consecuencia del enga?o. Aunque ¨¦sta, la frustraci¨®n, igual que al hincha del Real Madrid, s¨®lo le durar¨¢ hasta "la pr¨®xima jornada", es decir, hasta el "invento" siguiente.
Sea como fuese, la publicaci¨®n de tales "noticias" habla mucho y mal de la deontolog¨ªa aqu¨ª atropellada. Tan s¨®lo cien a?os atr¨¢s, a¨²n era posible que una persona de las llamadas cultas pudiera acceder con m¨¢s o menos profundidad a la mayor parte de los conocimientos cient¨ªficos y t¨¦cnicos entonces en uso. Hoy, eso es imposible. Parad¨®jicamente, estando la poblaci¨®n cada vez m¨¢s instruida, a la vez, el desarrollo de las ciencias y las t¨¦cnicas, su crecimiento geom¨¦trico y su intrincada complejidad, las hacen m¨¢s esot¨¦ricas, es decir, ocultas y reservadas, pues nadie, incluidos los cient¨ªficos, es ya capaz de abarcar por s¨ª mismo tan amplio e intrincado paisaje. La funci¨®n de paso, de lo esot¨¦rico a lo exot¨¦rico (com¨²n, al alcance de todos), antes reservada a las ¨¦lites, est¨¢ hoy en manos de los medios, que asumen as¨ª la relevante funci¨®n social de la divulgaci¨®n. Una responsabilidad cultural y moral que debiera realizarse con rigor y generosidad.
Mas en estos casos del crecepelo y del adelgazante no puede obviarse la segunda hip¨®tesis, ya se?alada, que a?adir¨ªa el escarnio a la burla, si en verdad tales "noticias" fueran el resultado de una bien pagada operaci¨®n comercial. Si, salt¨¢ndose cualquier deontolog¨ªa, y no s¨®lo la period¨ªstica, aprovech¨¢ndose de una necesidad y arriesgando la salud de los alop¨¦cicos y de los obesos, se hubieran publicado con el ¨²nico fin de ganar dinerales. Cabe pensar, incluso, que los profesionales del periodismo, humanos al fin y al cabo y por tanto proclives al milagro, han sido sorprendidos en su buena y c¨¢ndida fe.
Cualquiera que haya sido el camino mediante el cual los f¨¢rmacos citados han llegado a ser noticia, lo sucedido desata, una vez m¨¢s, la alarma acerca de los riesgos de que el poder econ¨®mico, social y pol¨ªtico, presionando, comprando, manipulando de mil formas a los medios, pretenda enga?arnos a todos en beneficio propio. Y en este caso, que resulta chusco, la cosa no es tan grave, pues para evitar mayores males basta con aceptar la saludable recomendaci¨®n de acudir al m¨¦dico antes de lanzarse en pos de la perdida juventud, melenuda y flaca. Pero el p¨²blico lo tiene m¨¢s dif¨ªcil cuando el supuesto "milagro" se produce en otros ¨¢mbitos de la vida social. Por ejemplo, en el campo econ¨®mico. Se ha escrito y con mucha raz¨®n que la econom¨ªa es una "ciencia triste". Se discute acerca de si esta disciplina es, o no, una ciencia, pero nadie ha puesto en duda su falta de alegr¨ªa, su empecinamiento en el recordatorio de que hemos venido a este mundo para sufrir. A pesar de ello, el Gobierno nos muestra cada d¨ªa los poderes taumat¨²rgicos que ¨¦l mismo ejerce con generosidad en este campo y, adem¨¢s, sin prescribir pastillas, pero ¨¦sa es otra historia, mejor dicho, otro cuento.
Joaqu¨ªn Leguina es diputado socialista.
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